Afirmar que los escritores santafesinos autogestionan el lugar escriturado en que el oficio anida, pugna por existir, conmueve y tiene vida, es reconocer a Francisco Bitar como un obrero joven de la literatura como proceso de identificación y experiencia de trabajo.
En la tenue y tensa fragilidad de la realidad que habita, el escritor y sus personajes traman sus soledades ancestrales, compartiendo la palabra y haciéndola refugio vital.
Con una superposición de escenas rítmicamente acordadas, el relato propuesto por Francisco, se desliza por los pliegues de las hojas, sobrevuela la atmósfera de la casa silenciosa pulverizándose en micropartículas de sentido y el lector, ese sujeto tan preciado, construye un significado cercano, posible y cotidiano: la placentera incapacidad de abandonar la lectura.
La soledad y el amor con sus perplejas coincidencias construyen y remuneran el oficio de usar las palabras literarias mediante un constante trabajo obsesivo que es soñado en oníricas proyecciones de la conciencia.
TS-¿Por qué el lenguaje escrito? ¿Por qué la escritura?
FB-Porque seguramente es una especie de identificación que viene a través de la lectura. Tiene que ver con decirse a uno mismo: “yo también puedo hacerlo”, después de encontrarse con escritores que te cautivan, que te proporcionan mucho placer al momento de la lectura. Luego, una vez que me encuentro con el trabajo de escritura, por el placer que me proporciona el trabajo mismo.
TS-¿Cómo nace la literatura en tu vida? ¿Un encuentro, una búsqueda, el destino?
FB-Mis viejos tenían una librería que se llamaba Atenea. Incluso los recuerdos más remotos que tengo de mi vida, de mi infancia, tienen que ver con ese entorno de libros. En mi casa también había muchos libros. De todos modos, la literatura fue un espacio que dentro de mi ámbito familiar me tuve que ganar. Nadie dentro de su familia, en su sano juicio querría un hijo escritor. Nada que valga realmente la pena no cuesta, entonces también tuve que, a mi manera, hacerme ese lugar, conquistarlo y ganarme ese trabajo.
TS-¿Recordás el primer texto que podrías reconocer como literario?
FB-Hay una diferencia entre el primer escrito y lo que considero literatura porque seguramente aquel primer escrito preferí olvidarlo. Desde el primer momento en que empecé a trabajar sobre la literatura, ya no la dejé escapar. Entonces trabajaba con cierta regularidad, a los 16 o 17años, más o menos todos los días. Tengo un conjunto de cuentos de la adolescencia que está atravesado por cierta conciencia de trabajo, incluso uno de esos cuentos sobrevivió al tiempo, por supuesto con algunas modificaciones yaparece en Tambor de Arranque. Tambor de Arranque es un relato escrito por capas, medio facetado, en donde, tal vez, cada uno de los capítulos pueda ser leído de manera autónoma. Entonces uno de esos cuentos que había escrito cuando era adolescente, está ahí, se llama Contenedor.
TS- Cuando estás con la hoja o la pantalla en blanco, ¿cómo es la intimidad con tu escritura? ¿Hay rituales, procesos a cumplir, automatismos, cábalas?
FB- Me centro en el oficio de escribir con la concepción de trabajo, trato de dedicarle dos horas por día, en lo posible tres, que es el tiempo con el cual me siento satisfecho, tonificado. Mi sueño es poder abocarme por completo a la escritura, aunque en mis momentos obsesivos y superneuróticos me pregunto si el hecho de poder dedicarme a pleno a la literatura no atentaría contra la propia producción. Escribo en una computadora vieja, que tiene que ver también con la locura de los rituales obsesivos, que me acompaña desde que me fui de la casa de mis viejos. Es una de esas computadoras con el gabinete y antiguos monitores que proyectan tu sombra en la pared, que son como radioactivos. Tengo todo un mundo que tiene que estar en perfecto equilibrio para que yo me ponga a escribir.
TS-¿Cómo describirías tu proceso creativo?
FB- El proceso tiene mucho que ver con el proyecto de escritura. Aparece a modo de imágenes o un episodio que pueden disparar el relato y lo puede hacer también una escena. Hay por lo menos un par de personajes y una presencia fuerte de la imagen. Con esa concurrencia entre personaje e imagen que termina construyendo esa escena, es la manera en que el relato se pone en movimiento. Por lo general, tengo el principio o el final, a veces el conflicto del cuento pero nunca tengo el cuento completo antes de sentarme a escribir. A veces aparecen las dos cosas al mismo tiempo: una frase con cierto ritmo y la imagen inicial, necesito el ritmo para ponerme a escribir. La frase de apertura o el párrafo inicial son muy importantes ya que constituyen ese empujón como para escribir el cuento.
TS- ¿Sos un escritor preocupado en situar el hecho narrativo dentro del paisaje urbano santafesino? ¿De qué manera interactuás con el contexto de referencia?
FB-El tema del lugar, en este caso la ciudad, no es algo que me interese abordar directamente. Sin embargo, como decía Ernest Hemingway “uno escribe sobre lo que conoce” y yo lo primero que conozco directamente y que está asociado a mi experiencia es Santa Fe. Es más difícil hablar de una especie deespíritu de la ciudad, me resulta difícil pensar cuál sería el carácter del santafesino. Pero una entrada posible es, y lo digo luego de haber escrito sobre ello, el barrio. Los barrios tienen una historia propia, sus rasgos, sus características diferenciales. En el próximo libro de cuentos, “Luces de navidad”, que está por publicarse, uno de los cuentos transcurre en Barrio Roma y su contexto de identificación. Este Barrio Roma se podría replicar en cualquier otra parte del mundo con familias jóvenes o entradas en años que no pudieron despegar.
