Mónica cuenta que siempre se hizo preguntas profundas, cuestionamientos que, hoy en la adultez, puede identificar como metafísicos. En la infancia las formulaba a su mamá, en la adolescencia buscaba respuestas en su entorno. Ya siendo profesora de música y ejerciendo como tal se encontró (¿casualmente?) con un libro de grafología y un nuevo mundo se abrió ante ella. Aparecieron respuestas y también nuevas inquietudes, pero ahora con un camino para estudiarlas.

“Nací en Rafaela y me vine a Santa Fe a los 19 años para estudiar. Soy profesora de música y grafóloga científica. El año pasado escribí tres libros”. En pocas frases, Mónica Serena se presenta y hace una brevísima síntesis de su trayecto. Quizá aquella niña que no paraba de hacer preguntas sobre la vida y el universo, necesita ser concreta y eficaz al momento de presentarse. Para que las dudas se minimicen y la posibilidad de ampliar los temas se abra.

Una niña llena de preguntas

Mónica habla de una “búsqueda interna de la esencia de la vida desde que tengo uso de memoria”. Relata que de muy pequeña le preguntaba a su mamá y la respuesta más común era “no sé”. A la vez, se sintió atraída por el arte, en particular por la música. La situación económica impuso límites a las actividades que deseaba hacer. Con sacrificio y mucho trabajo, su mamá le pagaba las clases de piano, sentada en su máquina de coser para hacer algunos billetes más. En esa expresión artística ella encontraba tranquilidad. “Cuando estés triste, tocá el piano” cuenta que le decía su profesora Susana. Pero las preguntas seguían allí.

“Yo nací con esa preguntadera y aquí en la tierra eso molesta. Las preguntas a la sociedad la incomodan”. En esa búsqueda incansable, Mónica leía mucho. “Ante tanto silencio familiar y de entorno, tuve que abrirme camino mental y a la vida sola”, relata. Hoy, tras tiempo de autoanálisis considera que esa temprana sed de respuesta y ver a su padre ante el acto de firmar, incidieron en lo que hace actualmente. “¡Mi papá hacia tanto escándalo corporal al firmar! Y la firma era un óvalo grande, con muchos trazos atravesándolo y muy cerrado. Yo lo observaba y me decía “acá hay algo’”.

Escritos que hablan

“A los 18 años me vine a Santa Fe para estudiar profesorado de música, me recibí en el Liceo Municipal y me di cuenta inmediatamente que me interesaba la educación en la secundaria”. Mónica comenzó a dar clases y a ocuparse de tutorías, horas en las que podía observar a sus alumnos y comportamientos, a veces muy particulares. Relata que un día, caminando por la peatonal, vio en una vidriera un libro de grafología y lo compró. “Había test y cuestiones que hablaban de salud. Temas de salud mental. La grafología deriva de la psicología, aunque lamentablemente en Argentina no tiene el tratamiento adecuado”. Así empezó a interiorizarse en el tema.

Mónica comenzó a actuar empíricamente con los conocimientos que iba adquiriendo. Aplicaba test en su entorno, observaba los escritos de sus alumnos y empezó a encontrar caminos de salida y de recursos, obtenidos de lo escritural que a los demás les era funcional. “Cuando transmitía lo que infería, las caras de asombro (¿y como sabe eso?) me confirmaban que era fidedigna esa información que se desprendía de lo gráfico”.

Lo aprendido le permitió mejorar las relaciones áulicas al darle herramientas de intervención y la colocó en una mejor condición en el rol de profesora. “El docente tiene que ser soporte para el alumno, tiene que ayudarlo. Ahí me dije, si esto funciona tengo que estudiar grafología de manera formal”. En 2008 tomó clases en un Centro de Psicología de Buenos Aires y obtuvo el título de grafóloga científica. “Hice un trabajo de campo muy grande de muchos años en absoluta soledad. También me dio buenos resultados en mi vida personal”.

