Martín Kohan, escritor y docente universitario, puso palabras a la apertura de la 47° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires en un extenso (casi 20 carillas) discurso inaugural que el auditorio escuchó con un silencio sigiloso apenas interrumpido por las ironías sutiles o las identificaciones subjetivas que apelaron a lo cotidiano y al hito eventual que hace de una feria algo excepcional.

“Un fenómeno notable de concentración e intensificación”

Situó a la feria como un evento extraordinario con el suficiente poder de realce y amplificación del objeto libro y su potencial muchas veces silenciado durante el devenir del año y de los acontecimientos: «El gran mérito de la Feria del Libro no radica en la sustitución o en la excepción (al contrario, de ser así, fracasaría), sino en su eventual poder de realce y amplificación. La apuesta es que el realce habilite a ver lo realzado cuando ya no está realzado, a escuchar lo amplificado cuando ya no está amplificado. Si el acontecimiento del año durase todo el año, ya no sería un acontecimiento (y no habría forma de soportarlo: ¿doce meses de acontecimiento? No hay cuerpo que aguante)», reflexionó.

Kohan se pregunta retóricamente si en verdad es expansivo este evento libresco o si se encapsula en las tres semanas que dura la Feria. «Un fenómeno notable de concentración e intensificación, en un tiempo de vértigo y en un lugar transformado, de elementos que, con más discreción, incluso a veces asordinados, se encuentran en distintas partes a lo largo del año entero», definió a este mega encuentro de libreros, editoriales y lectores.

“Ya casi nada puede hacerse largamente y de corrido”

En tiempos de vorágine de pantallas y pulsión digital (des)controlada, Martín, instala su narrativa en la posibilidad del libro de desconectarse. El objeto- libro, en toda su materialidad desplegada, ofrece una plataforma que conecta consigo mismo y ese efecto es trasladable a quien lee. «Probablemente nunca ha sido tan difícil como ahora conformar esa zona liberada (liberada para uno mismo) y ese tiempo liberado que el ejercicio de la lectura requiere; nunca ha sido tan difícil como ahora desconectarse (porque estamos, en sentido estricto, conectados siempre) para poder ponerse a leer», manifestó.

La vorágine nos sitúa todo el tiempo en otra cosa que parece ser distinta y hasta antagónica a la que estamos haciendo y ahí deviene el “zapping noventoso” de cambiar de acción o de mirar a otro lado. Kohan reflexiona en ese otro lado, que además es otro lugar y otro mensaje casi paralelamente y en ese interín es muy difícil permanecer leyendo un libro por mucho tiempo. Esta dificultad se traslada por una lógica inherente al no silencio a proceso de escritura y de lectura.

 «El arte de estar en otra cosa, que es la base del arte de la lectura, se vuelve ciertamente difícil, se vuelve casi imposible, cuando todo en realidad es otra cosa, cuando no parece existir esa cosa que nos permitiría estar en otra. Ya casi nada puede hacerse largamente y de corrido: ni conversar, ni mirar una película, ni ver un partido de fútbol, ni escuchar algún concierto, ni no hacer nada». Y remató: «Cuando todo el mundo se vuelve un aparte, se complica el mundo aparte».

La vociferación

Las voces que se hacen escuchar entran al campo auditivo como ruidos, como interferencias sonoras que necesitan de la disrupción para poder existir. Si algo disrumpe la escena es porque la corta, o al menos, la discontinua. Por eso, en estos tiempos de vorágine, los discursos predominantes están plagados de pequeñas y continuas provocaciones que aparentan grandilocuencia semántica, pero se quedan en titulaciones efectistas de pocos caracteres y sin demasiado anclaje en el contenido.

 «La Feria en medio del ruido de la ciudad, las voces en medio del ruido de la Feria. ¿O no es ésa acaso la manera en que discurre el decir literario en el espacio más bien ajeno de la sociedad, de la realidad general?», afirmó Kohan.

«Las voces del decir literario no están en primer plano, no son las que preponderan. Lo que prevalece mayormente es la frase suelta de impacto, la frase drástica que sirve de título (de una nota o una entrevista que ya no hará falta leer), la frase asertiva tuiteable, la que ahora mismo me esmero por evitar», remató el escritor.