“En mi casa siempre hubo música” y aunque Natalia se refiera a su hogar paterno, la frase puede aplicarse a su actual departamento; ese lugar luminoso en el que me recibe. Todo allí tiene su sello; desde los muebles hasta las numerosas Marías mejicanas, esas mujeres típicas de las pinturas de Diego Rivera. El aroma de un sahumerio y los infaltables mates acompañan la charla que empieza, siguiendo el orden de la vida, con la infancia.

Los padres de Natalia, ambos docentes, escuchaban folklore en su Helvecia natal. Salidas en bicicleta a cualquier hora, abuelos presentes y mucho amor conforman su cuadro infantil. A los ocho años comenzó a estudiar guitarra. Participaba en actos escolares e inauguró su actuar en público “La primera vez que toqué fue en la plaza del pueblo, un tema de Víctor Heredia”. Como anécdota, rememora que se equivocó y empezó de nuevo.

En la adolescencia inició un andar profesional. Su papá la acompaño en los primeros grupos. Folklore con impronta del litoral caracterizaron parte de la carrera de Natalia, quien tiene tres discos editados, integró la delegación santafesina en Cosquin 2009 y se vinculó musicalmente a Horacio Castillo; “un hermano del alma que se fue muy pronto”. El presente, la encuentra como voz de un trio que completan Maxi Maglianesi y Nacho Torres, con quienes hace folklore nacional y latinoamericano. “Estoy muy feliz de cantar con ellos”,

Natalia es intérprete como su admirada Mercedes Sosa y la selección de material adquiere singular entidad. “Hay autores que me provocan un cimbronazo en el corazón”. En el universo litoraleño aparece el nombre de Zito Segovia. “Para mi descubrir la poesía de ese cantautor fue mágico”. La charla llega al criterio de elección. “Me tiene que gustar mucho la canción y me tiene que llegar a mí como la interpreto”. Así, algunas canciones quedaron en suspenso hasta que logró lo que quería. “No canto si no
estoy convencida”, subraya y destaca la importancia del contenido social en las letras. ¿El artista debe ser comprometido?, le pregunto y ella responde con convicción “Para mí, sí”. Su estilo y timbre vocal suelen mencionarse como particularidad y, aunque no sea algo buscado, ella dedicó mucho tiempo al estudio de técnica vocal.

“Siempre dije que iba ser seño de música” cuenta Natalia. Y lo es, en los niveles primario y terciario de escuelas públicas. “Me gusta la docencia y tengo la satisfacción de estar adonde quiero estar”. Su vida aparece cargada de sonidos. “No me pesa -aclara- para mí es una bendición”. Además, le gusta la decoración y está aprendiendo bordado mejicano. Más allá del folklore, escucha a Lisandro Aristimuño y a Adele. De la música latinoamericana destaca a Lila Downs, Chabuca Granda, Susana Baca y Ruben Blades. Fuerte y empoderada, Natalia Perez es un emblema de rectitud y coherencia ideológica. Sus principios firmes la muestran como esas mujeres que, unidas a otras, parecen formar una red indestructible en quienes el resto podemos apoyarnos para crecer.

Crédito: Julia Porta.

Fotos: Pablo Aguirre.