De cómo una niña —embelesada por los zapatos expuestos en la vidriera de un negocio—, se convierte en joven y exitosa empresaria, dueña de un talento especial para conquistar los sueños, habla esta historia, que no es de cuento.
Atrás, en un arco tenso de tiempo que concentra demasiadas experiencias para pocos años transcurridos, está una chica de ojos casi transparentes que repasa el pespunte de unas sandalias, calibra el peso de unos dijes y calcula la densidad de unos tacos elevados en el aire como diminutas columnas griegas. Es el recuerdo con el que abre el relato Gretel Schneider al recordarse a sí misma frente a la zapatería de su pequeña ciudad natal, Crespo, en la provincia de todos los verdes, Entre Ríos. Y quien habla es una joven que conserva las pupilas diáfanas, aunque el porte no es de quien observa sino de alguien que ya se habituó a tomar decisiones para hacer girar su mundo conforme se lo dictan las ganas. Afuera, la primavera estalla sobre Boulevard Gálvez, la avenida elegida donde construye su reino.
Madre docente y padre comerciante fueron la matriz de un hogar, donde tuvo libertad de elección desde pequeña. De tanto cruzarse a ver las novedades que se exhibían en la zapatería, un día el propietario la invitó a trabajar. Le dijo que sí. Tenía 14 años. Ese fue el inicio de la historia. “Cuando terminé el colegio en 2004 supe que no podía tener mi propia zapatería. Mi mamá me sugirió que estudiara Administración de Empresas, pero me decidí por Mecánica Dental, en Rosario, adonde viajaba una vez por semana. Mientras tanto pude trabajar, entre otros lugares, en la zapatería más elegante de Crespo. Ahí aprendí muchísimo”.
Esos aprendizajes y la voluntad que la iban constituyendo hicieron que en 2009 se instalara en Rosario, a trabajar en un local donde liquidaban zapatos. Y ahí empezó la verdadera aventura. La pasión le marcó el rumbo y se transformó en una mujer imparable: “Traté de ordenar el negocio, de ponerle onda, de que se vea hermoso, y de repente empezó a funcionar muy bien. Le puse mi impronta y mi jefe me dio libertad de acción. La empresa empezó a crecer y terminamos abriendo 13 locales en distintos puntos del país”. Gretel se entusiasma al recordar esa etapa fundadora de su ímpetu, donde no conoció descanso: además de trabajar se especializó en su carrera y estudió, finalmente, la postergada Administración de Empresas, donde absorbió el conocimiento para pensar en su propio emprendimiento.
El momento ya estaba en su mente desde antes, pero en 2012, en una visita a sus hermanas en Santa Fe, descubrió un local sobre calle San Jerónimo que, se convenció, era el indicado para lanzar un nuevo espacio. Fue su primer local. En 2014 se instaló en la ciudad tras renunciar a su trabajo en Rosario. Le aguardaban momentos duros. “En 2015 falleció mi papá, fue un desenlace inesperado, él era mi pilar. Era febrero y sola, con mis proyectos a cuesta, tuve que hacer frente a ese intenso dolor familiar, tenía responsabilidades, empleados, se iniciaba una nueva temporada y había que conseguir proveedores. Los conseguí y todavía les estoy infinitamente agradecida por la confianza. Además, tenía que cambiar el nombre del local (antes tenía el de las zapaterías de mi ex jefe)… mis amigas y mi familia me decían que le pusiese “Gretel” y, lo que terminó definiendo la elección, fue que a ese tema lo había charlado con mi papá antes de que muriera… es extraño, de alguna manera él siempre sigue estando presente…”
Fue una etapa de vuelo ilimitado. Se sumaron ventas al por mayor, se abrieron franquicias virtuales como experiencia piloto, cambiaron los colores, y de los blancos, negros y rojos, se pasó a un rosa que va a tono con el gusto personal de esta mujer que, lejos del estereotipo de sumisión, toma las riendas de una empresa para imponerle su sello distintivo. Abrió una sucursal sobre Aristóbulo del Valle, y su inversión fuerte más reciente es el local de 400 metros cuadrados que abre varias habitaciones sobre Boulevard para ofrecer zapatos, ropa y accesorios.
No se detiene y parece una máquina de trabajar. Ahora presenta su propia marca de zapatos, en un momento difícil en la economía del país, se atrevió a ir por más. “Siempre soñé con tener mi marca, mis propios diseños. Esta temporada lo logré. Presento Gretel Tb, son diseños exclusivos, de cuero por fuera y por dentro, muy femeninos. La idea es tenerlos en mis locales, en un sector especial, y venderlos en las mejores vidrieras del país”.
La sucesión de hechos y decisiones, los sueños concretados, las etapas superadas, los dolores asumidos, el trabajo logrado, la felicidad amasada parecen relatar una larga vida. Sin embargo, Gretel apenas tiene 31 años, y el mundo por delante. Acompañada de un amor reciente, se reconoce fortalecida. Parece un cuento de hadas, pero la realidad desde sus zapatos va dejando huellas hondas por donde pasa: un ejemplo de cómo la pasión puede obrar milagros, de cómo la pisada es fuerte cuando la mujer está habitada por su propio fuego, su fuerza emprendedora y su pura voluntad.
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Texto: Fernando Marchi Schmidt
Fotos: Pablo Aguirre
Nombre de sección: Perfiles y personajes