Una memoria de la noche soporta el día: la niebla. Esta mañana se hizo huérfana de horizonte. El ojo acostumbrado a la distancia, acostada y circular, tropieza con esa suerte de ceniza suspendida que habita como un halo misterioso la médula del agua.
Más allá de la gasa gris que no mueve el viento sobrevive una fauna insular que vuela, sonora, sin que la mirada la alcance. Más acá de ese espesor que amuralla la neblina, las cosas parecen inmediatas y exaltadas: la araña sabe de colgajos en las ramas y monta trazos de artificio fugaz, enhebra las gotas para que se observen, enormes, los bichos desprevenidos. Alguno podría morder las cuentas para saciar la sed diminuta o probarse esos collares frágiles sobre la piel sin ropa.
La costa suda un olor a sangre oxidada, a greda abierta al sesgo y a camalote. El sabor ha de ser similar si rodase por la lengua. En esa constelación salvaje y reflejada, el sol es una pira breve. No encaja en el canal que lo escupirá a la media altura del cielo.
Nadie puede mirar lejos sin perderse. Resulta improbable cualquier certeza. La ignorancia esboza tierras prometidas y desenlaces imaginarios. La atmósfera es silenciosa y onírica, una tinta aguada corriendo sobre un lienzo que abarca la mano ansiosa por hacerla perdurable. Así surge el arte, a veces, cuando la cerrazón exorciza el párpado y concentra el paisaje que durará un instante antes de mutar para siempre.
Esquivo afán tiene el hombre al anudar el momento para hacerlo eterno. Suelen ser intransferibles el goce y la desmesura.
A los pies engorda una breve sombra nítida. Se come de a bocados la niebla, la desafía en duelo, a la vieja usanza. Es lo único seguro, lo inmediato, la corteza reseca que se quiebra bajo el paso y que trepa con una fluidez de barro recién hecho. Lo demás, una utopía. Bastará con que envejezca el alba para hacer del invierno un recuerdo y de lo invisible, que no siempre es esencial, un horizonte sobreviviente, lineal como el río y la llanura. Mientras, sin ver el espacio miro hacia adentro. Camino perdiéndome en la niebla para encontrarme
Crédito: Fernando Marchi Schmidt