Trabajo nocturno –poemas completos– de Juan Manuel Inchauspe

La poesía misma, sí, la palabra.

La preocupación por lograr una sintaxis poética rigurosa, legítima, porque la poesía, como el cine, como la pintura, es un lenguaje propio en sí mismo, permite decir cosas que sólo de esa forma, en esa forma, pueden ser dichas; yo pienso que en la poesía la palabra tiende a desarrollar toda su capacidad y energía: en la poesía el lenguaje es forma, gesto, color. De esta manera, el lenguaje permite registrar los cambios y expresar cosas que no pueden ser dichas de otra manera, y permite hacerlo con absoluta libertad. Lo que yo pretendo a través del poema es lograr ese estado inefable de libertad…

-Juan Manuel Inchauspe-

Otras lenguas – Inés Aráoz

El lector, la lectora, que se introduzca en Otras lenguas debe saber que se sumerge en un espacio de belleza.

Este es un libro de doble poesía:  la de los textos y la de las imágenes.

Cada poema es una joya engarzada en una obra de arte y, cada fotografía, una pintura que se introduce dentro del poema, mostrando su naturaleza abstracta y, a su vez, los múltiples y escurridizos significados del universo.

Rugosidades, veladuras, signos, asperezas, líneas, dialogan con lenguas diferentes –incluidas como propias–, con zonas insondables, pendientes que se deslizan hacia la piedra y la palabra.

Inés Araóz y Mercedes Roffé se aúnan para vibrar en la misma sinfonía, donde un corazón de lengua corre por la hondonada desde lo alto pixelando un mundo que hay que traducir, pero, sobre todo, gozar desde el centro inagotable de su misterio.

Piedra de luz – Hugo Echague

Este segundo poemario de Hugo Echagüe propone, desde su nombre, su principio, la inquietantemente diferencia entre materia y energía, y también su semejanza, alojada en la conjunción. La piedra, que puede devenir en brillo galáctico como el diamante, cuyo atributo es su valor exponencial, se une y se separa cual oxímoron de la luz. ¡Di, amante! Parece desafiar el yo lírico. Sabemos por el sabio Einstein que la luz es al mismo tiempo materia y energía. Y por Hugo volvemos a la certeza de que la poesía es capaz de enunciar la unión y separación de los amantes, de los contrarios, hospedar lo improbable del ser y del acontecer, hacer lugar poético a la contradictio in adjecto. Convivencia sustantiva, retórica y alegórica, entonces. Es precisamente lo que sucede en estas galaxias del verbo, esta Piedra de Luz, que extrema la estética de la sencillez para el armado y la disolución. Sus recorridos insistentes en el ir y venir, andar, amar, penar, detenerse, transcurren hospedados en un ritmo de acordes, acuerdos y desacuerdos, como en una pieza de jazz. Entre los azogues sin reflejos y los sueños despiertos, oníricos destellos de vigilia plena, los tonos esperan al poeta en el verso, en las rimas internas, en las sutiles referencias a poetas y poemas. Y nos esperan a nosotros, los lectores, en la suave pesadilla de lo opuesto, del contradictorio metafísico donaire: soy, no soy.

De la interpelación a la reflexión, sorteando el paso entre todos los sujetos gramaticales, la enunciación, generosa en procedimientos líricos, ocurre a nuestra lectura hasta el desdoblamiento del yo, en una cierta duda metódica y cartesiana, deriva en una barca en que la vida es sueño. Nos interpela el despertar insomne y somnoliento de un día después de la gran catástrofe en el desierto estático, aun creciendo en otro territorio deshabitado del xxxxxx membrana, a veces oblivion. Los sentidos en completa alerta: allí, donde yo es otro, cual Rimbaud, y donde a veces, tantas veces, alguien, tú, vos, nosotros o yo, escudriñan en la espera interminable, en la tenacidad de la pregunta que se desplaza de uno a otro verso, de poema en poema, como una galaxia verbal, luminosa y llena de gracia. Saludo la espléndida poética de Piedra de Luz, armonía creativa con su anterior poemario.

                                                                                         Susana Romano Sued

Espino: Una mirada – Domingo Sahda

Sahda ha comprendido bien estas cosas, ahondándolas con segura percepción y, a la vez, con generosa amplitud. Por eso en su estudio se equilibran el rigor del juicio estético y el afecto de una simpatía humana que, en nuestro amigo, se ofrecía y se ocultaba como en el parpadeo de los astros o la deriva de las constelaciones.

                                                    José Luis Vittori

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