A medida que el transcurso del tiempo parece devorar casi todo lo que de humano nos pertenece como una máquina digitalizada a modo de cuenta regresiva, nos apuramos en vivir lo que resta del porvenir al pie de la letra que dictan los discursos validados por meditadas voces del más allá y del por aquí. Mientras tanto, en el acá y el ahora, suceden interrogantes-a modo de búsquedas- que se debaten a muerte con la verdad para cobrar algo de existencia en el mundo de lo real, siempre y cuando no coticen en alta en la bolsa de valores y esa realidad supere las expectativas.
Como fieles usuarios bajamos la cabeza con la cara iluminada por la artificialidad de una pantalla, deslizamos las yemas sobre lo táctil en busca de un alivio, a la espera de lo mínimo e inmediato que logre conmovernos o conformarnos- casi como una promesa que se sabe de antemano incumplida- sin demasiada notoriedad porque la exaltación de quién se encuentra con lo novedoso no es algo que esté de moda. El decoro emocional sobrevalua la manera de estar conectados y un emoticon amarillo abrevia las palabras sintetizando el gesto y extralimitando el símbolo. La conexión con el otro parece estar mediatizada por algunos filtros antes de ser subida al éter y desde ahí ser arrobada para que el receptor la vea con el reaseguro de lo visto como algo que se clava.
Una sucesión de hechos cotidianos que cuestionan nuestras vidas y las trascienden en varios sentidos -como el gesto inquisidor del pincel sobro el poro, el potencial de una mirada que enfoca el centro óptico de la lente y se proyecta al infinito, la teatralidad de las palabras que desarticulan estereotipos dialogando con los que nos precedieron, la voz radial que sale como audio intangible y queda flotando en el aire para agrandar imaginaciones, el decir de un cuerpo que late con una conversación fluida, la mano que tensa los músculos propios y ajenos en diseñar un vínculo compartido y sincero– suelen pasar inadvertidos ante tanta vorágine virtual que nos alimenta de hipervínculos linkeando lo que se pretende que miremos, la tendencia que es preciso consumir o lo viralizado para no estar afuera de la actualidad.
Sin contraponer lo móvil de la socialización en redes a lo personal y cercano del contacto con el Otro, decidimos poner en el punto de mira lo que entendemos son manifestaciones que humanizan por su profunda vinculación con lo íntimo que- lejos de ser privado-se ofrenda a modo de entrega social, de gesta colectiva.
Desde TODA en este 2025 iniciamos el año editorial poniendo el aspecto humano en el punto de mira y pretendemos comunicar la materialidad de la que estamos hechos y qué sienten nuestros sentidos cuando decimos ser quienes elegimos.
Por: Ezequiel Perelló