Desde que se origino el coronavirus en China, la enfermedad no paró de propagarse a lo largo y a lo ancho del mundo. A partir de ese momento, la pandemia tiene a todos en vilo. Actualmente, no es posible detallar de forma exacta cuáles serán los cambios que va a dejar, sin embargo, se pueden observar consecuencias inmediatas.
Más allá de los efectos negativos en la economía, el aislamiento social, además de ser el mejor remedio contra la expansión del virus, genera un beneficio: menos contaminación. Según Greenpeace, a partir del monitoreo diario realizado, mejoró el ambiente y cambió el olor del aire. Al haber menos frecuencia de transporte público, circular menos autos y menos aviones, tener el sector industrial en pausa, la concentración de gases disminuyó y el aire es distinto.
La ausencia parcial de las actividades humanas provocó un fuerte impacto en el medioambiente. Desde que se implementaron medidas para la prevención del COVID-19, bajaron las emisiones de dióxido de carbono y de contaminantes atmosféricos. También hay menos contaminación auditiva.
El contaminante atmosférico que marcó la disminución más significativa, es el dióxido de nitrógeno. El NO2 se produce cuando los autos y los motores queman combustibles fósiles a altas temperaturas. Este gas nocivo emitido por los vehículos, las plantas de energía e instalaciones industriales, es perjudicial para la salud humana ya que, genera enfermedades respiratorias como la disminución de la capacidad pulmonar, asma, bronquitis aguda. Asimismo, su emisión es el principal causante de la degradación de la capa de ozono.
El freno de la actividad industrial no es la única variable que provoca consecuencias positivas. A partir del cierre de las fronteras, los países redujeron los vuelos (más de 100 aerolíneas interrumpieron sus servicios) y con ellos disminuyó la contaminación generada por los aviones. El impacto ambiental del transporte aéreo contribuye al calentamiento global puesto que cerca del 5% de la contaminación total mundial proviene de los aviones.
No obstante, hay que reflexionar sobre este efecto inesperado del Coronavirus en el medioambiente. Si bien el cese de ciertas actividades ayudó con esto, se trata de una reacción a corto plazo, que puede ser un impulso para modificar hábitos de cara al futuro ya que, el cambio climático puede generar consecuencias tan drásticas como las que causa el Coronavirus.
¿Sería utópico pensar que de la misma manera que encontramos una respuesta colectiva para luchar contra el virus invisible, podríamos encontrar armas para pelear por nuestro medioambiente?