Principios de febrero, lunes a la tarde. El calor santafesino se  diluye suavemente a medida que nos acercamos a Rincón. Allí, en el pueblo, la concertista Perla del Curto, nos espera en su casa adecuadamente llamada Amadeus. En un jardín verde y frondoso nos encuentra la noche en plena charla con la pianista, cuyos rasgos permiten imaginarla en su primera juventud e incluso en aquella niñez en la que comenzó esta historia de amor con ese maravilloso instrumento.

Perla del Curto empezó a estudiar piano a los cinco años. “Mi madre tocaba el piano muy bien, pero yo no pude estudiar con ella. Comencé con una profesora y recuerdo que me gustaba mucho y que muy pronto eso se incorporó en mi”. Entonces, vivía en el barrio Sur de Santa Fe y sus primeros estudios formales fueron con el maestro Tino Rossetti, un músico chileno radicado en Buenos Aires que una vez al mes visitaba esta ciudad. En su conservatorio, María Teresa Orihuela acompañaba y supervisaba la formación de la pequeña Perla. Después llegaría el Instituto Superior de Música y la carrera del profesorado. El piano, las partituras y los ejercicios de digitación eran ya parte de su vida.

Durante cinco años, en plena juventud, Perla del Curto vivió en Italia. El país fue elegido para perfeccionamiento con deliberada intención. Allí tomó y dio clases, brindó conciertos y accedió a nuevas y especiales experiencias. Otros países europeos y EEUU fueron escenario de sus presentaciones. Y cada auditorio le brindó una sensación diferente. “En esos países la devolución del público era muy hermosa. Son culturas distintas. A mí siempre me gustó la Argentina. Siempre me sentí muy cómoda compartiendo música aquí.”

Quienes conocen la carrera de Perla, suelen relacionar su nombre con la música de cámara. Ella sin embargo, afirma: “Fue una etapa. Es muy hermosa la música de cámara pero me gusta tocar sola también.” Cuando hablamos de obras o piezas que le brindan un particular placer interpretativo, Perla relata una anécdota reciente: “No sé qué estaba haciendo cuando encontré la sonata número tres de Chopin, una obra bellísima que he tocado millones de veces y que saqué de mi repertorio hace un tiempo”. Hallarla la condujo a retomarla y ello a descubrir que el cuerpo tiene memoria. “Son cuatro movimientos, me puse a tocarla despacio y cuando tuve que hacer una escalita, algo corto con la mano izquierda, los dedos se me entreveraban. Varias veces intenté. Hasta que me di cuenta de que yo ya tenía integrada una digitación y, al intentar cambiarla, la mano no me respondía. ¡Fue una experiencia tan especial! Todo salió cuando yo solté la mano sin preocuparme. Tanto tiempo sin tocar la obra y adentro mío seguía estando.”

Desde su graduación hasta el momento del retiro (1993) Perla dedicó parte de su vida a la docencia en escuelas, el Liceo y el ISM (Instituto Superior de Música). Muchos cambios se han producido en ese trayecto en el mundo académico y ella no se cierra a los mismos. “Hay grandes talentos entre la gente joven y mucha velocidad. Todo lo hacen un poco más rápido de lo que lo hacíamos nosotros. Es curioso eso y no sé exactamente de donde viene. Hay mucha técnica.” Para ella, los millennials van a generar nuevos cambios. “Me llama la atención lo despierto que son los chiquitos. El gran desarrollo tecnológico cambia la mentalidad. También la nuestra, la que teníamos.”

Allí, en Rincón, lugar al que llegaron por deseo de su esposo y en esa casa bautizada también por él con nombre musical, se llevó a cabo hasta hace pocos años un ciclo titulado: “Por Amor a la Música”. Obras en piano a cuatro manos o piano y canto eran interpretadas para un público reducido conformado por amigos y vecinos invitados. Perla recuerda con cariño esos momentos y no duda en volver a hacerlos realidad. Particularmente se emociona con la anécdota de aquella vecina sin conocimientos de música académica que disfrutó tanto de Amor de Poeta de Schumann en piano y voz en registro de bajo barítono (Luis Esqueff) e idioma alemán, que le pidió una grabación para volver a escucharla en su casa. Su paso por Radio Nacional con el programa Tiempo de Música es otra experiencia que rescata y valora.

Le pregunto por su día ideal y Perla responde: “Yo disfruto mucho del estudio, de los ensayos cuando hacíamos música de cámara. Disfruto de mi jardín. Y escucho música. El estudio es un momento muy especial. En general no pasa un día en que no toco el piano. Siempre algo. Es ideal porque me enriquece espiritualmente”. Antes de la despedida nos muestra al eje central de Amadeus: el piano. Ese Blüthner que perteneció a los Guastavino, en el que Perla estudió y rindió exámenes en el Conservatorio de Maria Teresa Orihuela y que, por deseo de su mentora, hoy es suyo. Sobre el instrumento, una partitura de Remo Pignone la invita a la ejecución con la que nos agasaja.

Finalmente, Perla, pensando en la música, concluye: “Es parte de mi vida. Yo cada vez descubro más cosas mías en la música.”

 

 

 

 

 

Diálogo

Diálogo es el nombre del cd que Perla del Curto en piano grabó junto a Mariano Laurino en clarinete. La obra es un homenaje a la música argentina que contiene piezas de Washington Castro, Enrique Gerardi, Emilio Dulanc, Astor Piazzolla y Carlos Guastavino. Fue grabado en Amadeus en cuatro medias jornadas seguidas (de viernes a lunes) en el año 2009. “Salió muy bien -cuenta Perla- Casi de una vez. Es medio odioso eso de la repetición. Así, lo veo más vital”.

Crédito: María Julia Porta

Fotos: Pablo Aguirre