05 tapa sugerida_resultTiene 54 años y hace 26 que camina las villas del suroeste de la ciudad. La gente lo invita a sus casamientos y cumpleaños y también a sus velorios y tragedias. Es socio honorario de Colón, juega al fútbol 5, nada y corre. Axel Arguinchona: un pastor con olor a ovejas.

08_resultConsagración. Momento sagrado. En la iglesia repleta no vuela una mosca. El cura eleva el cáliz al cielo, fija sus ojos en el infinito y entonces, desde la calle, un grito produce un tajo en el silencio:
– ¡Aguante el padre Axel! ¡Aguante Colón, loco!
El cura Axel Arguinchona tiene voz cantarina, mirada fija y una sonrisa a prueba de malas noticias. Habla un tono más arriba de lo que uno espera: como si festejara algo.
– Cuánta energía…
– No es energía. La energía es física. Nosotros hablamos de la gracia de Dios.

A cargo de Cáritas Santa Fe, conoce la realidad de los barrios y pueblos 200 kilómetros a la redonda de su sede, la parroquia Nuestra Señora de La Merced, en Av. Freyre 1800. Se recuesta en citas: de Jesús a Santa Teresa, de San Agustín al Papa Francisco. «Jesús dice en el Evangelio: ‘Les daré una alegría que nadie les podrá quitar’. Es un regalo, un don. No es ni suerte ni energía. Si fuera algo personal diría que es una construcción humana, pero no lo es. Dios te da la alegría todos los días; el asunto es abrir el corazón y encontrarla», fundamenta su algarabía existencial.
Axel nació el 14 de octubre de 1960, en una familia de clase media. Su infancia transcurrió en Moreno entre Urquiza y 4 de Enero, con un papá que falleció en 2005, una mamá que aún vive y lo acompaña y una hermana, que actualmente reside en Rosario. No eran fervientes católicos: acaso los sacramentos básicos y alguna que otra visita a la iglesia.
03_result– ¿Nunca desfallece esa alegría?
– Depende de uno. Cada día que pasa sufro más, porque el dolor de la gente es muy fuerte. Y, como dice San Pablo, la caridad está en reír con los que ríen y llorar con los que lloran. El sufrimiento se hace cada vez más presente en mi vida; pero a su vez soy cada vez más feliz, porque donde abunda el dolor, sobreabunda la fuerza de Dios.
– Suena a mensaje de resignación.
– No. Se trata de tener fe en Dios. Por eso los pobres vienen a pedir el bautismo: porque saben que van a estar protegidos. El pobre tiene una experiencia de Dios muy fuerte. El pobre sabe, en medio de su sufrimiento, que Dios nunca lo abandona; y tiene una gran confianza en eso. Por eso uno ve tantas cosas heroicas entre ellos, tantas cosas lindas en medio de tantas dificultades. Jesús, que sufrió muchísimo más que nosotros, nunca bajó los brazos. Cómo los vamos a bajar nosotros.

El pequeño Axel estudió la primaria en la escuela San Cayetano, Urquiza y J. J. Paso, y la secundaria en el Liceo Militar, entre 1973 y 1977. Al terminar se metió en Ciencias Económicas de la UNL, donde cursó un par de años. Nada hacía pensar que ese pibe que tenía una vida promedio -sus amigos su familia sus historias-, tiempo después se calzaría la camisa celeste y el alzacuellos.
«El primer llamado fue en una clase de Ciencias Económicas. Estaba en clases, Moreno y 25 de Mayo, en el aula que está bien en la esquina. Era un día cualquiera de la semana y yo sentí un deseo de ir a misa. Fue muy raro porque yo no tenía nada que ver con esa vida».
– ¿Te había pasado algo? ¿Te sentías en crisis?
– Nada. Tenía todo bastante arreglado en mi vida. Tenía posibilidades de trabajo, me iba bien en el estudio. Terminé la clase y me fui a misa a los jesuitas. No fue una misa especial, no recuerdo ni qué se dijo ni quién la dio. Pero al otro día volví. Y así fue generándose un deseo: me sentía bien allí. Fue muy dulce el modo en que se dio mi proceso de encuentro con Dios.

01_resultSu modo de hablar opone resistencia al «usted», al «Padre», a cualquier modo de la formalidad. Cuando anda por el centro, de algún carro siempre baja alguno para darle un abrazo. En la puerta de la iglesia todos paran: lo saludan, le dan la mano, le gritan algo desde la vereda. Faltan pocos días para que se produzca el ascenso de Colón a primera – «el milagro de la resurrección», lo definirá luego- y está contento: como el partido es a las cinco, llega justo para la misa de las siete.
Las dos inundaciones, de 2003 y 2007, lo marcaron: dice que entonces pudo admirar más claramente el espíritu de la gente de esos barrios. «He ido a casas donde lo único que tenían era un poco de grasa y harina, y te ofrecían tortas fritas con todo su amor», dice, como quien todavía se resiste a creerlo. Cuando bajó el agua -«bajó el agua», remarca, «porque la inundación no terminó»- y había que poner en pie todo de nuevo, en la iglesia nos juntábamos todos: cristianos y ateos, fueran de donde fueran. Qué más hermoso que eso.
Centenario, San Lorenzo, Chalet, Arenales, Santa Rosa de Lima: esos son sus hogares. «La gente agradece que uno los acompañe, que esté con ellos. La gente humilde reconoce, y esas experiencias me llenan el corazón, porque es algo que no merezco».
– No todos los sacerdotes generan la reacción que vos provocás en la gente.
07_result– Lo único que hago es caminar con ellos, intentar acompañarlos. Con el paso de los años la pobreza no se ha ni siquiera estancado: ha aumentado, y eso es claro. Cuando se dan números desde un escritorio pero no se camina la calle, no se tiene la real dimensión del asunto. Y no hablo solamente de los barrios: hay muchas personas que, después de una vida de trabajo, tienen una jubilación de miseria. Esos son nuevos pobres, que también sufren. Cuando yo comencé a trabajar en los barrios, el tema de la droga no existía. Después empezó a darse todo este tremendo fenómeno: esos también son nuevos pobres. Es un desafío muy difícil: si no fuera por Dios, no podría afrontarlo.

