Quienes germinamos irradiadas por el signo de ese territorio incandescente que detonó como la Generación X (principios de los años 60 hasta inicios de los 80), nacimos con un televisor blanco y negro bajo el brazo.
La televisión con su hechizo de imágenes paganas nos viene tejiendo en su línea de tiempo una especie de autobiografía privada totalmente autorizada en la cual nosotras fuimos enlazando casi orgánicamente a cada persona/personaje que se nos cruzó ante los ojos. Esa mirada ineludible se mimetizó con cada una de las mujeres icónicas que han traspasando los límites de ese rectángulo con antena medido en pulgadas y que en cada corte curvilíneo de su cartografía catódica fueron confeccionando a fuerza de cuerpo poético el género que modelamos, desandamos y des-a(r)mamos: el femenino.
Y así de niñas, frente a la pantalla encendida nos pegábamos como catanga al foco; un poquito poseídas, otro poquitito abducidas como la nena rubísima de “Poltergeist” cuando sus traviesos amiguitos del más allá la invitaban a abrir la puerta para ir a jugar al filo de la realidad. En su bella tarea, la niñera electrónica con sus senos de rayos alta tensión, en la era pre cable y dos canales para sintonizar, nos amamantó en su matriz desmesurada de nodriza a perilla y, a cambio del tetazo, la retroalimentación mutua devino en rating.
Esta es una pizca de mi altar, mi rescate emotivo: 1)- Las musas locales: adicta al cacao en polvo en todos sus formatos gracias a las recetas culinarias en vivo y en directo de Cristina Buchara en “Entre mate y mate”. Quién no abrió la ventanita del amor ni cantó en “El mundo de María Azucena”, definitivamente, no tuvo infancia. 2)- Un par de vueltas a escondidas y el resplandor de la más superpoderosa de las chicas: “La Mujer Maravilla”; carne y divinidad contra el fascismo y sexismo. 3)- La banda sonora tan biónica como su trote en cámara lenta y el ruidito de ese oído ultra absoluto equilibrando desigualdades de un mundo nuclear y machista: la ineludible “Mujer Biónica”. 4)- Setentosas y pistoleras al cubo: “Los Ángeles de Charlie” que juntas pero separadas de la “Mujer Policía” eran el dream team torbellino en primer plano de las tardes infanto aquelarre a puro bangbang y peinados fuera de serie. 5)- Aprendimos a besar viendo como Cristina Alberó se lo chapaba a Antonio Grimau en “Trampa para un soñador” como lo hizo con tantos en tantas telenovelas nuestra tan venerada Verónica Castro. Ellas y muchas más son parte de nuestro ADN identitario; esa influencia que se trama a imagen y semejanza.
Crédito: Querelle Delage