Dos ruedas de bicicleta porfían en la arena de la Calle del Sol en Villa California. Toman una difícil curva en Los Robles y enseguida frenan en la dirección indicada. El ciclista deja el vehículo apoyado en un árbol y golpea sus palmas. Alicia Barberis – escritora, narradora oral, docente, ceramista, editora- abre la puerta de su bella casa.

La charla comienza mucho tiempo antes que se encienda el grabador. Alicia prepara el mate y dispone masitas en una pequeña cesta. El reportero y la entrevistada tienen intereses comunes que exceden lo literario. Estos los llevan a hablar de violencia, pobreza, sufrimientos invisibles y niños que sufren. Por eso, cuando se enciende el grabador -que no es tal, sino un celular- se impone una pregunta.

TS-¿Cómo hablamos de literatura luego de hablar de un niño al que mataron a golpes en un barrio de nuestra ciudad? ¿Qué puede decir la literatura sobre esto?

AB- Eso es lo que yo me vivo preguntando: ¿para quién escribo? No me interesan las cosas edulcoradas y esa realidad ficticia que se maneja mucho en la literatura, sobre todo para niños y jóvenes. Como si hubiera que protegerlos de la verdad. A través de los años me he encontrado con niños y jóvenes que tienen una vida durísima, no sólo aquellos que viven en barrios más vulnerables, sino también en otros medios y en otras clases sociales también, de eso no se habla y quienes tienen que protegerlos y defenderlos se hacen los tontos. Fue un poco lo que pasó con «El Infierno de los vivos»: el juez de menores, la defensora de menores, las personas que tenían que protegerla no la protegieron.

Alicia se remite a la novela que publicó en para inaugurar la EditorialPalabrava y luego reeditó Colihue. En ella, narra en primera persona el derrotero de una chica de quince años abusada por su padrastro.

AB-La violencia y la hipocresía que hacen que un chico se calle: «acá no pasó nada… está todo bien». Mientras lo puedan silenciar parece que no pasa nada y hay una voz que queda allí, relegada. Por eso, cuando me pregunto para quién escribo, me pongo del lado de quienes son silenciados.Es importante poder poner en palabras. Creo que a través de la literatura se te despiertan tus emociones y podés darte cuenta que a alguien le sucedió algo parecido y eso abre una puerta para hablar.

TS- ¿Qué recurso es el que genera más comunión en la literatura?

AB- Más que nada es la emoción. Yo necesito introducir en mi literatura algo que conmueva, que active la emoción del otro, la empatía. Me interesa una literatura que te atraviese, pero no aquellaque te sacude por lo fuerte o por lo sórdida.

TS- Efectista…

AB- Exacto. Lo digo como lectora, entonces tampoco como escritora quiero reproducir eso. También me interesa que la literatura no sea desesperanzadora. Me acuerdo de la película de Trapero, «Elefante Blanco», que de alguna manera me emocionaba, pero a la vez me dejó la sensación de que no hay salida y yo creo que sí hay salida.

TS- ¿Cómo construís las voces de tus personajes?

AB- Hace unos años hice un taller con Fernando Birri. Él me pasó una técnica que me pareció maravillosa: escribir una página contando todo del personaje, aspecto físico, lo que le sucedió en la vida, todo. Aunque me pareció muy buena idea, nunca la apliqué hasta «Pozo Ciego». Fernando me decía que eso sirve para conocer tanto al personaje que no lo harías actuar de manera contradictoria o inverosímil. Entonces, cuando supe todo de los personajes construí sus voces en base a cómo eran. Un poco los construí también en base a mi memoria.

«Pozo Ciego» es la más reciente novela de Alicia. En ella, ficciona la historia de un asesinato ocurrido en su pueblo, cuatro décadas atrás. La Negra Torres mata a su marido, el Topo. Además de la Negra, el seguimiento de otros dos personajes femeninos estructura el relato: Lali, hija de la Negra y la Colo, carcelera y reikista.

