Diego E. Suárez nació en Posadas y a los veinticinco años se radicó en Santa Fe. “Me vine por amor”, gusta decirles a sus alumnos del secundario, porque es cierto y no reniega de esa sensibilidad.Hoy vive en Santo Tomé con Verónica ­­—su pareja—, Francisco y Lisandro —sus pequeños hijos. Estudió Letras, es docente, escritor e investigador. Publicó dos poemarios, ensayos y algunos “incunables” misioneros, de los cuales conserva copias y considera parte de su etapa de protoescritor.

 

Eché raíces en el abono e

xistente

entre el deseo de decir y lo decible

 

Diego charla de manera pausada pero ininterrumpida. Es preciso, sus palabras arman un texto en el aire que hay entre nuestras sillas, un discurso que cae armado y listo para el grabador. Hay algo de exquisito en e

 

 

scuchar sus dobles eles perfec

 

 

tamente pronunciadas, marca de origen misionero que, por suerte, no contaminó nuestro acérrimo yeísmo santafesino. Según él, no es la única marca que trajo de su noreste natal.

DS —Cuando empecé a compartir mis poemas con Liliana Lukin, persona muy importante en mi formación poética, una de las cosas que ella me reclamaba era más ironía. Como si hubiese algo ingenuo o cándido [risas] en ese manejo que yo tenía de la poesía. Eso es algo que está en mí por mi formación misionera; por esa idiosincrasia, por esa cosmovisión que no desdeña la ternura y la sensibilidad. Me gusta conservar eso y me gusta cuando aparece en lo que leo.

TS —¿Cuánto hay del Diego académico en el Diego poeta?

DS —No logro escindir una cosa de otra. He construido lo que pienso y mis propias creencias a partir de lo que leí. Cuando me siento a escribir un poema, un ensayo u otra cosa, eso fun

 

ciona como un panóptico que me observa. Y ahora empiezo con las citas [risas], Truman Capote decía “cuando Dios te da un don, también te da un látigo”. El tema es transformar ese látigo en un acicate para avanzar y no para quedarte estancado.

TS —¿Cómo construís tu estilo? Te he escuchado decir que el estilo siempre se inscribe en un fenómeno social más amplio, en lo colectivo.

DS—El estilo es una construcción que involucra lo individual con lo colectivo, por más “torre de marfil” que te quieras hacer. Uno no está solo y aislado en el mundo, por más solo y aislado que quiera presentarse ante el mundo. Pienso en el Ethos, un concepto que viene más del análisis del discurso y, tal vez, no sea correcto que lo traiga a colación para hablar de literatura. Es la construcción deuno mismo a través de su discurso. Uno queda en evidencia a través de ese constructo, sobre todo en poesía, y compartirlo pone en tensión lo individual con lo colectivo. En la literatura siempre es uno el que se está representando, por más que hables del río o de la luna, sos vos el que aparece.

TS —¿Pensás en el “lector ideal”?

DS —Sí, pero me he llevado muchas sorpresas positivas en relación coneso. Gente que no me conoce, colegas que llegaron a mis libros y me han hecho devoluciones sumamente ricas, que escapaban a mis pronósticos. Llega un momento en el cual tu relación con el lector es descontrolada. En el momento de la escritura, trato de ser lo más sincero posible, para decir lo que necesito decir y, a la vez, no hacerle perder tiempo al otro.Escribir es una responsabilidad y, como decía Sartre “la responsabilidad genera angustia”. No hay que evadir esa angustia, hay que enfrentarla con la propia escritura, estar a la altura de esa responsabilidad.

 

Al entrar hallaron el silencio

con heridas de frases de fuego

 

Diego no rehúye a las polémicas. Defiende su forma de hacer y ver la poesía. “En la poesía hay mucho de ir a robarle al otro, al subalterno, bajo el slogan de ‘la poesía está en la calle’. Algo no me cierra, con respecto a esa apropiación de la lengua del otro para representarla desde el lugar central de quien escribe. Es decir, me apropio del lenguaje del otro y me hago pasar por un tipo abierto, inclusivo, cuando en realidad lo que hago es manipular el discurso ajeno y eso nunca va a producir nada positivo en el otro. Es mucho más coherente, como hace César González, darle las herramientas a los otros para que no pasen por esa pseudo-mediatización, para que tomen y difundan su propia voz. Todo esto me provoca una molestia porque existe y no lo puedo negar, pero a la vez no lo tengo resuelto, no sé qué hacer con eso”.

TS —Hace poco generaste un debate en las redes sociales relacionado al abordaje del hecho poético desde lo metafórico o desde lo literal. ¿Sosun cultor de la diatriba?

DS —Hay que dar el debate. No sé si soy un cultor de eso pero sí sé que me encantaría serlo. Porque no quiero estar en un lugar donde nadie se cuestiona nada.

 

Crédito: Mariano Peralta

Fotos: Pablo Aguirre