La grafología y sus métodos

“Suele decirse que la grafología es una pseudociencia y yo a eso lo voy a discutir a muerte”. Mónica explica que la grafología tiene base científica, postulados, métodos. Y la califica como ciencia temporal. “Si yo tengo un escrito sin fecha puedo dar una generalización, pero una inferencia seria, ética y profesional requiere un texto con fecha. Además, la escritura tiene que estar encuadrada en ciertas y determinadas condiciones como lo encuadra y requiere cualquier ciencia. Explica que los test se hacen con lápiz, que en los escritos se usan hojas sin renglones y un elemento escritor trazo grueso azul o negro. “La información que se obtiene es muy importante. En el siglo XXI impacta la neurociencia con un cambio muy grande a nivel científico y la grafología no está exenta”.

“Tengo una mirada holística metafísica. Veo al ser humano como una unidad cuerpo, mente, espíritu. La escritura es la expresión de la mente y del alma plasmada en un papel con toda la información inconsciente que da eso”. Mónica aclara que la grafología da información del pasado y del presente. No hace futurología. “Hay gente que lo confunde con el esoterismo, con el ocultismo. Y no tiene nada que ver”. Entiende que esos desconocimientos se relacionan con la realidad de que en Argentina la disciplina no tiene reconocimiento educativo formal; a diferencia de lo que pasa en otros países.

A Mónica se le ilumina la mirada cuando cuenta lo que genera con sus inferencias grafológicas. “Me da mucha felicidad cuando hago una devolución y veo en el rostro de la persona ese gesto que confirma que con esa información va a poder mejorar su vida y la de las personas que tiene alrededor”. Responde afirmativamente a la consulta sobre la posibilidad de interacción con otras disciplinas porque con el recurso humano adecuado, y el marco teórico-científico bien diferenciado, se pueden obtener resultados increíbles. “Claro que existe esa posibilidad siempre que todas estén abiertos a compartir un nicho y a intercambiar información, siempre respetando cada especificidad”, en pos del alumno, del consultante, del paciente, de cualquier persona que necesite resultados integrales.

Una misión de vida

Para compartir su saber y traspasar prejuicios, el año pasado Mónica escribió tres libros de divulgación sobre el tema: “Grafología para tu vida”, “Grafología, la música que llevas dentro” y “Grafología, cómo escapar de tus silencios”. Las tres obras cuentan con ejercitaciones y lineamientos para la auto observación del escrito y de la firma. En el segundo y el tercero comenzó a unir grafología con lenguaje musical. Señala que, al igual que la música, la grafía tiene melodía, armonía y ritmo. La idea es encontrarlos en los escritos.

“Cuando uno escribe saca esa música que se tiene adentro, esa música del alma”, afirma. En el tercero se agrega algo de historia de la música, que como etapas socio-culturales y filosóficas marcaron una búsqueda especial y determinada del hombre, Chopin y Beethoven son ejemplos visibles por su ubicación histórica y sus obras musicales como compositores, y “hombres” en dicha búsqueda, que marcaron un antes y un después en la historia para quien la sepa interpretar.  Allí plantea una manera de mirar la grafía de estos músicos, analizarlos en base a los métodos de la disciplina descriptos y llevarlo a la situación personal. “Lo mío es para un público que está buscando un camino, otra alternativa para crecer y evolucionar, con una apertura mental, espiritual, álmica y social.

Mónica hace consultas on line y presenciales. Mientas, sigue sumando conocimientos en otras ramas de la salud holística y ampliando los que ya posee. A punto de jubilarse en la docencia, sostiene que su meta es sentirse útil. “Siento que es mi misión. Antes de irme de este mundo quiero cumplir con esa misión, dejar alguna semilla, alguna huella para quien lo necesite, para quien le interese. Sigo en esa búsqueda de la que hablé al principio de la conversación. Mi alma tiene esa necesidad de ser útil, de poder servir”.

 

+ Info: @grafo_monicaserena 

Texto: Julia Porta

Fotos: Pablo Aguirre

Sesión: Perfiles

Edición: N° 103