AB-Sin que me lo propusiera fue saliendo mi propia historia de hace 40 años. A la única que entrevisté fue a la Colo, pero traté de no apegarme demasiado a la historia real para construir mi ficción. Sin embargo, cuando terminé la novela se la envié y ella me dijo: «de todas las historias que circularon, ésta es la más cercana a la realidad». También construyo las voces con otros elementos. Por ejemplo, yo había entrevistado gente para hacer un trabajo sobre la inundación de acá, que finalmente no hice. Pero los testimonios me sirvieron para la ficción. Como una chica que me contaba sobre las ratas muertas flotando en el agua y usé esa imagen para relatar una inundación de otro tiempo en otro lugar.

TS- Habrán existido testimonios difíciles de incluir porque la realidad no siempre es verosímil y un texto siempre debe serlo.

AB- Claro. Mucho de lo real se omite.

TS- ¿Y cómo se inscribe lo autobiográfico en tu obra?

AB-Vuelvo a Birri. Él antes de aceptarme como tallerista quería leer la novela que yo había escrito, que era «Cruzar la Noche». Cuando nos encontramos en la plaza de Rincón, me preguntó: «¿Quién es Alicia en esta novela? ¿Alicia es Mariana? ¿Alicia es Ana? ¿Alicia es Mónica? Yo creo que estás ahí sin conocerte». Y sí, uno está un poco ahí y en esta novela en particular («Pozo Ciego»), creo que enterré a muchos muertos. Hay un montón de elementos que viví: lo que era el machismo, por ejemplo, en un pueblo pequeño de mil habitantes. A los 19 años ya era mamá y el papá de mis hijos correspondía a ese contexto machista.

Ya pasaron veinte años desde la publicación de “Cruzar la Noche”. La novela se convirtió en un verdadero clásico de la literatura juvenil. Fue el comienzo de la carrera de Alicia como escritora profesional.

AB-Yo sentía dentro de mí una fuerza que no podía desoír, ya desde que vivía en Santa Clara de Buenavista. Y no pude dejar de atenderla a pesar de todo lo que pasó: me separé del padre de mis hijos, me vine a vivir acá. Nunca me imaginé ni me pensé como escritora desde un lugar de fama. Sólo sentía que quería escribir, publicar y llegar a otros.

TS-¿Qué cambió desde aquella época en el ámbito de la escritura?

AB-Hoy hay más facilidades para publicar de distintas maneras. Aunque alguien que quiere ser escritor de manera profesional no tiene que creérsela. Pulir y trabajar un texto es un proceso necesario. Hoy la facilidad que menciono puede hacer que uno publique el texto sin haberlo trabajado bien. Es positivo como expresión, pero a veces leo cosas y me lamento por notar que con un poco más de trabajo hubieran quedado mucho mejor. Ojo, lo digo sin ánimo de juzgar a nadie.

Todo el tiempo, Alicia recorre escuelas e instituciones. Sus textos han sido leídos por cientos de alumnos, representados en obras teatrales, discutidos en paneles. Junto a Graciela Prieto y Patricia Severín lleva adelante la Editorial Palabrava. Practica la narración oral y coordina el proyecto de promoción de la lectura «Lectobus». Y, por lo visto, no quiere parar.

AB-Me faltan horas de la vida para poder dedicarme más a fondo. Yo hoy siento que si a mí sólo me importase escribir para los chicos y los jóvenes y no me interesara de verdad por ellos, ahí habría algo que no me cerraría. Contar un cuento y ver que un nene lo disfruta o que le das un buen momento a un chico que viene de pasarla realmente mal, siento muy fuerte la emoción que me provoca. Me atraviesa y no me sirve sólo para la literatura, me sirve para la vida, me sirve para conectarme de verdad con los seres humanos que, en definitiva, es lo que más me interesa.

Crédito: Mariano Peralta

Fotos: Pablo Aguirre