Cerca, la laguna resplandece a la última hora de la tarde. Unos árboles casi desnudos rasgan la horizontalidad del invierno y se afirman sostenidos por un manojo de raíces que avanzan hacia el centro de la tierra. Algunos rostros miran desde el silencio apresurado que los hace huir de la noche que se avecina. Se cierra la puerta y adentro, en el taller ordenado y luminoso, paisajes y retratos obedecen a un trazo que los define e interpela.

Lejos y algo transparente, como esos fondos de montaña que se diluyen en las obras para instalar la noción de distancia, quedó Morteros, la tierra cordobesa natal donde Adriana Viano –Adri– descubrió la certeza de que el arte formaría parte indisoluble de su vida. Fue un hallazgo temprano, una vocación visceral que supo imponerse con la fuerza imprescindible para tender puentes de posibilidad sobre toda grieta que intentara impedirla.

«La pandemia me obligó a quedarme en casa, a aprovisionarme de material y a trabajar. Y a pensar en esta etapa donde pude afianzar un nuevo camino. Desde hace un tiempo vengo capacitándome en retratos, un tema que tomé como un desafío, por su complejidad.» La mirada de Adriana es transparente y dialoga con los ojos que desde el papel parecen vivos en los claroscuros que los perfilan. Es una mujer contundente de modos calmos, y en esa aparente contradicción está la médula de sus conquistas. Por amor y aún adolescente dejó atrás la tierra natal, se instaló en Santa Fe, se formó en la escuela de artes «Juan Mantovani», tuvo hijos, trabajó a destajo como docente y abordó caminos experimentales de producción que la llevaron a exponer en la ciudad, en Buenos Aires, Entre Ríos, Mendoza y, más allá de las aguas grandes de sus propios sueños imaginados, París, Roma, Venecia, Milano, Bergamasca, Copenague, New York.

Abreviar semejante experiencia en cinco líneas es casi un sacrilegio al fuego sagrado que la habita pero, tal vez en un modo de menguar tamaña síntesis, pueda agregarse que a lo largo de todos los años transitados ha sido la búsqueda en su mundo interior la marca más profunda de su vida y su obra. «Yo soy a través de la pintura. Mi pintura es la manifestación de mis sentimientos, esa parte sensible y personal, íntima, se hace visible gracias a conceptos plásticos.»

La obra de Adriana Viano marca los hitos de sus propios logros emocionales y sus apropiaciones técnicas. En 2004 comenzó a exponer y su obra, por entonces colorida y figurativa, reflejaba una mirada del mundo casi literal donde el paisaje y los árboles insinuaban una profundidad que pronto comenzaría a manifestarse. En ese recorrido como artista y como mujer exploró territorios profundos de conocimiento.

Un café inunda el aire del estudio y ella navega en un relato que da cuenta de la superación de sus miedos y fantasmas: «Estoy conectada con mi interior, con mi lado espiritual y emocional. He acudido a experiencias de sanación que me permitieron salir de situaciones de temor, inseguridad y a profundizar en mi propio conocimiento». El arte, que no es otra cosa que la experiencia y la sensibilidad personal llevada a un soporte material, acusó recibo de esas transformaciones y crecimientos y también fue ganando en sutilezas y símbolos. Los paisajes se fueron diluyendo en sus manifestaciones figurativas y ganaron en trazos de abstracción, los tonos ganaron transparencia y las interrupciones deplanos plenos hablaron de territorios vedados o sublimados. La obra de Adriana Viano habló de ella como nunca antes.

«La experiencia más emocionante fue cuando se pudo reunir toda la familia en Venecia. Estábamos en medio de un viaje y logramos organizar todo para asistir a la inauguración de una muestra colectiva de la que formaba parte. No estaba previsto poder estar, pero finalmente se dio la oportunidad. Fue maravilloso estar ahí viviendo esa experiencia con mi gente. Era tal la energía que se podía, sin manejar idiomas, hablar de arte y entenderse en inglés, español, italiano y francés.» Adriana se entusiasma con la anécdota, sin dudas porque arte y afectos son los dos pilares contundentes de su mecanismo. Durante mucho tiempo tuvo reservas para exponer, sabiendo que colgar obra no es sólo mostrarla sino mostrarse, y el apoyo incondicional de su familia le permitió ir desdibujando los miedos.

Mientras los distintivos árboles de Adriana se fueron transformando en paisajes simbólicos, aparecieron los rostros, en el tiempo reciente, para trazar nuevos espacios de creación y producción. «Empecé una capacitación que me ayudó a agilizar el trazo e incursionar en el retrato. Fue una consecuencia, también, de esta pandemia, que me obligó a tomar clases a distancia. El quedarme en casa me hizo trabajar con más intensidad.» Desde un atril o desde una carpeta las caras expresan emociones, quizás en esa libertad que otorga el arte y niega la realidad, afuera, de rostros cubiertos con tapabocas que impiden el reconocimiento total de sus facciones. Un murmullo de esos miedos se cuela por las ranuras de las puertas y de los pensamientos de Adriana, que no duda en ocultar o velar o cubrir parte de esas caras en un recurso estilístico que refiere a la circunstancia en otros términos.

Quizás esta nueva etapa se consolide en experiencias novedosas de exposición, impuestas también por el distanciamiento que trajo la pandemia, que ha obligado, a su vez, a acceder al arte de modos no convencionales. Porque el mundo, como esta mujer que elige la luz de un estudio cerca del agua calma y mutante de una laguna santafesina, también se transforma constantemente.

Mientras cae la noche a orillas de la Setúbal, Adriana ilumina. A ella le gusta jugar con su nombre para darle otras significancias, y por eso firma Adri, mínima y expresiva, amorosamente, sus obras. Tal vez no haya pensado en Ariadna, el mítico nombre griego de la mujer que desplegaba una madeja para evitar el extravío de un laberinto. Es que entre árboles, raíces, perspectivas y rostros, Adriana Viano logra con su arte lo que íntimamente le mantiene justo y preciso el mecanismo: hallarse siempre en todos y cada uno de sus múltiples caminos de descubrimiento y creación.

 

 

 

Texto: Fernando Marchi Schmidt

Fotos: Ana Paula Ocampo

Estilismo: Mariana Gerosa

Nombre de sección: Perfiles y Personajes

Edición: N° 80

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