“La política es la herramienta real de cambio”
Es una de las caras nuevas del Concejo Municipal santafesino. “Socialista, feminista, politóloga y madre de Juana”, dice su presentación en la cuenta de Twitter, a modo de síntesis. Llegó al legislativo de la ciudad tras integrar la lista que encabezó Emilio Jatón. Sostiene que hay que recuperar la vida que los vecinos mantenían en los barrios hace algunos años. Además, dice que “lo colectivo sirve para legitimar”.
TS —¿Por qué debe militar una persona?
LM —Creo que la militancia nace de las convicciones de una persona, se debe estar convencido de las luchas a entablar para poder militar. Esas convicciones surgen de injusticias y desigualdades en la sociedad o en el ámbito en el que se desarrollan nuestras vidas cotidianas.
TS —¿En su caso qué fue lo que determinó la militancia?
LM —Desde muy chica tuve participación en espacios colectivos, en la iglesia íbamos a trabajar a diferentes barrios, hacíamos copa de leche, apoyo escolar; en la escuela participaba de diferentes grupos que ayudaban a personas en diferentes barrios. La primera vez que fui a Alto Verde fue en la escuela primaria. Siempre tuve esa inquietud de participar y de hacer cosas por el otro. Ya en la facultad, si bien no militaba políticamente, sí comencé a conocer un mundo de partidos y en eso recuerdo que el grupo de compañeros con el que yo estudié fueron muy movilizados por las distintas realidades políticas del país o la ciudad. Siempre discutíamos de política. Pero un día llegué invitada al Partido Socialista, me identifiqué y encontré mi lugar, era donde quería militar. Entendí que la política es la herramienta real de cambio y de transformación social. Eso hace que la militancia sea un estilo de vida.
TS —¿Cuándo se transforma un militante en dirigente?
LM —Dentro de los espacios de militancia se van construyendo liderazgos y eso permite tomar decisiones para conducir un grupo, eso da legitimidad en lo colectivo y permite tomar decisiones que, de alguna manera, van generando referencia política. Creo que es lo más genuino surgir de un espacio que te legitima, que ve en vos ese liderazgo y que reconoce que las decisiones también se pueden construir colectivamente.
TS —¿Qué rigen esas decisiones?
LM —En mi caso influye el colectivo (mi grupo de militancia, el partido, la juventud del partido) pero también la vida personal, la familia. Allí, aparece también el acompañamiento que se debe tener para esa situación.
TS —¿Su familia tiene militancia política?
LM —Mi núcleo familiar de crianza no, nadie militó. Mi viejo, estuvo vinculado en su juventud a un espacio político, luego lo abandonó. En cambio, mi abuelo tuvo una participación social muy fuerte, vinculado a la iglesia ya que trabajó con el Padre (Osvaldo) Catena en Villa del Parque y, de allí quizás, heredé la participación social. Mi pareja y yo nos conocimos en un campamento de la Juventud Socialista, él militaba en (la ciudad de) Coronda. Es fundamental que el entorno acompañe y entienda los procesos políticos.
TS —¿Cuál será el eje de su gestión?
LM —Vengo trabajando hace tiempo, desde otros espacios, temas como: el acceso a la cultura no solo desde el campo artístico, sino también en los barrios; vengo de la experiencia que significó El Alero (en barrio Coronel Dorrego) y de proyectar más “aleros” en otros barrios de la ciudad. Es el modelo cultural por excelencia, la conjunción entre la convivencia y la vida cotidiana, el barrio y la vida dentro de él, con servicios culturales y talleres de calidad para los vecinos. La cuestión de género también será un eje. Mi militancia me llevó a entender la desigualdad entre hombres y mujeres, es un tema en el cual tenemos varios proyectos encaminados.
TS —¿Santa Fe es una referencia del feminismo?
LM —Totalmente, hemos tenido mucha movilización y crecimiento por parte de las organizaciones sociales feministas y, a partir de la constitución de la mesa Ni Una Menos, hemos tenido una agenda fuerte para trabajar en la ciudad, y desde este espacio entendemos esa agenda, la compartimos y la vamos a acompañar. Entendemos que el feminismo no solo pasa por tratar temas de violencia, sino que debe haber una agenda constructiva y propositiva, para poder empoderar a las mujeres y llevar adelante proyectos que igualen los derechos entre hombres y mujeres. Somos las más perjudicadas en muchos ámbitos desde lo doméstico a lo laboral, me siento identificada porque soy madre y entiendo cuáles son esas desigualdades, en muchos casos las sufrí. En política, ser joven, mujer y madre no es fácil, hay muchas cosas que trabajar y pensar para que las vidas de las mujeres puedan llevarse adelante sin tantos obstáculos y complicaciones. Además, entendemos eso como producto del machismo y del patriarcado.
TS —¿Cómo se convence, a los habitantes del barrio, de que Los Aleros sirven para cambiar la realidad?
LM —Es un proyecto que está legitimado por los vecinos y la ciudadanía en general, actualmente, El Alero se llena de gente, fue aceptado y apropiado por los vecinos y ya es un lugar de referencia, tiene mucho impacto barrial. Si bien hay propuestas para toda la ciudadanía, lo que busca este espacio es un contacto directo y diario con la gente del barrio. Nos parece fundamental que este tipo de proyectos estén en barrios tan emblemáticos como Coronel Dorrego y los que se proyectan en Las Flores, Las Lomas y Yapeyú.
TS —¿Cree que en su infancia, un proyecto como este, hubiese cambiado el barrio en el que vivió?
LM —Sí, totalmente (N de R: se emociona)… Crecí en barrio San Martín, un lugar con muchas necesidades, en mi infancia El Alero hubiese sido una referencia, mis hermanos y yo no tuvimos una vida en el barrio tan intensa, sí teníamos amigos allí, pero toda la vida era en el centro.
TS —En algunos casos sigue siendo así.
LM —Se puede naturalizar que la vida esté en el centro pero faltaron durante mucho tiempo ofertas culturales, y lo que hace El Alero es darle vida al barrio, que los habitantes puedan quedarse, que puedan tener una propuesta ahí, hacer su vida cotidiana en un lugar que los contenga, que da la posibilidad de compartir cosas con el vecino. Si bien cuando yo era chica no había un proyecto de Alero, sí había otras costumbres que se perdieron, salíamos a la vereda a encontrar al otro, siempre cuento que mi mamá me decía “me falta un huevo, pedile al vecino”, y yo iba y hacía eso, actualmente ese vínculo nos falta, hay que reconstruir los vínculos sociales y la convivencia.
TS —¿Cómo era como alumna?
LM Siempre fui aplicada, solo me llevé biología, una sola materia en tercer año, porque no me aprendía los nombres de los huesos pero, en general, nunca tuve inconvenientes en la escuela.
TS —¿Qué la acompaña de su niñez?
LM —Los recuerdos, nada físico o material. Volver a la casa de mi mamá me trae muchos recuerdos de mi infancia, pero no vivo en su casa, aunque vuelvo.
TS —¿A qué jugaba de chica?
LM —Mi hermana Elena hacía de nuestra maestra y mi hermano Sebastián y yo éramos los alumnos.
TS —¿Qué hacen de sus vidas hoy?
LM —Elena fue madre, está a muy poco de ser contadora y trabaja en una empresa agropecuaria. Seba es administrativo en un frigorífico.
La conversación siguió más allá de los grabadores, y se perdió en cuestiones que no hacen otra cosa que describir y descubrir las cotidianidades que acercan a las personas y las vinculan.
Texto: Sergio Ferreyra
Fotos: Pablo Aguirre
Maquillaje: Mariana Gerosa