Hay gestos que nos definen más que cualquier bandera. Pasar el mate al otro, cebar con cuidado, elegir la yerba, decidir si se toma amargo o dulce, solo o acompañado, a la mañana o a la noche. El mate para los argentinos significa “ser argentino” y es mucho más que una infusión: es una ceremonia cotidiana, una forma de compartir, una identidad que se saborea. En el exterior, nos vemos tomando mate y nos reconocemos enseguida.

Como nutricionista, me interesa mirar al mate desde todas sus dimensiones: la nutricional, la simbólica y la afectiva. Porque esta bebida nacional —tan humilde como poderosa— nos atraviesa culturalmente, y también nos conecta con lo que comemos, con lo que somos y con cómo nos vinculamos. Tal vez sea la invitación más común y que naturalmente nos “sale” hacer cuando conocemos o queremos conocer a alguien, incluso es la compañía mas bella en la individualidad, cuando trabajamos, cuando no sabemos si tenemos hambre, cuando tenemos frio o cuando no tenemos nada que hacer y nos disponemos a disfrutar de unos “buenos mates”.

Un ritual cotidiano con historia

El mate no nació con nosotros, pero nos adoptó. Su origen se remonta a los pueblos guaraníes, quienes ya lo consumían mucho antes de la llegada de los colonizadores. Lo utilizaban con fines energéticos, medicinales y como parte de ceremonias comunitarias.

Con la colonización y el paso del tiempo, el mate fue ganando terreno como práctica cultural común en distintas regiones del Río de la Plata, adaptándose a distintos contextos sociales y económicos, hasta volverse, literalmente, un emblema nacional. Hoy es difícil pensar en una casa argentina sin un mate en alguna parte: sobre la mesa, en la mochila, en el escritorio o en la mano mientras se trabaja, se pasea o se sale a tomar el mate los domingos a las costaneras o parques de las ciudades. Hoy ya no me asombra ver personas con el mate en centros comerciales, mientras se hace algo, parece que el mate es parte si o si de esos momentos.

¿Qué aporta el mate?

Desde el punto de vista nutricional, la yerba mate es rica en compuestos bioactivos, especialmente polifenoles, xantinas – como la cafeína y la teobromina- solo que en este caso se denomina “mateína” que le otorgan propiedades antioxidantes, antiinflamatorias y estimulantes suaves. En algunos estudios consideran incorporarlo hasta en el futbol, por eso no nos asombra ver que muchos van al gimnasio con el mate y se toma mate durante el entrenamiento.

El mate puede mejorar la concentración y el estado de alerta (sin generar el “pico” que si genera el café), a su vez puede aportar antioxidantes que ayudan a combatir el estrés oxidativo, y mejor aun cuando se le incorporan algunos “yuyos” cuyas propiedades facilitan esta acción. También puede favorecer la digestión e incluso actuar como diurético natural, ayudando a eliminar líquidos retenidos. Eso sí, bien sabemos que como bebida hidratante no colabora de la misma manera que el agua. En algunos casos, cuando hay inflamación de la mucosa gástrica o intestinal es menester no consumirlo hasta que se alivien los síntomas. Desde la salud, el mate puede ser una herramienta de bienestar si se lo integra de forma consciente. Muchas veces acompaña momentos de estudio, concentración o introspección. No es raro que personas que están dejando de fumar o de comer compulsivamente usen el mate como “transición oral”: una forma de llenar el vacío sin caer en hábitos dañinos. Sin embargo, es importante no idealizarlo y por las dudas quien escribe lo aclara: el mate no reemplaza comidas.

Otras cuestiones a tener en cuenta con nuestra bebida argenta y que como toda práctica alimentaria, su efecto depende del contexto. Si se consume en exceso, muy caliente o con azúcar en grandes cantidades, puede tener efectos adversos. De hecho, hay estudios que vinculan el consumo crónico de líquidos extremadamente calientes con mayor riesgo de ciertos tipos de cáncer esofágico, sobre todo cuando se combina con otros factores como el tabaco o el alcohol. Y si se consume con azúcar, estamos ingiriendo cientos de calorías vacías que no nos ayudan para mantener un peso saludable, y a tener en cuenta, muchas veces se toman litros y litros de mates, y si endulzamos, se traducen en kilos, calorías vacías, hiperglucemias sostenidas, efectos laxantes, entre otros. Finalmente, como recomendación de nutricionista, disfrute el mate con su sabor a yerba mate, sin agregarle endulzantes, a una temperatura adecuada y podrá sostener este hábito tan saludable como patrio.

El mate como símbolo social

¿Cebar un mate es solo preparar una infusión? Es un gesto. Es un ritual. Tiene un “folclore previo”. Tiene reglas, turnos, silencios y complicidades. En algunas provincias, se toma en ronda; en otras, se comparte mientras se trabaja o se estudia. Hay mates de estudio, mates de charla, mates de campo, hay mates de domingo, hay mates de peli, hay mates `lavados`, hay mates individuales donde se comparte el agua, pero cada uno lleva su mate, porque después del COVID 19 cambio esa dinámica social. Pero el mate, está.

En un país como el nuestro, tan diverso y atravesado por desigualdades, el mate tiene una función democratizadora: es una bebida accesible, portátil, comunitaria. No necesita vajilla elegante ni ceremonia de elite. Se toma con la misma naturalidad en un rancho que en una oficina. Y quizás por eso tiene tanta carga simbólica: el mate no discrimina. Une. No hace falta decir demasiado: el mate pasa de mano en mano y comunica por sí solo. El mate es infusión, símbolo y territorio emocional. Su historia nos recorre, su sabor nos acompaña, su presencia nos reúne. Desde la salud, podemos abrazar ese ritual sin renunciar a los principios del cuidado y entender que salud y cultura van de la mano.

Por MSc. Virginia Borga.