Ejerció el sexo por dinero durante 18 años. Hasta que logró cortar con ese dramático círculo vicioso. Hoy encabeza una agrupación que intenta salvar del yugo sexual a las mujeres que están en las esquinas.

“Hoy hay niñas desde los 12 años en las esquinas. La mayoría de las mujeres prostitutas no tiene el primario terminado. Yo ni siquiera terminé el tercer grado”. Elena Moncada habla con el alma desnuda de par en par. Su vida fue una condena, pero la convirtió en lucha. Lo cuenta todo en su libro, “Yo elijo”, donde relata la tortura que padeció durante casi dos décadas como prostituta.
El mensaje del libro es claro: hay que combatir la prostitución. Y la prostitución no es trabajo. Moncada encabeza Santa Fe en Actividad, agrupación que asiste a mujeres en situación de prostitución con un objetivo de máxima: sacarlas de ese estado de vulnerabilidad.
El dolor de haber sido

Ella usa todo el tiempo el gesto de las comillas con sus dedos al referirse a la prostitución como un trabajo. Es su forma de dejar en claro que habla en sentido figurado. “La prostitución no es trabajo”, recalca.
La relación con el fiolo es lo más parecido a la dialéctica del amo y el esclavo de Hegel: “Primero el amor, después la deuda, después devolverle lo que se le debe. Después el maltrato, el ‘traeme más plata’. Es un sometimiento y una forma de esclavitud”, dice. Esa relación no cambió: es la misma lógica brutal de hace 50 años, asegura.

En esa situación estuvo seis años. “Viví en la oscuridad. Me perdí la vida”, recuerda con dolor. Después regenteó (administró) varios lugares donde se ejercía la prostitución. Pero seguía atrapada en el círculo vicioso. “Las rufianas (las regentas, o las madamas) controlan a las chicas. Pero ser rufiana es estar en la misma situación de vulnerabilidad de la mujer que ‘trabaja’”. Otra vez los dedos en señal de comillas.
Cómo se entra al submundo

Y después está algo clave: la captación y la trata. Trata para fines de explotación sexual y prostitución son las dos caras de un mismo problema”, dice Moncada. El otro factor que puede empujar a una mujer al submundo de la prostitución es la falta de instrucción escolar.
Salió de ese mundo trágico por dos episodios clave en su vida. La muerte de alguien cercano, y la noticia de que iba a ser abuela. Esto último fue su epifanía, el chasquido en el oído, la cachetada que la sacudió. Ahí salió del círculo vicioso en el que estaba atrapada. Y empezó su lucha.
El trabajo de la agrupación

Se empezó con talleres de prevención de VIH y uso correcto del preservativo como forma de evitar el riesgo de enfermedades de transmisión sexual (ETS). Recién después se empezó a hablar de los derechos sexuales de la mujer.
Hay tres ejes que marcan la labor de la agrupación: “Primero, estamos trabajando con la Oficina de Capacitación y Empleo, que depende de Nación. Inscribimos a las chicas en situación de prostitución y víctimas de violencia de trata, aceden a un estímulo económico y a la posibilidad de un trabajo digno”. También, las inscriptas se capacitan para ser promotoras territoriales en derechos humanos con perspectiva de género.

Para Moncada, hacen falta políticas públicas que aborden de lleno el problema de la prostitución. E instalar el tema en la sociedad. “Hoy hay miles de Elenas en el país deseando salir de este mundo trágico. Si yo pude salir, ¡otras también pueden! Hay que terminar con la idea de que la prostitución es trabajo”, dice. Y no olvida de levantar sus dedos índices y medio de ambas manos y hacer la señal de las comillas.
CRÉDITOS: Luciano Andreychuk
FOTOS: Pablo Aguirre