Una galería de San Telmo presenta dibujos de la artista austríaca, que realizó gran parte de su obra en Argentina, y que dejó un legado provocador para las convenciones del su tiempo.
Hace unos años atrás escuché hablar de Mariette Lydis por primera vez. Estaba en una galería en París y una colega artista me preguntó si conocía su obra. Le respondí que nunca había escuchado hablar sobre ella, así que me prestó un libro con algunos de sus textos y dibujos. Era de color sepia y tenía una pintura del rostro de una mujer en su tapa.
Mariette Lydis nació en Austria en 1887, en el seno de una familia vienesa perteneciente a la burguesía. Transcurrió gran parte de su juventud en París siendo reconocida en varias galerías por sus obras. Mientras surgían y proliferaban regímenes políticos totalitarios en Europa, el movimiento feminista avanzaba y las mujeres luchaban por adquirir nuevos derechos y libertades. Es en ese contexto en el que Mariette Lydis comenzó a pintar, dibujar y realizar grabados desafiando las ideas autoritarias y opresivas de la época.
Tras una vida exitosa en Europa como artista, y escapando de la guerra, Mariette Lydis llegó a Buenos Aires en 1940 invitada por el marchand Müller. La artista se instaló en un departamento en el barrio de Recoleta y es en esa ciudad donde se asentó para continuar desarrollando su vida y su obra.
Pasaron algunos años de ese episodio en la galería de París donde escuché hablar de Mariette Lydis hasta que volví a leer su nombre. Fue en el Museo de Bellas Artes en Buenos Aires cuando me encontré con su obra en vivo por primera vez. Estaba rodeada por obras de otras mujeres argentinas, en el marco de la muestra El canon accidental curada por Georgina G. Gluzman. Tras ver una de sus pinturas, comencé a investigarla y se convirtió en una artista referente para mí.
“La pintura es mi pasión, mi prisión y mi escape. Sin ella me siento inútil, incapaz de amar. Si trabajo bien, me siento feliz.” dice Mariette Lydis en el libro publicado por Iván Rosado y editado por Claudio Marcelo Iglesias y Santiago Villanueva.
Mariette Lydis dibujó, pintó y fue grabadista. Pintó rostros, abordó la locura como una forma de reivindicación sobre los cuerpos. Retrató a niñas y mujeres que formaban parte de su vida cotidiana. Con sus grabados, exploró la sexualidad de los cuerpos, el lesbianismo y a las mujeres criminalizadas. Creó con aquello que vivía y sentía interpelando la idea de belleza. Con su obra transformó el modo de pensar y mirar los cuerpos femeninos. “Una se da cuenta de que no conoce a las personas y las cosas antes de dibujarlas. Entre una misma y lo que pinta o dibuja se abre una relación nueva, un conocimiento más profundo”, dice la artista en sus escritos.
Hace un tiempo tuve que preparar una clase sobre ella. Reuní varias de sus obras y de sus textos como un rompecabezas en mi intento por descubrirla y acercarme más a ella. Al comienzo de la clase, con casi cincuenta mujeres presentes, pregunté quién la conocía. Solo cuatro levantaron la mano. Fue en ese momento cuando recordé a Linda Nochlin en los 70 preguntarse por qué no ha habido grandes mujeres artistas.
Pocos días después de esa clase, se inauguraba en Casa Proyecto, una galería ubicada en el barrio de San Telmo, dirigida por la artista María Florencia Bruno, una muestra de grabados y dibujos de Mariette Lydis. Me emocionó la posibilidad de ver sus dibujos y grabados en un espacio tan íntimo y cuidado.
En medio del recorrido, me detuve en una obra especialmente. Era un grabado de una mujer lleno de rostros detrás como si fuesen sombras, voces, o fantasmas. Me llamó la atención porque no se parecía a ningún otro, también porque estaba presente la firma de Mariette Lydis.
Florencia me explicó, con paciencia y precisión, la técnica que había utilizado la artista para realizar esos grabados. Me conmovió escuchar con tanta pasión a una artista joven hablar sobre otra artista que parecía conocer de toda la vida. Pensé en las formas en que las artistas contemporáneas dialogamos con artistas del pasado. De qué manera sus obras nos convocan en el presente y por qué nos siguen despertando emociones, cuestionamientos y luchas.
Renata Molinari, quien escribe el texto de la muestra, dice que el gesto de Mariette Lydis es un gesto político, y que nos convoca a repensar los modos de manifestarnos ante las injusticias y opresiones actuales.
Vuelvo a la pregunta que dio un giro a la historia del arte y a mi propia historia como artista, ¿por qué no ha habido grandes mujeres artistas?
Tal vez la respuesta a esa problemática siga estando en construcción. Tal vez, habrá que encontrar nuevas formas de mirar la realidad con fervor y belleza ante contextos tan desiguales y violentos como los que vivimos. Tal vez, necesitemos seguir generando redes y creando propuestas sensibles que nos permitan encontrarnos y plantear interrogantes nuevos. Creo que esta muestra, como Mariette Lydis, nos invitan a eso.
*Para visitar la muestra Mariette Lydis, dibujos y grabados en la galería pueden enviar un mail a casaproyectto@gmail.com o comunicarse al 1157806559. Fotos: gentileza de la autora.
Fuente: De Milagros Pochat para Infobae.