Las mujeres necesitan alimento y descanso como sus semejantes varones, ellas también salen al mercado laboral, estudian y se capacitan, quieren/necesitan desarrollar actividades deportivas, sociales, políticas y de divertimento. Y, además, está el cuidado y la atención de su casa. Todo esto hace pensar que el día debería tener unas seis horas más para ellas, sin embargo, acá sí hay igualdad: el día dura lo mismo para ambos.

Una casa requiere tiempo y esfuerzo, amén de energías y pensamientos. Alguien tiene que realizar esas tareas si se pretende mantener en pie un hogar, el espacio donde las personas pasan buena parte de la vida en familia y con amistades. Esa dedicación históricamente ha ido a parar a las espaldas femeninas.

Hoy se sabe que la brecha laboral no es una entelequia, existe una real diferencia entre los ingresos de unos y otras debido, en buena parte, a las tareas domésticas y de cuidado realizadas, casi exclusivamente, por mujeres de manera no remunerada. Estas tareas le impiden una dedicación más exclusiva en el mercado laboral lo que deriva en deficientes remuneraciones.

La economista Mercedes D’ Alessandro analiza esta situación “el tema central tiene que ver con la asimetría de los cuidados y con una cultura que asigna eso a las mujeres. Hay un montón de trabajo no remunerado que aparece dentro de la esfera de lo privado y lo personal pero que, sin embargo, es fundamental para que funcione el sistema productivo en el que vivimos. Alguien que tiene que ir a trabajar todos los días necesita todas estas tareas resueltas”. Y en Argentina, son las mujeres quienes dedican en promedio seis horas diarias a resolverlas.

Si bien las luchas feministas ayudaron a visibilizar situaciones de desigualdad y a forzar correcciones, cierto es que las mujeres ingresaron al mismo mercado de trabajo en el que se encontraban los hombres pero en desigualdad de condiciones. Como bajarse de la cama con el pie izquierdo.

Otra economista, Corina Rodríguez Enríquez, explica que abordar esta realidad con mirada crítica “no es, exclusivamente, un asunto que deba importarle a las mujeres sino a toda la sociedad porque no solamente genera desigualdad sino también una des-utilización de la fuerza de trabajo de las mujeres.” Esto es, la sociedad está desaprovechando las energías, capacidades, talentos e inteligencia femeninas. Rodríguez Enríquez va más allá: “Incluso se desaprovecha la propia inversión social en las capacidades femeninas ya que ellas tienen un nivel educativo mayor que los hombres y esto se desperdicia.”

Otra economista, Lucía Cirmi Obón, plantea discutir licencias parentales compartidas o extensión de las actuales licencias paternales como una de las propuestas que ayudarían a achicar la brecha laboral. Si un/a empresario/a (o el propio Estado empleador) se encuentra frente a la posibilidad de contratar a una mujer o a un varón con iguales currículum, la posibilidad de que se ausente por tres meses en caso de embarazo no será motivo por el que descarte a la mujer. (*)

Las tres economistas coinciden en la necesidad de pensar políticas públicas que vayan en el camino de la reducción de las desigualdades. En la conciencia de que ciertos roles socialmente impuestos no necesariamente son buenos para todos. O para todas, en este caso.

 

 

 

(*) Al cierre de esta nota se conoció que dentro de las reformas propuestas por el gobierno nacional se incluyó la discusión de un proyecto de ampliación de la licencia por paternidad a quince (15) días.

 

Texto: Mariana Steckler