La ciudad ocupa en mi literatura ese lugar de lo conocido, no podría escribir sobre ninguna otra ciudad simplemente porque no la conozco del todo. Mi deber como escritor es, además, terminar de conocer lo que ya conozco con la escritura.
TS-¿Cómo aparece tu “yo” escritor en tus textos?
FB-Aparece como mis grandes fantasías que tienen que ver con episodios de soledad. Yo no sueño con ganarme el quini 6, sueño con ser testigo de la vida de un hombre abandonado, solo, tratando de ver cómo seguir adelante en un contexto adverso. Porque un hombre solo es consciente como ningún otro de su propia intimidad y, al mismo tiempo, de su propia fragilidad, de su propia significancia.
TS-¿Es como tu gran musa “la soledad”?
FB-Sí, la soledad en su amplio sentido y en particular la de los varones. Es maravilloso poder ser testigo con la escritura de qué manera los varones y las mujeres solos, tomados de uno en uno, encuentran o inventan modos de seguir adelante. Por eso aparece mucho la separación en mis textos, ya que considero es la gran expresión de ser yo con el Otro a la distancia. El amor y la soledad son dos caras de una misma moneda, en ambos se tiene esa tenue fragilidad de estar indefenso frente a una nueva experiencia.
TS-¿Para quién escribís? ¿Tenés un lector modelo?
FB-Yo defiendo el lugar del lector, sobre todo porque soy un lector. En la literatura argentina donde no se piensa muy a menudo en el lector e incluso es una moneda de cambio no pensar en él, me parece todo una afrenta, un atentado.Trato de equilibrar las distintas partes de un cuento, de un relato, como para que el lector siga cautivado y lo tenga que leer efectivamente hasta el final. Si yo presionara una de las partes de ese relato, de modo tal de probar mis propias aptitudes en torno a eso, me parece que estaría traicionando a mi lector. Hay toda una maquinaria que se viene pensando hace mucho tiempo, que está dispuesta de modo tal que el lector no abandone la lectura.El Taller Del Otro Lado que nosotros hacemos acá en la librería, es una especie de trabajo exploratorio de esas maneras parahacer que el lector no deje de leer nuestro cuento o que lo continúe mañana.
TS-¿Cómo definirías el valor de la palabra en tu vida?
FB-Es central y me aleja de la soledad. Si yo fuera algunos de mis personajes, que de hecho creo que lo soy, y no tuviera la literatura, estaría muerto. Incluso la escritura me sirve como documento, como defensa ante cualquier situación de la vida. Me parece que vivimos como decía Yerry Maguire en un mundo sínico, en una feroz competencia, a veces me da la impresión que pongo un pie afuera y me lo pueden cortar, y en ese mundo amenazante para mí la literatura ocupa un lugar central, es mi defensa pero es además lo que yo quiero hacer todos los días. Hablo de la palabra literaria. Tanto es así, que sueño con palabras, con cuentos, con estar escribiéndolos, con verlos escritos y proponerme afinarlos, mejorarlos. Incluso me levanto y los anoto aunque después en general son una porquería. Es una presencia permanente en mí la literatura: la palabra para ser contada.
TS-¿Cómo es la línea que separa la ficción de la realidad en tu escritura?
FB-Mi apuesta es a la legibilidad, el hecho de imaginar un lector y que casi cualquiera pueda aproximarse al texto que yo escribo, tiene que ver con que no intento simbolizar nada, o sea, la experiencia del relato es el relato en sí mismo. Trato de que el cuento, de alguna manera, hable de una experiencia real, una experiencia compartida. Los temas son cuatro o cinco y el resto son todos temas subsidiarios. Entonces escribo sobre esos cuatro o cinco temas, y lo hago incorporando toda una tradición del cuento o del poema, no intento hacer una metáfora sobre la historia argentina o escribir el libro de mi generación, no podría hacer una cosa así. Me parecen proyectos excesivos que no los entiendo, es una literatura que no me seduce, por eso yo no escribo para la facultad de letras. Un escritor tiene que ser consciente que hoy se lee de una manera diferente y que hay que ver cómo reciclar algunas formas de escritura como para que el lector siga leyendo y no por eso sacrificar la literatura.
La Bioinfo
Nació en Santa Fe en 1981. Es Licenciado en Letras por la Universidad del Litoral. Publicó los libros de poemas: “Negativos” (Ediciones Stanton, Bs. As., 2007), “El Olimpo” (Colección Chapita, Bs. As., 2009, Ediciones Stanton, Bs. As., 2010) y “Ropa vieja: la muerte de una estrella” (Ediciones Stanton, Bs. As., 2011). Publicó además la novela “Tambor de arranque” (EMR, Rosario, 2012) que obtuvo el premio Ciudad de Rosario. Tradujo a escritores norteamericanos y trabajó, entre otras, en la edición de “Trabajo nocturno. Poemas completos de Juan Manuel Inchauspe” (Ediciones UNL, Santa Fe, 2010) y de “30.30. Poesía argentina del siglo XXI” (EMR, Rosario, 2013). Cuentos y poemas de su autoría integran diversas antologías y fueron traducidos al inglés y el alemán. En agosto pasado, el libro de cuentos: “Luces de Navidad”, fue galardonado con el premio Alcides Greca 2014, como obra inédita.
CRÉDITOS: Ezequiel Perelló
FOTOS. Pablo Aguirre