Val Salcedo Martínez recorre el entramado de su vida, compuesto por todas sus pasiones: la danza, la música, el teatro, todas con un denominador común: la voz, la radio y la locución. Su formación, sus afectos y sus vivencias que más la movilizaron para ser hoy la profesional con múltiples facetas que ilumina los sentidos de los oyentes.
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Val Salcedo no puede imaginarse como locutora sin rememorar toda su formación artística, la cual comenzó a dar sus primeros pasos junto a ella: «Antes de hablar y decir mamá o papá, yo ya tarareaba Merceditas —canción que su padre le cantaba—. A los 6 empecé en el Liceo Municipal, donde exploré varias ramas del arte, en un primer ciclo, y donde luego elegí danza». Esa inquieta nena, hoy analizada por la mujer en la que se convirtió, reconoce la gran influencia de su padre para acercarse, en su juego de niña, al arte desde los acordes y sonetos: «El chamamé es su pasión, pudo dedicarse a la música parcialmente en su etapa laboral y ahora que ya está jubilado se volcó de lleno —dice, con amor en sus ojos y emoción en su voz—, es una gran inspiración en mi personalidad artística».
Sin embargo, con el correr del tiempo, ese ímpetu enamorado de la música y la danza se veía atraído —y conectado— por algunas intermitencias de las modulaciones de una radio: «Iba con papá a las notas que le hacían por su faceta musical, y yo me maravillaba mucho con los ambientes de las radios legendarias de la ciudad». Más acá en el tiempo, una actividad escolar la llevó a volver a coquetear con la voz en el éter: «Un año no continué en el coro porque estaba cambiando la voz, así que decidí anotarme al taller de radio, donde tuvimos la posibilidad de conocer varios estudios, fue un flash, pero me alejé nuevamente al año siguiente, cuando mi voz ya había cambiado y volví al coro».
Con una mueca de ironía, Val relata que en 2003, durante una de las experiencias más tristes de su vida, fue el click determinante de su vocación. «La inundación de 2003 dejó mi casa tapada de agua por una noche, pero las consecuencias se extendieron mucho más en el tiempo, tanto que volví 9 meses después. En ese momento tomé conciencia de todas las posibilidades y recursos que existen a través de la radio, fue mi compañera todas las noches que no tuvimos luz, televisión, y ni siquiera clases. A pesar de todo esto, al momento de finalizar la secundaria y elegir una carrera, Val se decidió por Biodiversidad: «Duré un año. Estaba en el laboratorio y volaba para el lado de la música y la radio», confiesa.
La necesidad de girar el timón de la vida no es algo fácil de reconocer, «Vencí el pánico y logré contarle a mis padres que quería estudiar locución. Me acerqué al Instituto 12, conocí las particularidades de la carrera y me preparé por un año para poder dar el ingreso. Al momento de llegar al examen eliminatorio, escuche de pronto la voz de Karina Pérez Colombo —hoy su amiga— yo siempre la escuchaba en radio y ahora estaba rindiendo delante mío. En mi cabeza pensaba que si evaluaban críticamente a alguien como ella, con tantos años de experiencia, no me imaginaba lo que podían decir de mí. Por suerte pude entrar, y descubrí en el 12 mi lugar en el mundo».
Su rico recorrido por diferentes espacios de formación artística le han dado grandes referentes con los que ha compartido talleres y espacios de aprendizaje. Raúl Kreig, Rodolfo Valls, o Sergio Cangiano forman parte de las incontables anécdotas de Val, como orientadores y maestros de una colección de recursos propios de cada rama del arte que ella ha conseguido aplicar a su profesión: «Hay elementos en la carrera que se pueden profundizar mucho más. Por ejemplo, hacer un doblaje no es lo mismo si le aplicaste conocimientos de teatro y clown. Tu voz se transforma en base a una postura, gestos distintos».
Solidaria, de una fe propia y agradecida, Val lleva adelante desde hace cinco años «Dale Que Vamos» un programa junto a los amigos que cosechó en el 12, donde aplica en su profesión esa mirada generosa sobre el mundo: «Uno puede dar una mano desde su lugar en el medio: así como en 2003 la radio me ayudo a mí, hoy siento que puedo ayudar a las personas desde el mismo lugar». Además, sostiene que el fuego del arte forja todo su trabajo: «Sin duda la locución como la carrera que yo elijo hacer es artística, la columna vertebral de mi vida es el arte, y mi voz, un medio para expresarlo».
Texto: Hernán Lestussi
Fotos: Andrea Baiud
Estilismo: Mariana Gerosa
Nombre de sección: Historias de vida
Edición: N° 78