Licenciada en filosofía, docente, gestora cultural, artista visual, especialista en patrimonio. Carla Marty es una persona ávida de conocimientos desde muy pequeña, desde aquella niña/adolescente que se deleitaba en las bibliotecas heredadas de su familia. Y como en lo que parece una reivindicación del carácter terapéutico de cada actividad, hoy propone aliar la filosofía práctica con el análisis jungniano en Alétheia, su consultoría. “Creo que el fin de mi vida es ayudar a otros a tejer conexiones significativas”

“Me siento y reconozco santafesina”, señala Carla Marty en el inicio de la charla. Nacida en Rosario, llegó a la capital provincial con tres años. Padres militantes, bibliotecas ricas y momentos históricos marcadores van y vienen en un devenir que parece anunciar desde un inicio sus propósitos presentes. “Vengo con toda una historia de compromiso social y de una familia que siempre me inculcó el amor a la cultura, a los libros, a la formación permanente”.

Carla Marty es licenciada en filosofía por la Universidad Nacional de 3 de Febrero. “Empecé mi formación en Santa Fe, en una de las tantas épocas complicadas para la universidad y las carreras humanísticas. Buenos Aires me ofreció la oportunidad de trabajar, además de poder terminar mis estudios superiores”. Algo de la Carla del manchón visual adolescente se filtró en la carrera. “La formación en filosofía la orienté en estética del arte y a la par hice mucha formación en gestión cultural. En la Universidad Católica de Córdoba estudié la diplomatura con orientación en patrimonio y museos”. Con este bagaje, que se completó en España con un post título en interpretación de patrimonio, comenzó a trabajar en el ámbito de la cultura pública santafesina. “Más recientemente hice la maestría en psicología analítica. Ahí complementé toda mi formación con una mirada más terapéutica”.

Libros y manchones

Las bibliotecas familiares aparecen en el relato de infancia de Carla. “Yo heredé una tradición lectora”. Cuenta que de muy joven leía a Roberto Arlt, a Dostoyevski, a Camus. “Me encantaban los libros que tenían un cuestionamiento existencial. Me acerqué a los escritores que eran filósofos a la vez. Me recuerdo en mi adolescencia como una lectora voraz”.

Y la artista, ¿adónde surge? “En la Carla rebelde -señala-. Tiene que ver con el garabato de la infancia que fue gesto de libertad. Yo tuve grandes satisfacciones con la plástica; he hecho muchas muestras, gané premios. Nunca la busqué como una profesión. Mi mirada fue siempre muy terapéutica. Descubrí que esas angustias y desencuentros propios de la condición humana los canalizaba de manera natural en el arte”. Enrolada en el abstracto puro, pasó del expresionismo matérico, estilo Tàpies, a una etapa inmersa en la encáustica.

Carla explica que la encáustica es una técnica que trabaja con pinturas realizadas de manera artesanal. “No se consiguen los materiales, hay que elaborarlos. Yo hago todo en mi taller. Compro los pigmentos, la resina, la cera y produzco las pinturas. Eso después se trabaja con fuego. Hay mucho de alquimia ahí”.

Ser y hacer

Carla siente que filosofía y literatura llegaron a su vida de la mano. Letras fue la primera elección para el tránsito universitario. Pero al optar por la filosofía, encontró un universo. “Algo que me permitía vincular y tejer conexiones. Creo que el fin de mi vida es ese: ayudar a otros a tejer conexiones significativas. Buscar el sentido y encontrar lo significativo para cada uno, aún en medio del absurdo”. Una mirada introspectiva a través de las herramientas que brinda la filosofía. El camino a Alétheia estaba abierto.

La charla se acerca a esos momentos que generan crisis. El crecimiento, las pérdidas, la angustia, la finitud humana. “Frente a lo inevitable empiezan los grandes cuestionamientos”. Aparecen preguntas y la necesidad de respuesta. “Así nace la escuela de la consulta filosófica, una disciplina que llega a constituirse dentro del campo de los estudios filosóficos en la década del 80 (siglo XX) a nivel mundial”.

