El estudio, plagado de instrumentos y decorado con una impronta propia, es sin duda su lugar en el mundo, un sitio en donde se respiran notas, inspiración y musas parecen ser visitantes frecuentes.
Con todo ese bagaje, hace algunos meses desparramó parte de su repertorio por España y Suiza en siete recitales.
TSF – ¿Cuánto hace que está en la música?
AS –Comencé a tocar guitarra cuando tenía 8 o 9 años, por un tío que me escuchaba cantar por los pasillos, y se le ocurrió que yo podía tocar un instrumento, me regaló una guitarra y comenzó a llevarme a la academia de Hugo Ifrán. Entonces empecé a estudiar guitarra y es ahí cuando te vas metiendo sistemáticamente en todo.
TSF – ¿Pero sabía que quería cantar o se dio cuenta más tarde?
AS –Mis familiares se fueron dando cuenta de que era algo innato en mi cantar afinado, pero yo lo vivía como algo natural, tampoco se me ocurría decir “ah, soy cantante”. Mi tío Lito Suñé era médico, pero también cantaba y le gustaba mucho la música, coleccionaba discos. Creo que gracias a él salimos músicos mi primo Pepe Díaz y yo.
TSF – ¿Recuerda algún momento en el cual haya dicho “quiero seguir haciendo esto”?
AS –No, porque yo era muy tímida y saber tocar la guitarra significaba una herramienta para relacionarme con los demás. En cambio, el punto de inflexión profesional que me marcó fue a mis 18 años, en plena apertura democrática, cuando me fui a La Posada del Corregidor con un grupo de amigos, a escucharlo a Diego Massimini, con quien una vez, había cantado “La Zamba del Ángel”. Pero en esa ocasión, sin previo aviso me llamó a cantar con él, al dueño del local le gustó mucho y le pidió que me incorporase, ese fue mi umbral profesional. Éramos pocas las que estábamos en el circuito en ese momento, no había muchas cantantes populares. Comencé a tener de la nada una actividad musical muy fuerte que me pulió mucho arriba del escenario. Al principio versionábamos canciones, pero luego se formó un grupo que se llamaba Confluencia y también después entré a cantar en La Naranja, en ambos se cantaban canciones de los líderes de estos grupos. También comencé a estudiar letras y empecé a indagar en el cancionero a través de la poesía. Pero en un momento necesité empezar a escribir mis canciones.
TSF – ¿Ayudaron las letras a escribir?
AS – Intentar escribir sin leer es como que te faltara algo, todos los autores pueden escribir porque han leído mucho. Entonces llegó la etapa no solo de cantar si no de pedir más protagonismo y de incluir algunas canciones mías, con La Naranja, me habían aceptado algunas, con El Espejo fueron un poco más, y cuando se disuelve, a mi me queda la necesidad de seguir haciendo música, y me encuentro con el camino abierto para ser la compositora de mis temas. Más cerca de mis 30 comencé a tener formaciones en las que hacíamos mis repertorios, pero esto de ninguna manera quitó la posibilidad de seguir haciendo canciones de autores que me gusten.
TSF – ¿Por dónde pasaban las musas en ese momento?
AS –Había muchas canciones de soledad (risas), se ve que estaba muy sola, había canciones de sentimientos, los personajes empezaron a aparecer después, las primeras canciones son más autobiográficas, “Color Azul” es un tema en el que hablo de lo que es estar cantando y saber que hay otro escuchando, hasta hoy lo sigo cantando y me gratifica mucho. Más adelante me di cuenta de que hay otros recursos más narrativos, como contar historias y empezaron a aparecer personajes, lo urbano, el paisaje, el río.
TSF – ¿Hay canciones que no hayas terminado de escribir?
AS –Sí, hay letras empezadas, pero no les encontré la música adecuada, porque uno escribe pero después hay que musicalizar, lo hermoso y complicado es logar un equilibrio en una canción entre la letra y la música para que no se opaquen una a la otra. En los últimos años estoy esforzándome en la simplificación, porque vengo de una retórica con bastantes recursos literarios para llegar a una poesía con la simpleza de la oralidad, pero con algunos recursos poéticos para que no termine en una conversación, para eso me sirvió mucho un taller con Jorge Fandermole, que es un maestro iluminador. No se pueden escribir siete metáforas en una canción, por ejemplo, Charly García tiene letras directas, parece que está conversando con vos. Sin embrago en algún momento aparecen recursos que son increíbles, eso te deslumbra, ahí se ve la firma de Charly. Si el que oye puede ver lo que se está cantando, o se siente identificado con el sentimiento que estás queriendo transmitir, el objetivo está cumplido. Calle 13 tiene letras que rescatan momentos coloquiales, pero que no pierden la profundidad. Nuestro poeta maravilloso fue el Flaco Spinetta, que leyó de todo, fue un indagador, escuchó mucho para llegar a lo que escribió.