A los quince años Axel vivió la experiencia del Campamento Espiritual Arquidiocesano. «Ahí conocí a un gran hombre, Monseñor Zazpe. Fue algo muy impactante para mí. Pero fueron esos meses, después se me pasó y seguí con mi vida», se ríe, sentado en un banco de la iglesia donde un par de devotas permanecen sentadas en silencio. Son las nueve de la mañana y el termómetro promete temperaturas generosas.
En noviembre de 1982 tomó la decisión de ingresar al seminario. La familia y los amigos quedaron perplejos: si bien lo veían pasar horas en la iglesia, nadie se imaginaba que su vida daría un giro tan radical. El tiempo le daría la razón: el 30 de setiembre de este año cumplió sus Bodas de Plata como sacerdote.
04_result– Viviste la época del seminario con Zazpe y también con Storni. ¿Cómo fue esa experiencia?
– La figura de Zazpe era muy fuerte. A pesar de ser reconocido a nivel nacional, era un hombre muy humilde y paternal. Te hacía sentir que eras un igual: eso es propio de los santos. Desgraciadamente murió a principios de 1984, así que compartimos sólo un año, pero fue un año muy especial. Después llegó la era Storni. Mi experiencia en el seminario fue muy fuerte. Éramos más de 50. No nos moríamos de hambre, pero a veces ibas a la despensa y estaba bastante vacía. Había que convivir. Aprendí a vivir en la austeridad: eso me serviría mucho para lo que vino después. Nunca tuve ningún tipo de inconveniente, ningún choque ni desencuentro.
– ¿Qué pensás de todo lo que pasó con Storni?
– En mi experiencia personal, tengo que decir que nunca vi nada ni experimenté nada. Absolutamente. Incluso Storni vivía en el seminario mientras era arzobispo. Él nos exigía mucho en el estudio y en la oración, pero eran exigencias positivas para la formación. Los problemas empezaron después.
– ¿Y qué te pasó cuando te enteraste de lo que había ocurrido?
– Lo viví con mucho dolor. Mucho. Él fue quien me consagró sacerdote y estuvo presente durante toda mi formación. Es como ocurre ahora con el Papa Francisco, frente a problemas que surgen con sacerdotes u obispos en el mundo entero: son temas que provocan un gran dolor. Es la única palabra que puedo utilizar. Sentí dolor por las personas que sufrieron, y dolor también como miembro de la iglesia.

02_resultAxel arranca temprano, rezando, y luego sale a la calle. A veces manda la agenda; otras veces, los imprevistos. «Me han llamado porque hay alguna situación conflictiva en el barrio y me piden que interceda. En esos momentos largo todo y me voy volando. Uno es sacerdote cuando reza, pero también cuando está ayudando a una persona para que tenga su techo, o escuchando a alguna mamá de un drogadicto. Cuando juego al fútbol, cuando voy a la cancha o cuando voy a nadar: soy siempre un cura. Yo sé que la fuerza no viene de mí, viene de Dios. Yo tengo que poner lo mío: cuidarme, ir al médico, fortalecer mi cuerpo», enumera su rosario de prioridades.
– La llegada de Francisco inició una nueva etapa en la Iglesia. Incluso hubo alguna insinuación sobre el tema de redefinir la cuestión del celibato sacerdotal. ¿Qué opinás al respecto?
– El celibato es una gracia. No se trata de que si el sacerdote se casa va a tener menos tiempo para la familia o para la parroquia. No es eso. Se trata de la identificación con un Cristo que vivió célibe y que se consagró totalmente a Dios y a su pueblo. El celibato permite que el sacerdote tenga su corazón indiviso. Es una gracia, pero también es una tarea. Si el sacerdote no reza, no se confiesa, no medita, no busca en el espíritu esa fortaleza, no la va a poder desarrollar. Después, se trata de evitar las ocasiones de pecado. El celibato es un tesoro muy grande para la iglesia. El Papa puede modificarlo, obviamente; si esto es así, será también un mensaje de Dios.
06_result– ¿Qué opinás sobre la apertura del Papa respecto de los homosexuales o los divorciados?
– El Papa dice que no hay que enjuiciar a nadie, y eso es fundamental. Yo jamás dejé de lado a nadie por su condición sexual. Siempre los recibí con todo mi corazón, porque son hijos e hijas de Dios. Jamás oculté la verdad, y todos quienes se han encontrado conmigo saben lo que yo pienso. Pero nunca he dejado de darles un abrazo y de decirles que somos todos iguales. Puedo decirles: tu vida tiene que cambiar en esto o aquello, para que estés más identificado con Cristo. Pero el único que te va a juzgar es Dios.
– ¿Qué cosas no están bien hoy dentro de la iglesia?
– Tenemos que reforzar la formación en los seminarios, prestar más atención. Aunque haya crisis sacerdotales, no hay que apurarse en imponerle las manos a nadie, como decía Juan Pablo II. Y después, lo que pide el Papa: una iglesia de puertas más abiertas. No sólo para que todos entren, sino también para que nosotros salgamos más. Hace falta más calle.

CRÉDITOS: Natalia Pandolfo

FOTOS: Pablo Aguirre