Escritor, periodista, abogado, directivo de la Bolsa de Comercio de Santa Fe y de la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (Adepa) y Director del medio gráfico más importante de la ciudad y la región. Desde una miranda observadora repasa su transitar dentro de la historia de “El Litoral”, medio al que pertenece desde la conformación de su ADN. Se incorpora para recibirnos desde atrás de su escritorio, atiborrado de diarios, libros y publicaciones de consulta permanente, a modo de una Wikipedia personal, pero tangible. De mirada analítica a su interlocutor, plasma un discurso claro acompañado de la certeza que le da el movimiento de sus manos. Con casi cuarenta y cuatro años en el diario, aunque con ganas de pasar a retiro, continúa según sus palabras: sorprendiéndose permanentemente por la incidencia del medio.
TS- ¿Cómo da inicio tu historia dentro de El Litoral?
GV- Mi historia, empezó hace cuarenta y tres años en El Litoral, el año que viene cumplo cuarenta y cuatro y estoy en edad de jubilarme, así que ha sido una historia bastante larga. Yo entré al diario en la escala inicial, cosa que nunca terminaré de agradecer, porque eso me permitió darme cuenta de lo que constituía el universo de trabajo del diario.
TS- ¿Qué es lo que pudiste conocer de ese universo?
GV- Conocer las dificultades, los problemas del ingreso que no alcanza, el día veinte se me terminaba las municiones y me ayudaban mis viejos, esto me ayudó a comprender muchas cuestiones que, cuando uno entra directamente desde la jefatura se hace difícil de percibir. Además, creo que es el camino que corresponde, porque uno va a aprendiendo con cada uno de los pasos.
TS- ¿Quiénes te guiaron en ese transitar?
GV- Tuve maestros muy interesantes, por ejemplo Jorge Reynoso Aldao, que me ponía una serie de ejercicios periodísticos que al principio hasta me molestaban un poco. Me hacía hacer “hallazgos y extravíos”, que parece ser la cosa más básica y elemental del periodismo. Pero aprendí que toda noticia tiene que comunicar algo concreto, después eso concreto se podrá vestir según el talento, la imaginación o la creatividad de cada quien.
TS- Vos naciste en El Litoral, más allá de tu desarrollo laboral, es una historia de familia.
GV- Sí, es una historia de familia, pero vale hacer una diferenciación, porque si bien yo escuché hablar de El Litoral desde que tengo uso de razón mi padre siempre nos tenía alejados de él. Yo a El Litoral recién entré en el año setenta, ya tenía veintiún años, hasta allí El Litoral era una referencia permanente de un universo que se movía todos los días, pero al que yo iba de vez en cuando.
TS- ¿Qué recordás de esas visitas?
GV- Recuerdo cuando entraba a la sala de rotativas y escuchaba esa rotativa en el salón de impresiones viejo, el de calle San Martín que era como un tropel de camiones, eran dos rotativas superpuestas, hacían un ruido impresionante y era un ruido que a mí me emocionaba. Ver salir por las dos bocas la edición de El Litoral es uno de los recuerdos más potentes de mi adolescencia, pero más allá de esas visitas esporádicas no había un contacto directo. El contacto directo se produce después de los veinte años, cuando yo ingreso como aspirante.
TS- ¿Siempre sentiste el deseo de formar parte del diario?
GV- No, yo creo que se fue desarrollando ahí, porque mi padre me generó a mí una serie de cuestiones, además de abrirme un espacio en el diario para poder incorporarme a este mundo de trabajo, él había construido un mundo de relaciones interesantes con los creadores, entonces era común en casa la visita de escritores, de coleccionistas de artes, de pintores, todo ese mundo me fue motivando de a poco y llevándome a lecturas y a conversaciones de estos artistas y creadores, que representaba un estímulo muy interesante en mi vida.
Me acuerdo de Mujica Lainez, por ejemplo, que siempre me decía “al lector lo ganás o lo perdés en la primera línea, no te olvides nunca de eso”. Y, aunque parezca una verdad evidente, sin embargo no está tan presente en el trabajo cotidiano del periodista. Hay periodistas que empiezan al revés los textos, por eso la fuga del lector es mucho más rápida.
