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El pianista regresó a Santa Fe para presentar “Oscillations”, su primer disco, en el que integra música minimalista, tango y composiciones propias. Cuando habla de su carrera elige hacerlo a través de los maestros que marcaron las etapas de su formación, en su ciudad natal, Buenos Aires, Mónaco y París finalmente, donde reside en la actualidad. Define su presente como un tiempo de búsqueda más allá del prototipo del pianista clásico, una búsqueda personal a través de la música contemporánea, y en el cruce con otros lenguajes.

 

Vocación

06_resultLos juegos de la infancia en las calles del barrio Sur, se mezclan en el recuerdo de Silas Bassa con el descubrimiento del piano, a los cinco o seis años de edad: “Era un piano vertical que pertenecía a mi madre, al que iba a jugar y trataba de sacar melodías. Eso llamó su atención un día, se acercó y me enseñó a tocar “Para Elisa”, de Beethoven. Ella interpretaba los fragmentos y yo los repetía con mucha facilidad. Eso motivó que comenzara con clases particulares con unas profesoras cerca de casa, y a los ocho años empecé una etapa importante de mi formación con Martha Part Ebrecht, hasta los 18 años”.

Atravesó la adolescencia con los conflictos propios de esa etapa, para la que el piano fue un refugio: “me sentía en conflicto con mi entorno social, sobre todo en aquel entonces con mi colegio secundario, en el cual tuve que hacer frente a una mentalidad muy cerrada, hostil, conservadora y llena de miedos frente a lo diferente y al otro. Creo que fue también esta vivencia que me dio luego la fuerza y seguridad de saber más aun cuál era el camino que quería seguí una vez que tuve la libertad de elegir”.

El Liceo Municipal Antonio Fuentes del Arco fue la base de una formación musical que de manera formal continuó en el Conservatorio Nacional López Buchardo. Pero ese período en Buenos Aires sería mucho más que la continuidad de los estudios: “irme a vivir a Buenos Aires y estudiar con Aldo Antognazzi, fue la oportunidad de emanciparme personalmente, de abrir caminos, de conocerme más a mí mismo, y salir del núcleo familiar que contiene y a la vez puede limitar”, valora Silas.

 

Encuentro con Gelber

El comienzo del nuevo siglo lo encontró perfeccionando su técnica en el Conservatorio. Un día, durante una clase con Antognazzi, 04_resultel director de la institución pidió al Maestro que eligiera a uno de sus estudiantes para representarlos en una clase magistral con Bruno Gelber. “Había escuchado de esa clase, pero me sentía intimidado por la posibilidad de estar frente a Gelber, y había decidido no inscribirme. El profesor me ofreció entonces esa posibilidad y algo dentro mío dijo que sí, sin dudarlo esta vez”, recuerda Silas.

En tan solo una semana se preparó para interpretar una obra de Brahms, y asistir a la clase magistral. “Fueron tres días intensos, y yo era último del grupo en tocar. Subí al escenario y cuando sentí la presencia de Bruno, su energía, todo se detuvo. Habría  unas 300 personas en el auditorio pero yo olvidé todo, y solo me sentí frente a él. Fue tan breve el encuentro, que me sentí frustrado, me hubiese gustado que durara más”. Pero al día siguiente, recibiría un llamado de la Fundación Bruno Gelber para informarle que el Maestro había elegido cinco pianistas entre los treinta que habían participado, para tomar una masterclass privada. “Sentí que era el destino, esas cosas que uno cree que controla pero no es así. En ese segundo encuentro con él me ocurrió lo mismo, sentí que había sido poco el tiempo para compartir con él y aprender. Pero esta vez al terminar la clase, se acercó, me preguntó en qué repertorio estaba trabajando y me invitó a tomar clases privadas. Tres semanas más tarde, él debía volver a Europa, por lo que en esos días nos conocimos más y me escuchó tocar. Me ofreció entonces una beca para acompañarlo en ese viaje y seguir las clases en Mónaco. Y así fue, en menos de un mes lo conocí, nos entendimos y lo acompañé a Europa para seguir mis estudios”.

