¿Existe un arte argentino? Proa abre el debate con una muestra
Conjeturas se titula la exposición que reunirá desde el sábado obras de quince artistas nacidos en este país; abarcan una gran variedad de temas, técnicas, soportes y lenguajes.
Si alguna incertidumbre le faltaba a este país, se suma otra pregunta: ¿existe un arte “argentino”? Ese interrogante inspira la muestra Conjeturas, que desde el sábado reunirá en Fundación Proa obras de quince artistas nacidos en este extremo del continente americano. Esa parece ser la única coincidencia, ya que pertenecen a distintas generaciones y algunos de ellos se radicaron en el exterior o están realizando residencias internacionales. Y entre todos abarcan una amplia variedad de temas, técnicas, soportes y lenguajes.
“Es una pregunta que funciona como disparador, nadie pretende que se responda”, aclara Rodrigo Alonso, curador de esta exposición concebida como un desafío. “Fue pensada en el contexto de que muchas muestras de arte argentino van a coincidir en distintas instituciones durante la próxima edición del Cimam en Buenos Aires”, agrega en referencia a la conferencia anual del Comité Internacional de Museos y Colecciones de Arte Moderno, que convocará en noviembre a 220 directores y curadores de las instituciones más importantes del mundo.
Llegados desde más de 80 países, por la mañana asistirán a charlas en el Museo de Arte Moderno y por la tarde podrán recorrer museos e instituciones de la ciudad y el país. Lo primero que verán al llegar a Fundación Proa será una bandera argentina mutante. Creada por Sergio Avello para la Bienal del Mercosur de 2003, cuando el país atravesaba el coletazo de una de las peores crisis de su historia, es una instalación lumínica que se activa por segmentos.
“La intermitencia con la que los tubos fluorescentes blancos y celestes se prenden y apagan, sintetizan visual y magistralmente la impotencia, los ciclos de ‘encendido y apagado’ que vive nuestro país. Luego de veinte años, la obra mantiene la vigencia de sus enunciados” recuerda Adriana Rosenberg, presidenta de Fundación Proa y curadora de aquel envío que incluyó esta pieza del artista fallecido en 2010.
Una imagen tan simbólica de la fragmentación contemporánea como el título de la nueva versión de la obra de Mauro Giaconi: Bres del mun es un fragmento de una oración del Himno Nacional Argentino (“libres del mundo”), tomada de una de las 500 páginas de libros viejos sobre variadas temáticas que componen su mural. Sobre ellas dibujó un alambrado que parece retenerlas, y que solo al acercarnos se revela como una ilusión. “No es casual que esta obra esté ocurriendo acá, en este momento”, señaló el artista radicado en México.
Justo enfrente, otra instalación de Alicia Herrero juega con el punto de vista del espectador: según dónde se ubique frente a una estructura de planos inclinados, podrá distinguir o no un gráfico de torta de desigualdad social deconstruido, similar al que presentó en Bienalsur en 2021. “El público tiene que aprender a pensar en un sistema que sostenga el desequilibrio que nos toca vivir –dijo la artista-. No sólo en lo económico, sino también la alteración emocional que produce estar tan cerca de lo inestable”.
La sala se completa con representaciones de cuerpos diversos creados por Amparo Viau y La Chola Poblete, ambas jóvenes de ascendente carrera que brillaron en la última edición de arteba. El recorrido continúa con un video de Alan Martín Segal, residente en Nueva York; la pareja integrada por Dolores Zinny y Juan Maidagan, radicados en Berlín, y obras sonoras del chaqueño Juan Sorrentino, otro de los grandes protagonistas del arte contemporáneo “argentino”.
“La idea no es que no exista ‘lo argentino’ en el arte argentino, sino que el concepto de arte argentino es un tópico por debatir, por tensionar”, aclara Alonso sobre el espíritu de la exposición, que también incluye obras de Elena Dahn, Iara Freiberg, Silvia Gurfein, Analía Sabán, Mariela Scafati y Andrés Aizicovich.
La de este último es más que elocuente: incluye tres jarrones que representan las casas que alojaron a tres generaciones. El de porcelana, la de sus abuelos; el de cerámica, la de sus padres, y el de fibrocemento, la suya propia. “Está presente la posibilidad del fracaso, de que la comunicación falle, la imposibilidad de la palabra de abarcarlo todo”, sostiene el artista. ¿Argentino? A esta altura, tal vez, ya no importe.
FUENTE: La Nación