Para quienes no lo conocen del mundo de la odontología, lo identifican dentro del de las artes plásticas. Dibujante y acuarelista, hizo sus primeros pasos incursionando en el humor gráfico y actualmente expone sus acuarelas con asiduidad. Amante de su pueblo, en donde reside y tiene su templo personal, esos lugares mágicos donde disfrutar de buena música, el verde inspirador, la enigmática tarea de la creación artística y, al mismo tiempo, del encuentro generoso con amigos, un asado, una picada y una buena copa.
TS- ¿Cómo despertó el dibujo en vos?
MA- Eso es una cosa que nunca lo voy a poder entender, porque no vengo de una familia donde alguien pintara, y menos en mi pueblo. Así como fui el primer odontólogo en la historia del pueblo (después vinieron mis hijos), creo que también soy el primero que se dedicó a pintar o dibujar. Cuando tenía once años veía los comics de historieta, El Tony, Dartagnan y me quedaba horas en un cuadrito, horas mirando el trazo del dibujo, era como ponerme ahí y disfrutar de ese cuadrito, y empecé a dibujar copiando, porque no tenía a nadie que me enseñe en LLambi.
TS- Pero, ¿hiciste tu paso por el Liceo Municipal?
MA- Pasé por el Liceo Municipal cuando estaba en quinto año del Nacional, que me daba clases Fernando Silvar. Ahí fue donde supe que me apasionaba todo esto, incluso me juntaba con la gente de cuarto año, que me tenían como un Benjamín y me llevaban a las muestras. Hasta que me fui a Rosario y ratos libres que tenía allá, dibujaba y dibujaba.
TS- ¿Dirías que fue innato?
MA- Sí, mirá que me lo he preguntado pila de veces, así como yo a mis hijos les he hablado, me han acompañado a todas las exposiciones y no les ha interesado, salvo el que hace Diseño Gráfico. En el caso de la música puede ser, yo tenía mi viejo y unos tíos que hacían música, pero en la plástica nada.
TS- Pero, ¿la música nunca la sacaste de puertas adentro?
MA- No, en algún momento, cuando volvía a Llambi, que tenía veinticinco años, andaba con la guitarra y la armónica, y hacía la orquesta para que canten los otros. Pasa a ser como con el dibujo, algo donde yo me meto para adentro, con la música pasa lo mismo, me meto para adentro pero no me siento seguro para estar comunicándome de esa forma.
TS- ¿Y cómo siguió el camino de las artes plásticas?
MA- Yo me recibí a los 24 años y seguí dibujando, después aparecen el humor y la historieta, cada vez tenía más marcado quiénes me deslumbraban con lo que hacían, pero cuando sale el humor y la historieta digo, bueno, me meto. Salíamos todos los viernes en El Litoral y para mí era fácil eso, porque yo trabajaba mucho, en Llambi Campbell, Emilia y Videla y no tenía tanto tiempo para dedicarme a pintar, entonces al hacer el dibujo gráfico con una fibra, hasta a veces lo hacía en el consultorio cuando me faltaba un paciente. Después elegí la acuarela, empecé a pintar.
TS- ¿Cómo la descubriste?
MA- No sé, siempre dibujé, pero cuando quise pintar, es un material que me seduce por la transparencia, por la limpieza, la cuestión es que me meto con la acuarela, pero aprendiendo de libros. Hasta que, frente a la casa de mis viejos, en Santa Fe, entraban personas a un taller, pregunto y era Álvaro Gatti. Le pregunto si él enseñaba acuarela, y lo más lindo que me dice: “No, pero te puedo enseñar”. Y bueno, ahí explotó, fue una pasión que laburaba, laburaba, eso fue en el ’98, en el ‘99 mostré en Casafe unos cuadros y en el 2001 hice la primera muestra en la Secretaría de Cultura, y desde allí todos los años hago muestras. Fui a lo de Álvaro (Gatti) un año y medio o dos años, después me largue solo.
TS- ¿Siempre fuiste acompañado por la crítica?
MA- Sí, generalmente bien. Yo creo que si hago algún trabajo y veo que funciona, que a mí me parece que está dentro de los parámetros de lo que puede ser aceptable y me dan con un caño, ya no me molesta. Si me interesa quién lo dice, me sentaré a charlar, como pasa con todo, y veré hasta qué punto puedo aprender, porque se aprende de la crítica. He aprendido mucho de las críticas, pero no he tenido críticas perversas.
TS- ¿Cómo es tu proceso creativo?
MA- Parto de la mancha y de la imaginación. Trato que de alguna manera la obra tenga misterio, que todo no esté tan sugerido, me gustan los lugares abandonados, los lugares donde no está todo al descubierto. Mis trabajos son casi todos difusos, a veces elijo temática o construcción y la hago, no te digo de manera fotográfica, la hago detalle por detalle y después, como veo a eso que está duro, mojo la hoja, desdibujo todo y empiezo a tirar mancha de nuevo, tratando que tenga una especie de misterio, al menos para mí.
TS- ¿Tomás la pintura como un hobbie?
MA- Hay gente que me dice, vos sos odontólogo y esto lo hacés como un hobbie; no, no lo hago como un hobbie, así como me fue en la odontología, esto de la posibilidad de haber crecido, también pasa lo mismo la pintura. Yo laburé mucho para hacer esto, y escuché, siempre con humildad, afortunadamente siempre tuve buena aceptación de la gente.
TS- ¿Qué pasó con el dibujo?