TS- ¿Pensás en el lector, a las cinco de la tarde, cuando comienzan a recibir el ejemplar del día?
GV- Sí, y me parece casi un milagro, porque en realidad el diario está llegando en un horario entre las cinco y siete de la tarde, que es casi cuando empiezan los noticieros por televisión, sin embargo se sigue vendiendo. A diferencia de los noticieros de esa hora, el diario trae información básicamente de Santa Fe y la región, para poder dar ese tipo de información hay que tener periodistas, el diario tiene una redacción grande, una redacción de más de ochenta personas.
TS- ¿En algún momento te sorprendió el efecto que podía llegar a tener el medio sobre algunos aspectos?
GV- Sí, permanentemente, porque uno desde acá adentro de golpe no puede dimensionar el efecto que tienen en el afuera de lo que pasa acá. Es muy parecido a lo que le pasa a uno como persona, uno tiene una visión de uno mismo que de ninguna manera tiene que ver con la percepción que tienen otros. Y lo mismo pasa con el diario, el diario es un ámbito de trabajo, uno llega, empieza con la rutina, empieza a hacer todas los movimiento que hay que hacer, repasar la línea de e-mails, leyendo los diarios de la mañana, hablando con los colegas sobre las cosas que hay, haciendo la mesa de tapa, de redacción, de selección de temas, escribiendo, corrigiendo, no tenés tiempo, todo eso es lo que se hace todos los días, desde que uno llega hasta que uno se va, o sea uno no se está observando uno mismo, uno está en la cocina haciendo los platos que va a servir, después se da cuenta cuando vienen los comentarios sobre el menú ofrecido. Y la incidencia que tiene sobre algunos aspectos puntuales que son los que permiten medir con mayor claridad la capacidad del diario para instalar temas, movilizar opinión y generar reacciones tanto a nivel de instituciones públicas como privadas, y la verdad es que me sigue sorprendiendo.
TS- Dijiste que estabas a poco de jubilarte. ¿Tenés ganas o quisieras continuar trabajando?
PV-No, yo creo que voy a seguir un tiempo, pero la idea para mí es liberadora, es liberadora en el sentido que ya he cumplido un ciclo y estoy en condiciones de jubilarme, eso me quita presión, no sé por qué pero me quita presión, yo pensé que en los últimos años en mi trabajo en el diario iban a ser más livianos, pero ocurre exactamente lo contrario, o sea que cuando uno viene con el caballo cansado hay que pegar otro pique de cien metros y eso es medio agotador, sin embargo, no hay otra solución, porque las demandas se multiplican, es un mundo mucho más complejo, una sociedad mucho más compleja, menos compacta, más heterogénea, muy fragmentada, difícil de leer, difícil de entender y por lo tanto, difícil de atender en términos periodísticos, porque no es la sociedad que había en la época que yo entré al diario, es otra sociedad.
TS- En una sociedad donde juega un rol fundamental todo lo digital y sus consecuencias sobre el papel, ¿pensás que existe una puja entre ambos soportes?
GV- El soporte papel está sufriendo un impacto muy fuerte a manos del soporte digital, que hace que todas las operaciones sean mucho más rápidas, a un click, en tanto que el soporte papel implica una serie de operaciones de producción y después de lectura, que lo complejiza mucho más. Entonces, evidentemente este tema de la diferente velocidad de acceso en un mundo vertiginoso, acortan los tiempos disponibles para poder leer noticias u opiniones sobre lo que ocurre. De todas maneras, hoy deberíamos ver al diario como una suma de la oferta papel más la plataforma de Internet. Hoy El Litoral, gracias al soporte digital tiene una mayor conexión con el público que cuando todo el mundo vivía en la galaxia papel.
TS- ¿Qué genera internamente esta mayor conexión?
GV- Un desafío, el desafío de la renovación que es día a día. Y a eso hay que dar respuesta si uno quiere seguir vigente. El diario, si uno sigue los grandes cambios en papel de formatos, diseños o tipografía fueron cada doce o quince años y ahora, la innovación es constante.
TS- Entonces, ¿considerás que la relación Papel – Digital no implica un problema comunicacional?
