“La máscara, por ser ante todo un producto social, histórico, contiene más verdad que cualquier imagen que pretenda ser verdadera” 

Ítalo Calvino- Los amores difíciles

¿Hace mucho que no sacás a tomar aire a esa vieja máscara, escondida, que tanto te da placer? Las máscaras como apósitos sustitutos de la piel visible, de la que roza el viento y moja la lluvia, son amalgamas entre lo que sentimos ser y la imagen propia que del Otro se desprende para configurar una dialéctica que habla de percepciones, una historia que cuenta la supervivencia del minuto diario en la vida real.

Construimos máscaras adaptables a las circunstancias que nos sujetan para poder pertenecer a esa demanda, a ese proyecto social que nos incluye sin siquiera pedirnos permiso y lanzarnos al abismo vertiginoso de los encuentros en que la imagen define las elecciones y los gestos determinan el contacto. Existen máscaras como esperpentos que piden amor en mitad de la tormenta y también existen declaraciones de guerra que se anuncian con un vals antiguo de fondo.

Muchas veces la máscara construida no es suficiente para impermeabilizar la exclusión y el odio que estamos viviendo. Y entonces se quiebra en muchas partes dejando ver la fragilidad, lo vulnerable ante el espanto y la desidia. La pequeñez del desamor que nos habita es tal que tienen que agigantarla para que convencernos que existe.

El amor necesita máscaras para vivir y que algo remoto sacuda los cimientos para que la posibilidad tenga lugar, para que lo necesario se proclame verdadero.

Hay máscaras que nos ayudan a resistir los embates burócratas que cierran puertas desde adentro y miran inertes a través de vidrios espejados. Hay máscaras que develan las pasiones más ocultas y nos hacen ser lo que somos, lo que deseamos ser. Hay máscaras que soportan adversidades y gestas íntimas que se traducen en acciones plurales en las que el igual siempre es positivo y son neutros los que restan. Hay máscaras atrevidas que sueñan con un futuro habitable y lo narran con cuerpo y todo para que la memoria tome volumen y ceda terreno a lo menor, a la inesperada voracidad de lo que no se calla.

El amor necesita máscaras para existir y que todos los días recordemos por quiénes los ojos se abren para recibir la luz que los ciega.

Desde TODA tenemos la necesidad de reafirmar un objetivo fundacional: “nacimos para mostrar la flor en el pantano”. Esa flor, en cada etapa vital y creativa, son ustedes, nuestros lectores/ seguidores que aman amores posibles porque confían en Otros que nos involucra, que nos da entidad.

Nuestra responsabilidad es retribuir lo otorgado, que siempre es una ganancia, para que nuestro amor crezca y se multiplique como ecos en las montañas del crepúsculo.

¿Seguimos usando esas máscaras que nos habilitan a ser distintos?

Por: Ezequiel Perelló