Un cuarto de siglo es un tiempo relativo. Habrá quienes lo consignarán como una breve eternidad y quienes lo considerarán una especie de suspiro largo. Para Gustavo Wedertz es un núcleo narrativo, que sintetiza una esencia y un vórtice, del que parte esa galaxia luminosa en la que supo convertirse su experiencia. Del mundo ha absorbido los estímulos, pero es en sus interiores donde nace el pacto de inspiración creativa.

 

“Pensar y mirar hacia atrás y ver el recorrido, desde el momento en que decidí dedicarme a la profesión es casi una concepción filosófica. Yo me considero interiorista y, eso, va más allá de la decoración. El interiorismo ahonda”. De esas profundidades, en las que bucea para hallar la palabra justa, Gustavo emerge con un relato que pinta el color exacto de la atmósfera que lo rodea de modo cotidiano, con luces, sombras, transparencias, opacidades y destellos que saben hablar de la noche o el día.

“Dentro de mi trabajo no solo hago estética, me lanzo a indagar el interior de los espacios pero, sobre todo, al interior de las personas que se van a reflejar en esos ámbitos después”. Habla despacio, no como buscando la palabra justa sino como paladeándola para encontrarle el sabor exacto, que las va maridando y uniendo para crear el concepto. Habla, entonces, como pintando el aire que lo describe, casi como el arte de desentrañar la esencia de las personas, la esencia de sí: “insisto siempre, cuando doy clases, o me vinculo con los clientes, que los espacios hablan siempre de quienes los habitan. Eso para mí es básico en el desarrollo personal y lo puedo ver después de todo el recorrido”.

Tras los cristales de la ventana, el agua que llega desde la laguna Setúbal marca un camino curvo y, más allá, el paisaje se termina de trazar con la orilla arbolada que despega la tierra de un cielo profundo. Él no parece advertirlo pero esos tonos, un poco aguados, difusos, con algunos matices grises y ocres que se cuelan en las sombras, son sus preferidos: azules y verdes, quizás, podría decirse, los colores naturales de una ciudad que le sirvió de cuna, de casa, de escuela y de abrazo. “Decidí quedarme en Santa Fe. Es mi casa y donde decidí trabajar. Estuvo el pensamiento de buscar otros caminos. Era el crítico 2001. En ese momento, tenía una sociedad y estaba CASAFE, que fue una vidriera donde nos pudimos mostrar”.

De esos espacios, casi escenográficos, que se montaban para mostrar alternativas de ambientación a los ámbitos reales, que abrían sus puertas para ser vestidos y habitados, este joven creativo usó el puente que más efectiva ha vuelto su labor, la de la búsqueda de las tendencias que marcan el paso de las estéticas y la funcionalidad. Asimismo, la mirada atravesada por el arte es una constante que se repite en todas las propuestas de Gustavo: “en la profesión se aplica el arte pero el diseño tiene un plus, que es solucionar un inconveniente o satisfacer una necesidad. Cuando alguien me convoca para diseñar un espacio, pienso en lo funcional y lo estético”. En esos procesos constitutivos de la experiencia y la afinación del gusto, la cultura global hoy se impone como un mar infinito de posibilidades, donde el público accede a muchas corrientes y propuestas. Tal realidad pone al diseñador en un lugar nuevo: “se está viendo una imagen a través de las redes que puede gustar, pero quizás ese espacio no se ajusta a la caja arquitectónica que tenemos. Hoy la función del interiorista es recortar dentro de todas esas posibilidades y trabajar en encontrar una estética particular que represente a esa persona o cuente su historia”.

La historia de Gustavo, mientras tanto, es una serie de estudios y experiencias que lo lleva a asegurar que su misión es la de mejorar la calidad de vida de sus comitentes y de olfatearles el espíritu o la esencia, la personalidad, el gusto; de modo tal, que la casa luego sea el reflejo especular de quien lo busca para concretar el interior ideal. En ese proceso, de hallar la identidad de persona y espacio, Gustavo pone su impronta, su lectura, lo que lleva a después a encontrar ahí un estilo Wedertz: “me gustan las asimetrías, la sinuosidad de los espacios, la convivencia y el equilibrio entre lo clásico y lo moderno, los efectos de las luces… no cultivo las modas sino las tendencias. Las modas pasan, las casas persisten. En Argentina hay una cultura conservadora respecto de los espacios donde nos asentamos. Mis diseños pueden atravesar el tiempo, los años, sin perder la frescura o la actualidad”.

Otro rasgo distintivo, en los ambientes que Gustavo propone, se refleja en la elección, siempre, del arte como objeto integrado: “hay tanto artista cercano que hace cosas tan maravillosas, que siempre muestro y trato de que el cliente lo incorpore a sus espacios”. De hecho, él mismo es un consumado creador y hay en su obra una síntesis estética de los juegos con el espacio, las texturas, los objetos destacados o insinuados, la amalgama de colores que varían en transiciones de tonos hasta alcanzar el punto que también busca en sus espacios: el alma.

Y, sin dudas, en ese proceso de formación y entrega que cruza pasado y presente, lo que llega o viene tampoco escapa al ojo observador y analítico de Gustavo: “veo a Santa Fe con un enorme potencial, la proyección está cruzada por una potenciación del trabajo, el arte y la transmisión del conocimiento a través de la docencia, que me obliga a estar sumamente actualizado. Es un desafío saber dónde hay que poner la mirada para ser asertivo. Me veo muy dedicado a mi profesión hasta muy grande”.

El río corre, cerca, llevando y trayendo los colores preferidos de Gustavo. Lleva y trae tiempo. Instinto. Identidad. Belleza. Sutileza. La materialización que construye el lugar ideal: el que invita a quedarse porque envuelve y abraza.

 

(Destacado)

“Dentro de mi trabajo no solo hago estética, me lanzo a indagar el interior de los espacios pero, sobre todo, al interior de las personas que se van a reflejar en esos ámbitos después”.

“Hoy la función del interiorista es recortar dentro de todas esas posibilidades y trabajar en encontrar una estética particular que represente a esa persona o cuente su historia”.

“(…) no cultivo las modas sino las tendencias. Las modas pasan, las casas persisten.”

 

Texto: Fernando Marchi Schmidt

Fotos: Pablo Aguirre

Maquillaje: Mariana Gerosa

Nombre de sección: Perfiles y personajes

 

Edición: N° 71

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