GV- No, el problema en todo caso, es más bien de orden económico, porque la rentabilidad del papel no ha sido todavía compensada por la rentabilidad de la web, primero en la web hay menor cantidad de venta de publicidad y segundo esa publicidad se paga menos. Eso crea un problema de orden económico financiero para los medios tradicionales. Un problema que es necesario comenzar a abordar con inteligencia, con ganas, por más que uno esté cansado.
TS- ¿Cómo da inicio tu historia dentro de El Litoral?
GV- Mi historia, empezó hace cuarenta y tres años en El Litoral, el año que viene cumplo cuarenta y cuatro y estoy en edad de jubilarme, así que ha sido una historia bastante larga. Yo entré al diario en la escala inicial, cosa que nunca terminaré de agradecer, porque eso me permitió darme cuenta de lo que constituía el universo de trabajo del diario.
TS- ¿Qué de ese universo?
GV- Conocer las dificultades, los problemas del ingreso que no alcanza, el día veinte se me terminaba las municiones y me ayudaban mis viejos, esto me ayudó a comprender muchas cuestiones que, cuando uno entra directamente desde la jefatura se hace difícil de percibir. Además, creo que es el camino que corresponde, porque uno va a aprendiendo con cada uno de los pasos.
TS- ¿Quiénes te guiaron en ese transitar?
GV- Tuve maestros muy interesantes, por ejemplo Jorge Reynoso Aldao, que me ponía una serie de ejercicios periodísticos que al principio hasta me molestaba un poco. Me hacía hacer “hallazgos y extravíos”, que parece ser la cosa más básica y elemental del periodismo. Pero, aprendí que toda noticia tiene que comunicar algo concreto, después eso concreto se podrá vestir según el talento, la imaginación o la creatividad de cada quién.
TS- Vos naciste en El Litoral, más allá de tu desarrollo laboral, es una historia de familia.
GV- Si, es una historia de familia, pero vale hacer una diferenciación, porque si bien yo escuché hablar de El Litoral desde que tengo uso de razón mi padre siempre nos tenía alejados de el. Yo al Litoral recién entré en el año setenta, ya tenía veintiún años, hasta allí El Litoral era una referencia permanente de un universo que se movía todos los días, pero al que yo iba debes en cuando.
TS- ¿Qué recordás de esas visitas?
GV- Recuerdo cuando entraba a la sala de rotativas y escuchaba esa rotativa en el salón de impresiones viejo, el de calle San Martín que era como un tropel de camiones,, eran dos rotativas superpuestas, hacían un ruido impresionante, y era un ruido que a mí me emocionaba. Ver salir por las dos bocas la edición de El Litoral es uno de los recuerdos más potentes de mi adolescencia, pero más allá de esas visitas esporádicas no había un contacto directo. El contacto directo se produce después de los veinte años, cuando yo ingreso como aspirante.
TS- ¿Siempre sentiste el deseo de formar parte del diario?
GV- No, yo creo que se fue desarrollando ahí, porque mi padre me generó a mí una serie de cuestiones, además de abrirme un espacio en el diario para poder incorporarme a este mundo de trabajo, él había construido un mundo de relaciones interesantes con los creadores, entonces, era común en casa la visita de escritores, de coleccionistas de artes, de pintores, todo ese mundo me fue motivando de a poco, y llevándome a lecturas y a conversaciones de estos artistas y creadores, que representaba un estímulo muy interesante en mi vida.
Me acuerdo de Mujica Lainez, por ejemplo, que siempre me decía “al lector lo ganás o lo perdés en la primera línea, no te olvides nunca de eso”. Y, aunque parezca una verdad evidente, sin embargo no está tan presente en el trabajo cotidiano del periodista. Hay periodistas que empiezan al revés los textos, por eso la fuga del lector es mucho más rápido.
TS- ¿Pensás en el lector, a las cinco de la tarda, cuando comienzan a recibir el ejemplar del día?
GV- Si, y me parece casi un milagro, porque en realidad el diario está llegando en un horario entre cinco y siete de la tarde, o sea que es casi cuando empiezan los noticieros por televisión, sin embargo, el diario se sigue vendiendo, a diferencia de los noticieros de esa hora el diario trae información básicamente de Santa Fe y la región, para poder dar ese tipo de información hay que tener periodistas, el diario tiene una redacción grande, una redacción de mas de ochenta personas.
