Cantora en su esencia

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Hoy, su voz solista incursiona por los sonidos del Brasil a través del grupo Jogo Bonito. Antes fue la experiencia coral la que le abrió el horizonte musical, perfeccionó su técnica vocal y le ofreció una manera de vivir la vida.

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“A mí me puede gustar cantar”, descubrió Brenda Böck del Río cuando cursaba el séptimo grado en la escuela San Roque, donde se había formado un coro. Así lo recuerda ahora esta mujer que pasó su niñez jugando con su hermana y una vecina en las veredas anchas del barrio Sargento Cabral en el que vivió hasta los 25 años.

Esa experiencia coral fue breve, porque al otro año comenzó la secundaria en el Colegio Sagrado Corazón de Jesús donde se encontró con un coro grande y sólido al que se involucró en segundo año. Ese espacio extracurricular era dirigido por Marta Gastaldi, que fue un nexo clave para que Brenda ingrese y permanezca durante una década en el Instituto Coral de la Provincia.

“Al entrar al coro, se me dio vuelta el mundo porque ahí era todo ópera, música clásica y lo poco que se escuchaba en castellano era contemporáneo, complejo y nada conocido”. Fue así que esta institución provincial no solo le abrió el horizonte musical y perfeccionó su técnica vocal sino que también sirvió como aprendizaje personal: “Para mí me formó para la vida, para todo, en responsabilidad… Mi paso en el coro fue trascendental. Yo digo que me formó porque cuando mis amigas de la secundaria se iban a su casa a ver Montaña Rusa, yo tenía que ir a coro, a inglés y a voley. Eran todas cosas que me gustaban y las hacía, a veces con más pesar, a veces con menos”, rememora. Es que sí, a veces protestaba de ir a un ensayo pero cuenta que “después estaba arriba del escenario y decía ‘qué felicidad, qué plenitud’, me salía del corazón cantar. Hay un ejemplo muy claro, que se me viene a la mente y es un momento en que dije ‘fah, lo que es cantar’. En 2001 nos invita el Coro de Puerto Madryn, en su décimo aniversario, a cantar la Novena Sinfonía de Beethoven. Lo dirigía Antonio María Ruso, un director de Buenos Aires muy prestigioso. Iba a dirigir él y estaba la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, del Teatro Colón. Nosotros, un coro de mujeres, íbamos de refuerzo. Nuestro primer ensayo fue nosotras solas. Al día siguiente, ensayábamos en un espacio del ferrocarril recuperado, era muy chico, estábamos la Orquesta, nuestro coro y el de Puerto Madryn. Nunca voy a olvidar que cuando empezaron a sonar los primeros acordes, a mi grupo y a mí se nos puso la piel de gallina y se nos cayeron las lágrimas. Nosotras ahí nos empezamos a mirar, nos entendimos. Hay un amor por el canto que no todo el mundo lo tiene y que no es fácil. Vos podés tener la mejor voz del mundo, el mejor repertorio y no necesariamente vas a transmitir eso. Me puedo emocionar de pensarlo”, dice conmovida y afirma: “Yo quiero eso para mí. Siempre después de un concierto o de una presentación con Jogo Bonito agradezco a mis compañeros, al que fue y a mí por poder tener la posibilidad de cantar. Me siento una agradecida por eso. Porque de un tiempo a esta parte me ha dado tantas satisfacciones…”.

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En 1998, Brenda empezó en la Facultad de Ciencias Económicas la carrera de Contador Público Nacional. Cantar la identificaba: “En ese momento era mi cable a tierra, me hacía bien, me hacía feliz, sabía que me salía, era un desafío, porque implicaba viajes y obras nuevas. Cantar ópera no todo el mundo lo hacía. Ahí me veía diferente. Yo siempre sentí que ese capital cultural me hacía distinta y, en ese punto, amaba ir al coro, amaba esa música y amo cantar”.

Después de tres años y de aprobar 18 materias, se dio cuenta que ser contadora no era lo que quería para su vida y se anotó en el profesorado de Historia que, según ella, le “rompió la cabeza”: “Una de las cosas por las que había dejado Ciencias Económicas era porque veía que los pibes con los que iba a la Facultad no tenían una conciencia social y el mundo les pasaba por el costado. Para mí el mundo pasaba y pasa por otro lado, pasa por conocer qué pasó, porqué estamos así, porqué no podemos estar de otra forma, porqué hay gente pobre… Me lo empecé a cuestionar de grandecita. Yo no quería esa vida para mí”, reflexiona y sigue: “Para mí la vida pasa por disfrutarla, hago lo que me gusta y me hace bien. Me gusta la historia, doy clases y voy a recibirme. Quiero cantar, busco lugares para hacerlo… Lo que me guste, hacerlo de corazón. Creo que si yo, o cualquiera, hace su laburo comprometido, con pasión y aportando su grano de arena se puede transformar, soy optimista, positiva en ese sentido. Yo, por ejemplo, que doy clases, puedo hacer pensar a mis alumnos que hay necesidades, que el otro también existe… Si puedo lograr que los alumnos me escuchen, para mí ya hay una transformación, hay un cambio y me encanta”.