MA- Sigo dibujando, el año pasado dibujé mucho y tengo ganas de hacer una muestra este año, de dibujo, lo que pasa es que yo me había alejado de un poco. El año pasado fue un año de mucha prueba, de trabajar mucho, pero haciendo bocetos, como encontrando un camino. Dibujos hice muchos, voy a tratar de elegir determinados trabajos para rehacerlos y también estoy pintando mucho.
TS- ¿Qué acuarelista fue el que te dio vuelta la cabeza?
MA- Turner, sacaba fotos y las proyectaba, me quedaba horas mirando esas acuarelas. El problema de la acuarela (a mí nunca me importo) es que no podés competir en Salones, no podés competir con el óleo o el acrílico porque se trabaja en grandes formatos, y una acuarela grande, es grotesca, no es un material para trabajar en gran formato. Siempre dicen que es el material más difícil que hay, pero llegado el momento de un premio, siempre quedás rezagado.
TS- ¿Qué artista plástico nacional tenés como referencia?
MA- Carlos Alonso, para mí es un artista redondo, perfecto. Yo lo miro, lo miro, así como miraba la obra de Turrner, son las dos personas de las cuales yo me he sentado y me he quedado horas mirando los trazos, los colores, las formas de aplicarlo, y tuve la suerte de en el Museo Municipal, yo en el Museo hice dos muestras, y en la primera, que fue en el 2005, estaba en la sala grande Carlos Alonso, y en la del medio Richard Pautasso, y digo pucha que beneficiado que soy, porque te imaginás que cuando pasó eso la verdad es que tocaba el cielo con las manos porque yo a Richard lo admiré mucho como dibujante local y estar con un nacional al lado a cinco años de haber empezado a pintar para mí era mucho. Me acuerdo que Jorge Taverna Irigoyen, que fue el que me escribió el prólogo del folleto y me aconsejó “colocale paspartú negro a las obras porque la presencia que tenés alrededor es muy grande”, como diciendo, que no pasen desapercibidos, y yo lo entendí así, para mí fue un buen aporte, me sentí cuidado.
TS- ¿Sugerís para que se vea o velás para que se oculte?
MA- Ah, qué pregunta! Vos sabés que no sé bien qué decirte, creo que me acercaría más a la segunda, porque el dibujo está expuesto, está bien explícito, el hecho de volver a agarrar el pincel, mojar la hoja y frotar es como responderte que la segunda opción es más válida, trato de velar para que se oculte. Trato que de alguna manera la obra tenga misterio.
TS- Que provoca más al observador también…
MA- Sí, sí, no ser tan directo, no mostrar tanto, es decir un lema de Álvaro, siempre me decía “no muestres tanto, sugerí pero no muestres”. Porque por ahí cuando está todo muy servido, ah sí, que lindo, pero cuando la cosa está más difusa, puede darle a una persona una idea y otra y otra.
TS- ¿Qué pasa con la odontología en todo esto?
MA- La odontología tiene mucho de creativo, el trabajo es manual, es muy creativa, es decir, en el sentido de que te encontrás con piezas dentarias dispersas en todos lados en la boca y tenés que ver la forma dentro de ciertos parámetros de normalidad, ver la forma de cómo llegas a esos parámetros trabajando con alambres y braquets.
TS- Es toda una construcción
MA- Como en todo, tenés que saber muy bien a donde querés llegar y la forma de llegar, a veces te permite jugar con distintos aparatos, materiales y a mí me apasiona. Te puedo asegurar que yo voy a trabajar
todos los días de mi vida contento y feliz y salgo de laburar y salgo contento y después me voy a mi casa, me pongo a pintar en el verde. Estoy pasando un momento de mi vida donde estoy haciendo todo lo que me gusta, no hay nada que no me guste, quiero hacer ortodoncia porque lo disfruto y quiero pintar, porque lo disfruto y lo bueno de todo es que sé que no sé todo, que tengo que seguir formándome, nunca terminás de aprender. En un momento, cuando Jorge Taverna Irigoyen me escribió el catálogo en el 2005, yo le pregunté: Jorge, ¿cómo hago con la odontología y esto? “Podés llevar las dos cosas a la vez”, me contestó. Hoy me doy cuenta que tenía razón, que se puede llevar perfectamente porque son dos cosas que tienen mucho que ver.
La obra de Arana según Jorge Taverna Irigoyen
“Las obras de Arana trascienden de sus propios efectos. No es la acuarela por su misma capacidad -en buenas manos- de sugerir transparencias o interjuegos de planos. No es solo la luz o la pureza de los cromatismos ritmando determinada imagen. No es la gracia de una ventana que abre la perspectiva de cierto paisaje. En su caso, lo que importa (o lo que se logra) es que aquella naturaleza abierta dialogue de otra forma con el receptor. Que un paisaje pueda encerrar secretos, por ejemplo. Que un grupo de árboles sea (o signifique) algo más que un grupo de árboles. Que el color en sí, firme, disociado y sin embargo fluyente en sus aguas, sea una ‘celebración’ para los ojos. Así, las acuarelas de Arana -sin pretender la perfección, que casi siempre es equívoca- concentran en su limpieza y en ese acordado sentido de trascendencia, una lección de refinamiento. En los valores, en los ritmos, en las medias sombras, su pincel descubre e invita a descubrir un horizonte tocable, el embrujo de un caserío que puede ser castillo, los altos cielos y el ondular de las ramas a través de manchas que se deslizan sobre el papel».
Jorge Taverna Irigoyen