TS- ¿En algún momento te sorprendió el efecto que podía llegar a tener el medio sobre algunos aspectos?
GV- Si, permanentemente, porque uno desde acá adentro de golpe no puede dimensionar el efecto que tienen en el afuera de lo que pasa acá. Es muy parecido a lo que le pasa a uno como persona, uno tiene una visión de uno mismo que de ninguna manera tiene que ver con la percepción que tienen otros. Y lo mismo pasa con el diario, el diario es un ámbito de trabajo uno llega, empieza con la rutina, empieza a hacer todas los movimiento que hay que hacer, repasar la línea de e-mails, leyendo los diarios de la mañana, hablando con los colegas sobre las cosas que hay, haciendo la mesa de tapa, de redacción, de selección de temas, escribiendo, corrigiendo, no tenés tiempo, todo eso es lo que se hace todos los días, desde que uno llega hasta que uno se va, o sea uno no se está observando uno mismo, uno está en la cocina haciendo los platos que va a servir, después se da cuenta cuando vienen los comentarios sobre el menú ofrecido. Y la incidencia que tiene sobre algunos aspectos puntuales que son los que permiten medir con mayor claridad la capacidad del diario para instalar temas, movilizar opinión y generar reacciones tanto a nivel de instituciones públicas como privadas, y la verdad es que me sigue sorprendiendo.
TS- Dijiste que estabas a poco de jubilarte ya, con ganas? O con ganas de continuar?
PV-No, yo creo que voy a seguir un tiempo, pero la idea para mí es liberadora, es liberadora en el sentido que ya he cumplido un ciclo y estoy en condiciones de jubilarme, eso me quita presión, no se porqué pero me quita presión, yo pensé que en los últimos años en mi trabajo en el diario iban a ser más livianos, pero ocurre exactamente lo contrario, o sea que cuando uno viene con el caballo cansado hay que pegar otro pique de cien metros, y eso es medio agotador, sin embargo, no hay otra solución, porque las demandas se multiplican, es un mundo mucho más complejo, una sociedad mucho más compleja, menos compacta, más heterogénea, muy fragmentada, difícil de leer, difícil de entender y por lo tanto, difícil de atender en términos periodísticos, porque no es la sociedad que había en la época que yo entré al diario, es otra sociedad
TS- Una sociedad donde juega un rol fundamental todo lo digital y sus consecuencias sobre el papel. ¿Pensás que existe una puja entre ambos soportes?
GV- El soporte papel está sufriendo un impacto muy fuerte a manos del soporte digital, que hace que todas las operaciones sean mucho más rápidas, a un click, tanto que el soporte papel implica una serie de operaciones de producción y después de lectura, que complejita mucho más. Entonces, evidentemente este tema de la diferente velocidad de acceso en un mundo vertiginoso, acortan los tiempos disponibles para poder leer noticias u opiniones sobre lo que ocurre. De todas maneras, hoy deberíamos ver al diario como una suma de la oferta papel más la plataforma de Internet. Hoy El Litoral, gracias al soporte digital tiene una mayor conexión con el público que cuando todo el mundo vivía en la galaxia papel.
TS- ¿Qué genera internamente esta mayor conexión?
GV- Un desafío, el desafío de la renovación que es día a día. Y a eso hay que dar respuesta si uno quiere seguir vigente. El diario, si uno sigue los grandes cambios en papel de formatos, diseños o tipografía fueron cada doce o quince años y ahora, la innovación es constante.
TS- Entonces, considerás que la relación Papel – Digital no implica un problema comunicacional?
GV- No, el problema en todo caso, es más bien de orden económico, porque la rentabilidad del papel no ha sido todavía compensada por la rentabilidad de la web, primero en la web hay menor cantidad de venta de publicidad y segundo esa publicidad se paga menos. Eso crea un problema de orden económico financiero para los medios tradicionales. Un problema que es necesario comenzar a abordar con inteligencia, con ganas, por más que uno esté cansado.
CRÉDITO: Marcelo Jorge FOTOS: Pablo Aguirre