Un espejo de la sociedad
“Un lugar atractivo para reunirse y disfrutar de una comida hogareña, donde persiste muy fuerte la concepción ancestral del espacio en torno al fuego…”
En el hogar, la cocina es tal vez el sitio de la vivienda sobre el cual se tienen concepciones e interpretaciones más controversiales. Hay quienes la ven exclusivamente como una habitación de servicio, como un foco que produce ruidos, olores y desorden. Por otro lado, hay quienes la ven como el espacio que centra la vida familiar, lugar en donde se hace la vida cotidiana que no solo permite cocinar, sino que es un lugar que tiene voz propia, juez y testigo de las dinámicas que ocurren en el seno de la familia.
Una sociedad absorbe costumbres, tradiciones y tendencias y una de las maneras de reflejarlo es atreves de la forma en que habita un espacio. Solemos pensar que somos libres al decidir el modo en que habitamos un espacio, pero en realidad estamos condicionados y guiados por nuestro contexto social. Por otra parte, la arquitectura se va moldeando a las necesidades humanas, a una cultura y a las circunstancias de un tiempo determinado.
El espacio cocina no está exento de esta realidad, dista de ser simplemente ser un espacio arquitectónico. Es un espacio sobre el cual se materializa la realidad de una sociedad.
Su concepción como espacio “naturalmente” femenino, forma parte del discurso de una identidad femenina impuesta por la sociedad y el contexto. Si bien hasta no hace mucho tiempo era un ámbito exclusivo de la mujer, hoy se habla más de una habitación para cocinar, comer y compartir que de un lugar en el que las mujeres elaboran alimentos. Este fenómeno se ve reflejado en la distribución espacial actual de la vivienda, donde la cocina pasó de ser un espacio dentro del área de servicios a ser un espacio privilegiado, integrado a los ambientes principales, siendo su calidad espacial factor cada vez más importante.
Hoy la cocina ha tomado más relevancia en la vivienda, reflejo de lo que ha hecho la mujer en la sociedad; la cocina se ha revelado. La cocina dentro de estructura y jerarquía en la vivienda ha evolucionado no solo en su ubicación e idea arquitectónica, sino también en las dimensiones que se suponían necesarias. De ubicarse en el área de servicio, oculta, vinculada por pequeños accesos a los espacios principales de la casa, la cocina ha pasado a ser hoy en día la gran protagonista de la vivienda actual, un espacio abierto, reducido, ubicado en centro, el corazón, por donde pasan todas las actividades importantes del hombre y sobre el cual el diseño y la arquitectura juegan un importante papel de integración.
Un tema a tener en cuenta en la actualidad, y no de menor importancia, es la marcada inclinación hacia la cocina y las artes culinarias por parte del varón. No aquellos hombres que de manera voluntaria e involuntaria intercambian los roles con su pareja o esposa haciéndose cargo de la casa, inclusive la cocina por razones de horarios o trabajo. Sino aquellos hombres que gustan del arte culinario y lo ven como un arte o pasatiempo.
Son un fenómeno social totalmente novedoso. Lo que ha motivado esta insipiente afición después de tantos años de ausencia (siempre refiriéndome a la cocina doméstica, porque en la profesional curiosamente siempre han reinado exclusivamente los hombres) aún sigue siendo un enigma: tal vez la fascinación por la tecnología, cada día más cercana a la cocina, la simplificación de las tareas producto de esta tecnificación, la cantidad de ejemplos de famosos que se declaran aficionados a la cocina, el abandono femenino (condicionado muchas veces por la vida laboral), o en gran medida la gratificación y elogios asegurados que recibe al cocinar para grupos de amigos o invitados.
Una búsqueda de acercamiento social por vías, un tanto lúdica y divertida para combatir el creciente individualismo y aislamiento. Cocinar y comer para uno solo, sacia solo el hambre, pero no el vacío de aceptación e integración emocional.
El gusto compartido por la cocina une solteros, grupos de hombres (las famosas peñas) y sirve como pretexto para intereses comunes que tal vez no representen fuertes compromisos, pero si emociones.
Creo que el antiguo dicho “panza llena, corazón contento”, o mejor “al corazón se lo conquista a través del estomago”, adquieren una nueva significación.
En la actualidad, las personas que viven solas son cada vez más y sin embargo el número de comidas realizadas en grupos es notable.
Hoy los nuevos principios en diseño de cocina plantean grandes mesadas y superficie de trabajo central en forma de islas, grandes escenarios culinarios, adiós al trabajo independiente y poco comunicativo de cara a la pared, se sitúa a la preparación de la comida en el centro del contacto social, la isla simboliza comodidad y multifuncionalidad. Comer y beber, charlar y reír, amar y discutir, y muchas otras formas de socializar.
Si nos situamos desde una perspectiva cultural, una cocina es un lugar cargado con todos los aspectos que surgen en torno a la comida. La comida genera lugares y situaciones donde se entablan relaciones sociales. La cocina, tanto como la arquitectura, generan la creación de espacios sobre los cuales el ser humano puede desenvolverse de manera social o individual. Esto la posiciona en un lugar donde el humano, más que solamente satisfacer sus necesidades básicas, tenga la oportunidad de establecer relaciones y vínculos sociales.
Por todo esto es que las actuales tendencias arquitectónicas para abordar la resolución de una cocina, reflejan su concepción como un espacio social. Un lugar atractivo para reunirse y disfrutar de una comida hogareña, donde persiste muy fuerte la concepción ancestral del espacio en tornoal fuego como símbolo del cobijo protector del hogar y eje en torno al cual se congrega una comunidad. Tanto la arquitectura como la cocina son disciplinas que basan sus fundamentos a partir de las circunstancias y contexto que las rodea.
CREDITOS: Gustavo Wedertz