Mariana emerge como una de las voces poéticas más interesantes de la capitalentrerriana. Reciente ganadora del Premio Provincial de Poesía «Juan L.Ortíz», la autora dialogó con Toda sobre su perspectiva acerca delquehacer poético.
Un ítem trillado pero necesario para comenzar a conocer a una escritora remite al origen, muchas veces difuso y otras nítido, de la relación con la literatura. En Bolzán fue temprana y familiar:
MB— Empecé a leer y a escribir antes de cumplir los cuatro años y, el acceso a la palabra para una niña, supongo yo, que es un hito: otro mundo aparece y otras cosas son posibles también. Aprendí a leer con los titulares de los diarios de puro curiosa nomás. Mi papá era periodista y eso era lo que pasaba en mi casa. Después, empecé a escribir diarios íntimos a los nueve y luego seguí así, experimentando. Es una buena práctica escribir en diarios íntimos, y los estados internos de la infancia y de la juventud tienen mucho lenguaje poético. Luego, la facultad ya le dio otra formalidad a la cosa y fue más un descubrir: “Ah, así que esto se llama así o esto puede hacerse de este modo”. Esa fue otra llave, otro hito.
TS— ¿Cómo se relaciona tu profesión de comunicadora con el ejercicio de la poesía?
MB— El recorrido en comunicación te posibilita, ante todo, ser consciente de la producción de sentido. Después, los caminos que se toman para concretar esa producción de sentido son los que cada uno va encontrando, seas consciente o no. En mi caso, que me dedico más que nada a la comunicación institucional y que, algunas veces, me he acercado al periodismo, aquello de la producción de sentido ha generado que me sintiera muy responsable de lo que digo o produzco.
TS— ¿La poesía debe comunicar? ¿O es un discurso cuyo fin no necesariamente es la transmisión de un mensaje?
MB— Es imposible que un enunciado no comunique. Es imposible que una poesía no comunique. Una vez que el dispositivo se pone en marcha, está comunicando. Hay un autor que dice algo, un soporte y un lector que “hace” algo con eso que lee. Quizás no es la intención dar un mensaje determinado o alguna prescripción moral o estrictamente política o lo que sea pero, desde el momento en que se pone en juego la palabra, el sentido ya está vivo. Desde hace un tiempo, entiendo que hay emociones o experiencias que son o están por fuera de la palabra. Y, aunque desde el vamos sea una empresa perdida, yo sigo insistiendo en encontrar una palabra que al menos roce esa emoción, que juegue “a que le corresponde” a esa emoción. Porque es un juego infinito. Y aunque es una especie de victoria breve, el cimbronazo que te da como escritor o como lector encontrar esa palabra, ese verso, ese poema que dice lo que no sabías nombrar, hace que valga la pena jugar todas las veces.
TS— Leerte es acceder a textos que no son complacientes con tendencias ni usos actuales. Recuperás una poesía que apuesta a la palabra en un sentido amplio. Hago esta apreciación porque encontré términos no muy usuales que introducís en los poemas con absoluta confianza y sin reparos. Hoy se estila escribir como se habla y la poesía, muchas veces, redunda en un racconto de la vida cotidiana sin mayor aporte que la anécdota. Agradezco que se confíe en otros registros que la poesía permite y, creo yo, necesita. ¿Hay algo de esto o es una interpretación exclusivamente mía?
MB— El laburo con las palabras para mí es artesanal, pienso que por esto que te comentaba de la responsabilidad respecto del sentido. Y noto mucho eso que decís, sobre esa poesía despojada o escrita como un anecdotario. Y, ahí, me parece que es necesario profundizar: si venimos de vincular a la poesía o a lo poético con lo complejo, con lo encriptado para muchos, con la rima, la métrica, lo lírico, etc., es esperable que una contrapropuesta a eso sea una poesía más austera y con temas cotidianos. Eso en Argentina aparece, sobre todo, después de los noventa, luego de una gran crisis respecto de lo simbólico, lo político y de quiénes éramos o de qué queríamos contar. Estimo que fue y es necesario. Ahora bien, eso no significa que dé lo mismo poner cualquier cosa. El resultado en un poema puede ser sencillo, con palabras simples pero, si en el camino trabajaste el texto, lo pusiste en tensión, hallaste palabras que incluso te incomodaban, exploraste en el sentido de ellas o en su origen, construiste metáforas que no te dejaron chapoteando en lo literal, entonces es un laburazo. Si yo, como lectora cualquiera, en lugar de ese laburo advierto un acopio de anécdotas o acciones en primera persona desde que te levantaste a la mañana, entonces dejo de leer, porque no veo que haya habido un juego. El lenguaje es poderoso, vasto, crea mundos, por lo tanto hay que responder a eso. Hay textos que son sintéticos, sutiles y tienen la contundencia que no tienen millones de palabras, pero es justamente eso: una síntesis. Hay infinidad de hilos sosteniendo ese texto, que no se ven pero están. Ese es el desafío con las letras de ahora, que leemos tanto en las redes.
TS— ¿Viviste siempre en Paraná? ¿Hay algo de la ciudad que te defina particularmente?
MB— Sí, nací y vivo en Paraná. No sé si algo de su identidad ribereña o de río me identifique tanto como sí su trama urbana, medio caprichosa y a veces extraña, o su relieve. Siempre miré con atención a la ciudad, siempre la vi escenario de cosas que me pasaron o ficcioné o describí para el laburo de periodista, así que, quizá no en la superficie, pero Paraná está enhebrada sutilmente entre mis textos, eso seguro. Soy muy paranaense.
Texto: Mariano Peralta
Fotos: Paula Kindsvater
Nombre de sección: Literatura
Edición: 71