En esta ciudad cercana a sus raíces, María Laura Alemán habla con multiformatos TODA. En un encuentro íntimo y cálido, cuenta su historia y esa particular evolución de quienes, como ella, militan la vida.
«Si saliera a volar por los cielos de Dios y gritar a los vientos quién soy, viditay, no lo sé.» Zamba del Vuelo es una composición propia con la que a María Laura le gusta iniciar sus presentaciones. Algo de esa estrofa surge en la respuesta sobre ella misma. «No te puedo dar una definición exacta de mí. Sí que estoy viva y en constante cambio. No tengo una meta, si no seguir evolucionando.»
Sin embargo, hay certeza cuando se nombra mujer trans, música y padre. La transición en la adultez la encontró con una familia ya conformada, estructura que tuvo que ser reconfigurada. «No me siento cómoda en la binorma. No me acomodo a las expectativas de la gente sobre lo que tiene que ser un hombre o una mujer. Ni siquiera a lo que tiene que ser una mujer trans.»
Compositora, instrumentista, directora coral, María Laura vive la música desde distintos lugares, como la docencia que ejerció formalmente durante muchos años; y estuvo siempre allí, incluso cuando se enamoró de las matemáticas en su paso por ingeniería.
Historia en movimiento
Hija de un arquitecto y una psicóloga, el camino universitario era un mandato fuerte. Un hecho fortuito la acercó a la ingeniería naval. «No fue una cosa vocacional pero sí me pasó que, al estar ahí, me encontré con un mundo fabuloso que no conocía: el de la matemática y la física. Un mundo que me voló la cabeza.» Aunque dejó la carrera en el último año, hace un tiempo volvió a acercarse a las ciencias. «Estoy estudiando física como oyente, por placer exclusivamente.»
«Ser mujer trans es parte de la evolución», añade María Laura, quien prefiere que no haya «puntos de llegada». «Yo fui descubriendo lo que me pasaba. Tenía sensaciones desde mi niñez. Ser mujer era una fantasía cuando era chico y adolescente; pero, al mismo tiempo, sabía que eso no condescendía con mi cuerpo.»
Eran otros tiempos. Los deberes familiares y sociales pesaban sobre ese deseo que parecía no estar bien. «De hecho, en la adolescencia —relata— tomé la decisión racional de comportarme como un hombre correcto. Entonces, me volví un gran deportista y jugué al rugby hasta los cincuenta años.» Esa etapa que hoy reconoce de supervivencia para llegar a la transición, tuvo sus aristas difíciles. La virilidad autoimpuesta comenzó a manifestarse en el cuerpo y las enfermedades hicieron de vocero.
«Recién en una muy buena terapia en 2002, pude ver que lo mío tenía un nombre; que no era una enfermedad, que era una condición y que se llamaba transexualidad.» Allí apareció para ella un camino de reversión de daños. Camino que también tuvo sus costos familiares, económicos y laborales.
Vínculos y música
Alemán aclara que con su ex esposa siempre fue muy sincera. «Hablábamos todo esto desde el primer día, incluso antes de ponernos de novios; pero tampoco sabíamos hacia donde iba.» Cuenta que en algún momento creyó que podría combinar todo, hacer negociaciones. Pero la realidad es que nada puede mantenerse oculto para siempre.
La pareja mutó en una relación de amistad. A los tres hijos de ambos los hablaron antes de la transición. «Al principio fue un impacto para ellos, pero saberlo les respondió muchas cosas.» La familia, entonces, adquirió un nuevo formato que los contiene. «Son las personas que más cerca estuvieron y, de algún modo, me sostuvieron.»
Para María Laura existe una fascinante relación entre matemáticas, física y música. «Cuando una compone fugas y cuando se mete con un tipo de ecuaciones diferenciales, parece que el cerebro hace ruido en el mismo lugar», explica. Después de perder su trabajo como docente en una escuela religiosa, comenzó a tener estudiantes particulares. Siguió componiendo y dando a conocer su música, incursionó en la actuación y hoy, ya jubilada, asume el desafío de dirigir coros diversos.
«Mi música académica tiene mucho de popular y mi música popular tiene mucho de académica», señala en relación con las dos vertientes en las que encauza su expresión. Cuenta que no compone siempre de la misma manera ni con el mismo instrumento, pero que la paciencia caracteriza su búsqueda creativa. «Trato de no apurar las canciones, que salgan cuando quieran.»
Al despedirse, afirma: «Estoy en un muy buen momento de mi vida.» Llegaba la hora de la prueba de sonido, la previa de una de esas noches de música y relato que tanto le gustan. Noche en la que Zamba del Vuelo seguiría relatándola: «yo no soy la que fui, ni seré quien soy ahora, solo sé que mi amor duerme intacto en mi corazón.»
Agradecemos la invitación de DEMOS Comunidad Emergente para poder realizar esta nota periodística.
Texto: Julia Porta
Fotos: Gentileza DEMOS Comunidad Emergente
Nombre de sección: Cultura activa
Edición: N° 88