Bailarín, coreógrafo, actor, cantante, referente de la comedia musical argentina y santafesino
Comenzó su formación artística en el Liceo Municipal Antonio Fuentes del Arco de nuestra ciudad. Se dio el gusto de trabajar con Andrés Percivale, Juan Badía, Nélida Lobatto, Nacha Guevara y Patricia Sosa, entre otros artistas. Su pasión: la comedia musical y Santa Fe, a la que vuelve cada vez que puede para reencontrarse con parte de su ser.
Cuándo uno le pregunta cuál es su currículum, responde con la humildad que suelen tener las personas que trascienden al tiempo y al espacio: “Yo soy muy tímido con las cosas que he hecho, porque parece que no hice un carajo. Soy bajo perfil con mi profesión, porque me parece que no he hecho lo suficiente”. Hugo Gómez Carranza esperaba con ansiedad que en el cine Ocean que estaba en calle 25 de Mayo pasaron algún video de los acróbatas chinos: “Yo quería ser actor y acróbata”.
Hasta que un día, un amigo le dijo: “El Liceo Municipal es gratuito y hay carreras de todo tipo. Así es como un día subiendo las escaleras de este edifcio me encuentro con una secretaria que era como la madre de Gasalla, haciendo la empleada pública. Y me dijo: ¿No te gustaría estudiar danza? Y estudiar Danza en los 60 era realmente importante”. Comparándose con sus compañeros, se dio cuenta que no tenía el mismo aspecto que ellos pero decidió continuar de la mano de quién fue un gran maestro para muchos santafesinos que pasaron por esta instituciones: Mari Giromini Droz.
“Había unos maestros de danza que estudiaban mucho en Buenos Aires, e iban a realizar cursos. Con poco dinero enseñaban en el Liceo Municipal, que era como un Fama de la época. Creo que en ninguna parte del país existía un instituto de ese estilo. Aprendíamos música, danza, teatro y algún instrumento. Eso era increíble en esa época”, recuerda Hugo. Además, cuenta que sus padres desconocían que él estudiaba danza, pero que tenía unos padres muy liberales para la época que aceptaron y se sorprendieron con su desempeño escénico.
La gran ciudad
“Me fui a estudiar psicología a Rosario, primero, y dije está tan cerca de Buenos Aires y me instalé allí. Estudiaba psicología y picaba cursos de aquí y de allá”, comenta Hugo y con nostalgia afirma: “El Buenos Aires de esa época es irrepetible, porque era una joya. Lo hacía una joya el movimiento cultural, la ideología y lo que pasaba en los 70 en el mundo”.
Cuando rememora a ese joven, Gómez Carranza dice: “Era como muy irreverente con el estudio. La danza necesitaba de un estudio muy concreto, de mucha disciplina y yo en verdad nunca fui muy disciplinado. Odiaba los horarios. Yo venia con el camalote pegado en el trasero, porque tenia esta cosa de intelectual artista, pero a la vez era como callejero. Entones, esos dos mundos siempre habitaron en mí y nunca dejaron de estarlo”.
Era la época del máximo esplendor de calle Corrientes: “Estaba lleno de bohemios, filósofos, poetas, pinturas. Entonces, te ibas a una mesa de un bar y te ponías a hablar de la vida con la gente que se sentaba ahí. Eran genios de la bohemia, divina bohemia de los 70. Eso a mi me deslumbró y no podía creerlo, tanta enseñanza en la calle. Cualquier tipo decía mirá lo que escribí y Cortazar era un bobo. Entonces yo dije: éste es mi lugar”.
El descubrimiento
“Un día estaba en una discoteca, en ese lugar estaba Gerardo Sofovich y me lleva a su mesa. Estaba con dos mujeres muy hermosas que se llamaba Etel y Gogó Rojo, enfundadas en unos vestidos hermosos, dos mujeres bestiales. Y me invitó a trabajar con ellos. En el medio empecé a conocer gente del musical y el teatro comercial. Entonces, de día de era la cosa intelectual, arrastrarse por el suelo, pegarse en el pecho, hacer teatro serio, danza contemporánea y a la noche estaba el burlesque por todos lados, rondándome. Creo que es parte de mi vida eso, yo soy así también: ángel y demonio”, afirma Hugo.
Pasado un tiempo de trabajo con las hermanas Rojo, un amigo le dice que Eber Lobato, el marido de Nélida Lobato y su coreógrafo, lo quería conocer. “Venían de trabajar en Paris, me llevaron a trabajar a una gira y me quedo con ellos mucho tiempo”, cuenta Hugo.
Mientras bailaba en uno de los programas más visto de la época, “La noche de Andŕes” que conducía Andrés Percivale, se presenta a una audición para participar del musical Chicago con Nélida Lobato. “Hice la audición que fue muy dura y quedé. Y así empecé en el musical. Marcó toda mi vida, adoré hacerlo y fue como mi primera novia”, afirma.
Todos los gustos en vida
No solo compartió el escenario y la pantalla con Nélida, sino tambipen con Arturo Bonin, Lucrecia Capello, Juan Alberto Badía, hasta que llegaría el segundo hito en su carrera artística: Nacha Guevara. “Me encuentro con una amiga que me dice: quiero que Nacha Guevara te conozca, van a hacer “Eva”. Me encantó, di la prueba y fue una cosa genial para mí porque se viene Nacha de la ultima fila y me dice: sos divino, se te ve divino. Y durante más 10 años trabajé con ella desde el 86 hasta el 98. Hicimos muchas cosas y aprendimos mucho uno del otro.Es una artista increíble, tanto con ella como con Nélida Lobato se ha roto el molde”, señala Gómez Carrnza.
Su curriculum recorre el escenario y la pantalla de decenas de artistas argentinos, pero él insiste en que no ha hecho lo suficiente. Sin embargo, en los videos musicales de Reina Reech, en los shows de Patricia Sosa y en las puestas en escena de diversas obras infantiles como El Principito se pueden apreciar la mano, el movimiento, el ángel, el demonio y el camalote del santafesino Hugo Gómez Carranza.