 

Los maestros02_result

De regreso en Buenos Aires, luego de rendir la última materia en el Conservatorio, Antognazzi le propone regresar a Europa, esta vez para seguir su carrera en París. Allí lo recibiría el pianista griego Dimitri Vassilakis, quien le presentaría a Monique Deschaussées, con quien continuó su formación: “Aunque personalmente, Gelber no tuvo que ver con mi radicación en Francia, estoy seguro de que no hubiera tenido la apertura o la conciencia de que Monique era la persona que yo tenía que encontrar. Bruno me despertó, me abrió los ojos a muchas cosas que luego me permitieron reconocer el camino que quería transitar”.

“Con cada profesor sentí que en algún momento llegaba a un límite. Es algo que ocurre con frecuencia, en el momento en que es necesario seguir trabajando con la guía de otra persona. La relación con los profesores ha sido conflictiva a veces por ese momento en que uno tiene que dejarlos y que no son fáciles para ninguno de los dos. Con Monique me pasó lo mismo, después de todo el tiempo que trabajamos juntos me di cuenta de que ya tenía que encontrarme a mí mismo, desprenderme de muchas cosas y personas para ser yo mismo, hacer una síntesis personal y encontrar lo qué quería hacer con la música. Es muy sano ese momento en que podemos asumirnos. Y para eso se necesita mucha fuerza, valor y convicción, y aprender a escuchar eso que deseamos”.

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Moderno y personal

El final de la etapa con Monique Deschaussées coincide justamente con el comienzo del proceso creativo de “Oscillations”, un momento de búsqueda no solo en el lenguaje de la música sino en la danza contemporánea: “empecé a dejar de lado la tradición, la música del siglo XIX, la música pianística donde se enfatizan el virtuosismo y los grandes compositores. Intuía que mi camino no era por ahí. En esos años comencé también a encontrarme con la composición, y la música de Philip Glass”.

En cada concierto, Silas construía poco a poco un repertorio continuo, en el que un tema trae al otro, se encadenan, como en una música que no tiene fin. En medio, hubo otros proyectos y conciertos, como “Reminiscencia”, en el que integraba música, danza y proyecciones, “mucho más teatral que lo que vino después, pero donde había un germen de lo que empezaba a gestarse”.

El programa se perfeccionaba concierto a concierto, y un día recibió el nombre de “Oscillations”, integrando compositores de la música minimalista, tangos y temas propios como “Paris Villepinte”.

En cada presentación, la música envuelve al público en un clima particular, que no es interrumpido por aplausos después de cada tema, y así lo prefiere Silas: “ya no me imagino haciendo un concierto tradicional, entrar al escenario y que me aplaudan, tocar y recibir la aprobación. Hoy vivo el arte de otra manera, me gusta la idea de traer una historia y llevar al público conmigo. No me basta solo con demostrar que toco bien el piano. Esa fue otra etapa, durante los años de mi formación, pero no me pare03_resultce interesante quedarme en eso. Una vez que uno se libera de tener que demostrar que es pianista y merece un lugar como solista, solo queda disfrutar la música y compartirla. Siento que con Oscillations logré eso”.

 

Proyectos

En relación a su próximo disco, el pianista adelanta que sigue la estética minimalista y la puesta de una totalidad, de principio a fin, integrando otros lenguajes. A diferencia de su predecesor, el nuevo material “será más extremo en cuanto a lo que va a expresar: violencia, fuerza, delicadeza o contemplación. Va a ser un disco en el que voy a trabajar temas que tienen que ver con la contradicción, la dualidad, siempre inspirado en una música minimalista, repetitiva y contemporánea”.

Establecer un vínculo mayor con el público de Santa Fe también forma parte de su proyección como artista: “esta ciudad tiene que ver con un pasado que siempre llevaré conmigo, con mi familia y el descubrimiento de la música. Para mí es importante volver pronto a Santa Fe para fortalecer mi contacto con el público”.

 

CRÉDITOS: María Laura Loreficcio

FOTOS: Pablo Aguirre