La maestra rural – Luciano Lamberti – Ed. Literatura Random House, 2016.

 

610331c0En una conferencia sobre escritura literaria el disertante aconsejó “A las historias no conviene presentarlas frontalmente, hay que hacerlas entrar por la ventana”. A lo que Hebe Uhart acotó para nos “lo ladrone entran por la ventana”.

En La maestra rural Lamberti opta por la primera vertiente y abre solo ventanas. Todo lo que vemos nos llega lateralmente, a través de las voces de los personajes, incluso pareciera que nunca asistimos al alma de la anécdota sino que paseamos por una larga perífrasis. Como dice Roberto Juarroz en el “Poema 8” de la 12° Poesía Vertical: “Dibujaba ventanas en todas partes/…/ Dibujaba ventanas en las puestas./ Pero nunca dibujó una puerta./ No quería entrar ni salir./ Sabía que no se puede./ Solamente quería ver: ver”.

Referirse a la poesía para aludir a la novela de Luciano Lamberti no es arbitrario, porque el personaje principal de la obra es una poeta: Angélica Gólik, la maestra rural a la que refiere el título, título que justamente proviene de un poema, poema de Gabriela Mistral que cita la voz de aquel mismo personaje.

Luciano Lamberti, licenciado en letras modernas (Universidad Nacional de Córdoba, publicó el libro de poemas San Francisco (2008), tres libros de cuentos: Sueños de siesta (2006), El asesino de canchos (2010), y El loro que podía adivinar el futuro (2012). Y la nouvelle Los campos magnéticos (2013).

Así como sucede con cualquier obra coral no conocemos la prosa del autor. Esto, lejos de ser una crítica negativa, demuestra el manejo estilístico de Lamberti, que va paso delante de la ejecución del propio discurso y genera el estilo discursivo de otros: sus personajes.

Contar el argumento de La maestra rural es ir por un camino sinuoso, tanto porque no hay una única historia, tanto porque la que une sus fragmentos es la construcción propia del lector. Aunque sí podemos presentar lo que narran algunos de sus personajes, pues la novela está conformada por 30 apartados o capítulos en los que en cada uno nos habla la voz de un personaje.

Santiago, que ocupa intercaladamente 8 apartados, es un joven estudiante de letras que tras descubrir la enigmática poesía de Angélica Gólik se fanatiza por tal escritura. Consigue con esmero encontrarse con la poeta, le roba un manuscrito y lo publica como si fuera un libro propio. Luego se arrepiente y enloquece.

Aníbal, padre de un alumno de Angélica Gólik dice que Angélica fue separada de su cargo tras descubrirse los extraños contenidos que enseñaba a sus educandos (“de conspiraciones, de civilizaciones perdidas, de mensajes ocultos”).

Esther, anciana católica y conservadora que tras espiar a Angélica Gólik y sin decirnos qué vio desea abandonar no solo el taller literario en el que fueran compañeras sino también huir del pueblo.

Mientras uno va reconstruyendo o construyendo la historia de esta poeta que vuelve locos a todo su entorno, se tiene la sensación de que el relato está siempre empezando, lo cual da por resultado un efecto de suspenso cinematográfico. Bien se podría decir, aunque sin reducirla a ello, que ésta es una novela de atmósfera. El mismo autor dice en una entrevista hecha por Augusto Munaro publicada en el diario El Litoral el último 29 de abril: “Al terminar la novela supe de qué se trataba y por qué estaba escrita así”.