«La vaina, la piedra, el mar que pasó. Lagunas de arena, el viento y la voz…» resuena la copla, escrita por Paula Neder, desde lo profundo de la sala, en plena oscuridad. Se siente como canto de pueblo que cumple con su procesión, los cinco artistas visten de negro y cantando suben al escenario «Lagunas de arena, el viento y la voz…».
Hay un universo donde la infancia siempre es, no hay tiempos verbales aplicables y uno puede sentirse indiferente a la edad que demanda el calendario, entonces confirmamos que nuestra identidad tiene límites difusos, nos descubrimos espejados en otras historias y, silenciosos, descubrimos hasta quedar estupefactos que esas narraciones nos cosen el alma, se entretejen en nuestros poros y se suman a los trazos de las huellas dactilares. Una mezcla semejante a la estela que deja la espuma del mar, entre la arena y su sal.
El 3° «Festivalito Muñecos en vacaciones», fue el cierre de la programación diseñada por el Centro Cultural Provincial Francisco «Paco» Urondo para el receso de invierno y el contexto perfecto para la presentación de Somos el recuerdo del mar que pasó, obra mendocina traída por el Instituto Nacional de Teatro.
Esta propuesta fue tomando cuerpo (hilos y comandos) en el recorrido, imitando a la memoria colectiva de los pueblos. Federico Páez cuenta: «Es algo así como la prehistoria de la obra. En algún momento la idea fue trabajar con marionetas y pensamos en contar cuentos fantásticos, de seres mitológicos. Ese proceso inicial lo hicimos con Roxi López: el desarrollo, armado y diseño fue con ella, que es artista plástica».
La obra entrelaza leyendas cuyanas con narrativas cotidianas: El Futre (un espectro sin cabeza) y el hachador de los Alpes limpios se cruzan con Juanita, una niña que no se asusta fácilmente. Su abuelo Don Simón, toma mate y le cuenta historias. Doña Javiera, hacedora de «la más deliciosa mermelada de peras», cuenta por qué siempre tiene su cadena cerca, sumando así la leyenda de «El árbol castigado de Javiera».
Federico repite en voz alta: — ¿Por qué el Futre? «Porque atraviesa nuestras infancias, en todos los campamentos es una de las historias que se cuenta, es una historia de montaña y espanto. Hay muchas versiones de cómo pierde la cabeza y Draghi Lucero hace una de las tantas».
A la obra la trazan los muñecos y la completan los titiriteros, cual juglares, sumando detalles de las leyendas. Cuenta Mau Fuentes: «Inicialmente hicimos presentaciones en la Feria de libro de Mendoza, en homenaje a Juan Draghi Lucero, eso nos ayudó a definir los títeres y también las leyendas, luego vino la dramaturgia. Eran pequeñas escenas que se hilvanaban, no era una obra sino una instalación donde se movían los muñecos, era más una intervención plástica. Allí nos vieron y nos invitaron a hacer funciones en escuelas y desde ahí no paramos».
El grupo «El Pachango» logró establecer, en ese proceso de transformación dramatúrgica y escenográfica, el camino inverso al de Juan Draghi Lucero, a esas historia que él había recolectado del viento zonda, les dieron forma, cuerpo y renacieron en el aire y en las tablas. A modo de pop-up surgieron los hilos, las muecas, las voces, las caracterizaciones y el desafío de los muñecos.
Tania Casciani vio la obra en todas sus formas, contempló su crecimiento y luego fue parte: «Entré como reemplazo, con formación de actriz, no como titiritera, por el rol que tiene Juanita, de hilar la historia; entendía que algo de lo interpretativo tenía que existir, relacionarlo con los juegos de la infancia porque en definitiva todos nosotros hemos sido un poco La Juanita».
La obra propone habitar diversos universos cuyanos, geográficos e internos. Lo mágico es palpable e inexplicable –como la identidad–, quedamos atónitos ante las sutilezas dejándonos al descubierto que el alma no tiene edad, que los hilos que nos tejen se hacen visibles cuando nos vemos espejados en «historias de otras gentes», algo así como revivir recuerdos de nuestro mar que pasó.
El recopilador de Historias: Juan Draghi Lucero. Nacido en Santa Fe en 1895. Mendocino por elección, es considerado unos de los mayores recopiladores de historias y leyendas cuyanas. En 1942 publicó el más conocido de sus libros: Las mil y una noches argentinas, como su nombre lo indica tal obra está escrita siguiendo una estructura y una forma semejante a la célebre recopilación de cuentos de Oriente Medio. Premio Konex de Platino «Regional» en 1984.
Texto: Victoria Bordas
Fotos: Laura Buttini
Nombre de sección: Cultura que viene
Edición: N° 76