Cuando OpenAI anunció un nuevo modelo de inteligencia artificial generativa, llamado o3, pocos días antes de Navidad, generó tanto entusiasmo como escepticismo.

Entusiasmo entre quienes esperaban que sus capacidades de razonamiento representaran un gran paso hacia una inteligencia sobrehumana (algunos llegaron a considerarlo un avance más significativo que el lanzamiento de ChatGPT en 2022).

Escepticismo porque OpenAI no lo lanzó al público y tenía incentivos para exagerar el papel pionero de la empresa en IA para ganarse el favor de Donald Trump, el presidente entrante.