“Que un elefante ocupa mucho espacio lo sabemos todos. Pero que Víctor, un elefante de circo, se decidió una vez a pensar “en elefante”, esto es, a tener una idea tan enorme como su cuerpo… ah… “
Elsa Bornemann, Un elefante ocupa mucho espacio.

Estamos leyendo, con primero y segundo, una antología poética compilada junto con una amiga escritora. Ella la empezó, me la pasó, yo la seguí, se la devolví, hicimos un tiki tiki. La seguimos mutando, mientras leemos textos nuevos, no se cierra.Los poemas no buscan enseñarqué es poesía, al menos por ahora. Lo que yo quiero es correrle unos puntos a la media Ciudadela de mis clases. Quiero que mis alumnos dejen de gritar en clase. Quiero que dejen de gritar pasame el liki, puto o callate, boliviano. Quiero que pongan mute cuando leemos Yo monstruo mío de Susy Shock o Por qué grita esa mujer de Susana Thénon.
Me pregunta el Axel mientras vamos leyendo ¿y qué es un travesti, profesora? ¿Y vos qué pensás después de leer a Susy Shock?le devuelvo. Sacan el mute y arrancan los gritos aunque estén a diez centímetros uno de otro: callate, travesti; yo conozco uno, era de lindo cuando era hombre dice mi mamá; los travestis se van al infierno, así dicen en la iglesia, en serio, seño.
En la escuela pública me siento libre para armar contenidos. Los armamos con mis compañeras y compañeros de Lengua y Literatura, de acuerdo a lineamientos curriculares nacionales y provinciales, pero con libertad para seleccionar. Desde la Ley Nacional de ESI (Educación Sexual Integral), oriento mi búsqueda a textos que permitan estas aperturas. La no incumbencia de la iglesia, en los asuntos del estado, nunca fue tal en la práctica pero el concepto de enseñanza laica venía a resolver, desde la Ley 1420, el colonialismo religioso para pensar los contenidos escolares. Hoy, y desde que existe la ESI, la propia ley ha sido resistida por muchos compañeros que sonríen de costado ante la idea de “tener que dar” ESI en su materia.
Disfruto leyendo junto con mis alumnos. Sé que ellos también disfrutan porque los rostros, respiración y clima, mutan con los del texto y sus personajes. Un poco se aburren los de quinto y sexto al arrancar con el Martín Fierro pero, luego, se divierten al revisar su validez como texto nacional; después de la reescritura de Borges en “El fin” (mata a Fierro, reponiendo el círculo de la venganza) o de Kohan en “El amor” (Fierro y Cruz enamorados en el desierto).
Insisto en estas idas y vueltas desde el trabajo vivo del aula, que es donde se piensa con otros. Insisto en preguntarles, habiendo pasado antes por cuestionamientos menos cómodos: ¿y si yo fuera un elefante, sería mejor o peor profesora para ustedes? En todas las oportunidades en que se los he preguntado, en todas, los chicos y las chicas dicen: sería nuestra profesora, profe. La escuela sirve para esto: para reconocerse con otros en el pensamiento. ¿Y si ustedes fueran un elefante?

Texto: Analía Giordanino