Es por eso que le gustan músicos como el cubano Silvio Rodríguez o el chileno Manuel García, porque “cantan desde el fondo. Si sale desde adentro, la música tiene un potencial transformador. Más allá del esfuerzo que uno hace y del estudio, tiene que salir de las entrañas, sino no sirve. Más allá de que se venda o te deje un rédito económico, sino está la pasión o el corazón puesto ahí, se nota”.

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En 2005 gana una beca y se va a la Universidad del Distrito de Barão Geraldo, en la ciudad de Campinas (São Paulo) a continuar sus estudios sobre Historia. En su estadía, que se extendió por dos años, Brenda pudo conocer las raíces musicales del Brasil más profundo gracias a Felipe, un guitarrista: “Me metí de lleno, escuchaba de los años 30, 40 y 50, choro, Elis Regina, Pixinguinha, Noel Rosa, Elza Soares, Maracatu, música que muchos de mis compañeros o brasileros no conocían”, enumera, entre otros autores y ritmos tradicionales del Brasil que dan cuenta de la mixtura con la cultura afro.

Cuando concluyó la beca se las tuvo que rebuscar. Trabajaba en un bar y como complemento se puso a cantar también en bares en portugués: “No pude ser tan caradura. Por ahí pensaba que era una falta de respeto cantar Vinicius de Morais o Tom Jobim en Brasil. Me decía ‘No tenés cara’, pero la gente lo recibía bien. Me pesó el respeto por la cultura y los autores”.

Esa experiencia fue el puntapié inicial de una carrera que la descubrió como cantante solista y que en el presente se hace visible a través del grupo Jogo Bonito, al que se unió en 2012 y está integrado por Matías Armando en guitarra, Sebastián Trédici en bajo, Fabián Rosa en piano y Gustavo Aznar en batería. La banda ya lleva editados dos discos, Pinceladas brasileras y Litoral Bossa, de reciente aparición.

Al igual que su paso por el Instituto Coral de la Provincia y por la carrera de Historia, su llegada al grupo fue para ella “trascendental”: “Me dio una alegría enorme y fue un cambio trascendental porque, primero, me empecé a vincular con músicos de la ciudad. Segundo, porque me encontré como cantante solista. Si bien ya en 2008 lo había hecho, acá ya era de lleno y con una perspectiva más amplia. Todos eran conocidos y tenían actuaciones siempre. El hecho de haberle incorporado la voz fue un giro rotundo, lo que da una perspectiva más amplia para tocar”, recalca y asocia, también, a la actualidad del quehacer de la música en Santa Fe, donde considera que “hay una apertura importante, una aceptación de muchos géneros musicales y eso está buenísimo. La música y los grupos siempre existieron, el tema es que hay una cultura nueva y una política de Estado de apertura de locales para tocar y de creación de espacios para tocar que antes no había. Esto hace que la música y los grupos tengan otras perspectivas, que sean visibles, que tengan más llegada, que las radios mismas se interesen, que los programas de televisión también te pasen. Eso hace que muchos más grupos se sientan incentivados a participar, a hacer música. No es poca cosa que los bares de la ciudad, por una cuestión comercial o de gusto de los dueños, decidan meter música en sus espacios. Eso hace que explote y que el abanico de ofertas sea grande”.

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Para Brenda, la música lo es todo, “como el ADN, la historia y la música se van enredando”, dice y a sus 34 años proyecta a futuro “hacer unas presentaciones sola con otras búsquedas, a la par de Jogo. Tal vez un homenaje a las cantoras brasileras y buscar temas con los que yo me identifique cien por cien en la música brasilera”, imagina, siempre con la premisa “de que las elecciones de lo que vaya a cantar sea lo que más me haga feliz, y que lo que trato de transmitir salga del corazón, que el que esté escuchando diga ‘a esta chica le gusta cantar’, que el que esté en frente diga: ‘Valió la pena escuchar porque se notó la entrega’. Si yo no logro eso avisenmé porque me retiro, sino no tiene sentido… Eso no es fácil de lograr ni tampoco te lo enseñan. Eso va de adentro”.

 

CRÉDITOS: Johanna Cecotti

FOTOS: Pablo Aguirre