Espacios nuestros, que nos cobijen a diario y nos permitan pensarnos. Que sean dinámicos y puedan alojar nuestros sueños, en definitiva, espacios que cuenten nuestra historia, que nos muestren sujetos, distintos a los demás.

En la actualidad, el interiorismo —así como otras disciplinas, y así también la arquitectura— está influenciado por el gran fenómeno de las redes, una infinita sucesión de imágenes que ante nosotros se presentan como deseos por cumplir, sueños y expectativas de maneras de habitar.

Todo al alcance de un click, hemos perdido la capacidad de asombro. Sin embargo, esas imágenes, lejos de lo distinto, nos acercan a la seriación; se multiplican en síntomas de disconformidad.

¿Cómo dar lugar a lo auténtico, a lo genuino, a aquello que nos permite ser nosotros mismos y nos distingue de lo común, de lo que masifica quitándonos identidad?

Esta complejidad puede abordarse a la hora de pensar espacios interiores desde la subjetividad. Puede ser desafiante para el profesional indagar sobre las necesidades de sus comitentes pero aún más sobre los deseos y sobre las singularidades. Mucho de eso podemos ver en este ejemplo de las fotos.

Una vivienda única, pensada desde su concepción en total sintonía con su entorno, pero también con los gustos y vivencias de quienes la habitan. Materialidades distintas, estilos que se relacionan y contraponen, un desarrollo estético de jugado eclecticismo, con un equilibrio sutil y dinámico que nos invita a pensar en la personalidad de sus moradores.

Los distintos acabados, piedra natural, óxidos, maderas se relacionan en un juego de contrastes y texturas. Superficies brillantes y otras de marcada rusticidad contienen los detalles de un mobiliario diseñado y pensado para cada espacio con personalidad.

El color no está ajeno a la elección estilística, en este caso el amarillo que irradia luz y destaca la combinación de los materiales. La luz natural es plena, los espacios fluyen conectados por una misma energía que contagia los interiores con la presencia del agua con los verdes y azules del exterior.

La elección de una araña tallada en madera que lleva consigo toda la historia de su origen, aunque actualizada en su funcionamiento, corona la doble altura del espacio principal y es puto focal de toda la vivienda. Este detalle hace única la concepción de este diseño y contrasta con luminarias más actuales que secundan su presencia.

La elección del mobiliario no es tema menor, la cocina diseñada y realizada a medida, el mueble de la doble altura que alberga el televisor y la música, todo en conjunto contiene el resto de elementos pensados y seleccionados para poder equilibrar el conjunto.

La escalera como elemento dinámico se presenta como un objeto casi escultórico. Piedra natural en su revestimiento la muestra con solidez pero a la vez como flotando en el espacio.

Una vivienda que se muestra como un enigma a descubrir, que interpela nuestra capacidad de asombro y que se corre de lugares comunes. Pensada en cada detalle y orgullosamente distinta.

¿Será este el camino al que se enfrenta interiorismo después de tanto estimulo visual?

En esta búsqueda de un lugar propio que nos defina, pero que a la vez nos permita dialogar y construir junto con otros, esos que nos espejan y nos dan identidad, el habitar se nos presenta como un desafío, algo distinto y más cercano a la libertad.

 

 

 

 

Texto: Gustavo Wedertz

Locación: Aires del Llano

Nombre de sección: Interiorismo

Edición: N° 79

 

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