TSF – ¿Por qué llegó a Europa con su música?
AS –Hace muchos años, venía cantando con Puja, un grupo de teatro de altura, liderado por Gastón Iungman, ellos decidieron irse a Europa y yo elegí ser madre, ser mujer en la música también tiene sus dificultades. Mi hijo hoy tiene 14 años lo cual no me genera problemas, y yo me siento segura de salir a tocar sola la guitarra, sin la banda. Si viajás a Europa, lo planificás con unos cuantos meses, eso me dio tiempo para organizar un buen repertorio. Tomé clases de guitarra semanales, para armar un listado de 15 temas, los grabé en el estudio de Fede Teiler y ese demo fue lo que utilicé para ofrecer en los lugares donde toqué. Les gustó, conseguí dónde tocar en los tres lugares donde paré: Alicante (España), Martigny (Suiza), Vitoria (País Vasco). En total fueron siete recitales.
TSF – ¿Qué percibió de esos públicos tan diferentes?
AS –La mejor onda, más allá de lo que yo temía, por salir sin los tremendos músicos a los que estoy acostumbrada, descubrí que el hecho de cantar sola te brinda una comunicación súper directa con el que escucha. Sos vos, tu guitarra y la persona, no hay distracciones de por medio. En el Palp Festival de Suiza me tocó el primer recital, abrir las fechas.
TSF – ¿En Argentina cantó para un público masivo?
AS –Sí, con La Naranja cantamos en el Chateau Rock, uno de los más grosos porque en esa edición tocaron Soda Stereo, Sumo, Virus, Los Enanitos Verdes, Fabiana Cantilo, fueron cuatro noches y nosotros subimos representando a Santa Fe. Yo era muy chica y era tocar en un estadio.
Pero el año pasado, Gastón Iungman volvió a Santa Fe con la banda anglo-argentina Duchamp Pilot, que también integra el baterista santafesino Theo Cuevas y me convocaron para cantar con ellos un tema de Pink Floyd, en el aniversario de la fundación de la ciudad y hubo 60 mil personas, fue hermoso volver a cantar con ellos, en mi cuidad, con tanto público. Mucha gente que no me conocía me conoció ahí.
TSF –Si tuviera la oportunidad de viajar en el tiempo y encontrarse con usted cuando salió a tocar por primera vez, ¿qué consejo daría?
AS –Hay que estudiar mucho, ser músico te expone mucho, es muy sensible, hacer algo mal te puede dejar mal parado, yo, gracias a Dios, no he tenido malas experiencias de esas. Cuando me refiero a estudiar digo que hay que tocar con otros, escuchar música, nutrirse, no cerrarse a ningún género. La música lleva mucho tiempo para hacerla bien. El músico no solo debe tocar bien, sino que debe saber ofrecer su música, por respeto al público debe haber renovación; es más si no estudio, siento que corro peligro.
TSF – ¿En algún momento pensó en dejar la música?
AS –Sí, hace unos cuatro años, entré en una crisis de identidad y sentí que no era música (risas), qué tontería, ahora veo esas cosas con gracia. Estaba pasando por un período en el que las cosas no me salían y no me llamaban para cantar, me veía sosteniendo un grupo, haciendo un esfuerzo para tocar dos veces al año y me plantee que a lo mejor yo no era música y le estaba imponiendo a la gente algo que no era. Pero más tarde me di cuenta que donde siento que soy es en la música, todo intento de desviarme de la música me pone en crisis.
En octubre presentará su nuevo disco “Vientos de la calle”, en Santa Fe y Rosario. Para ello ya prepara un recital que no solo será musical, sino que contendrá un fuerte factor visual y artístico.
CREDITO: Sergio Ferreyra
FOTOS: Pablo Aguirre