Alemania con el existencialismo y Estados Unidos desde el counseling marcaron un camino que llegó después a nuestro país. “La base tiene que ver con llevar todas estas reflexiones de los existencialistas y de los humanistas a una instancia de diálogo y de análisis uno a uno, tomando herramientas del método socrático y del análisis fenomenológico existencial”.

El camino del autoconocimiento

El presente de Carla Marty se ubica en esta dirección.Aquí el filósofo (yo me considero filósofa práctica) pueda ser consultado de una manera personal, para pensar los problemas desde una mirada distinta”. Cuenta que cada consultor desarrolla su propio espectro de autores y metodología. “Yo lo nutro del análisis fenomenológico existencial. Tomo también autores del humanismo que nos han reconciliado con procesos de duelo, como Viktor Frankl y la logoterapia. O la mirada de Erich Fromm que me parece hermosa y necesaria en estos tiempos donde hay una pérdida de sentido tan grande”.

Carla cuenta que el consultorio filosófico consta de sesiones, “Es un trabajo hermenéutico, amoroso, personal e interpersonal. Es un viaje pensado para cada consultante. Yo suelo decir que es un encuentro de almas”. Destaca la importancia del vínculo con trabajadores de la salud mental, con perfecta delimitación de cada campo de acción. “Lo nuestro es un trabajo de autoconocimiento y somos muy claros en los límites éticos. Cuando se logra un trabajo interdisciplinario, es maravilloso”.

Ante la pregunta sobre una posible contradicción entre las palabras filosofía y práctica, ella retoma la tradición. “En las antiguas academias griegas, como yo hago en Alétheia, develar y descubrir sentido eran una misma cosa. No había esa escisión entre teoría y praxis”.

Filosofar para humanizar

“Hoy hay profundos cuestionamientos en todos los planos. En tiempos de tanta deshumanización hay una sed de volver a encontrar sentido”, señala. Carla encuentra lo contextual reflejado en lo individual. “Hay una profunda decepción en un sistema que ha llegado a límites y en el que nos tenemos que repensar a nivel constitutivo”.

La propuesta de Alétheia es única en Santa Fe. Incluso aún son pocos los profesionales abocados a esta disciplina en el país. En su mayoría se trata de especialistas que provienen de la filosofía, del counseling y de la psicología. “Estoy en comunicación con colegas y empezamos a tejer una red”.

 

Herramientas para los tiempos que corren

 

La pandemia y sus consecuencias no resueltas aparecen en el diálogo. “Los duelos y decepciones personales movilizan. Cuando son varios a la vez es una experiencia muy fuerte. Hay algo ahí que se quebró. Los vínculos no han vuelto a ser lo que fueron antes. La pandemia reveló lo mejor y lo peor del ser humano. Nos pasó como colectivo y ahora nos pasa en lo personal”.

¿Estamos ante un fin civilizatorio? “Yo estoy percibiendo un fin de ciclo. Hay un agotamiento en lo que uno ve como sistemas políticos y de creencias. Y en estos grises están resurgiendo las peores máscaras: los fanatismos, los nazismos, los fascismos. Estamos ante una grave crisis y en como la resolvamos tenemos que ser parte, no testigos silenciosos. Yo, al menos desde lo mío, estoy tratando de hacerme cargo de lo que puedo aportar para generar sentido”.

De la formación analítica de Carla surge una figura esencial al momento de abordar las consultas.  “Considero a Jung un psiquiatra que cambió la historia con otra mirada del psicoanálisis. Yo lo reconozco, además, como filósofo. Lo que me conectó mucho a él fue su mirada sobre la crisis civilizatoria post segunda guerra mundial. Si no hay un trabajo profundo en el ser humano no vamos a poder cambiar lo de afuera”.

Y no, no se trata de individualismo, al contrario. “Tiene que ver con ir hacia uno mismo, pero siempre en relación con otro. El otro es el espejo que nos interpela. El cuestionamiento sobre hacia adonde va la condición humana no lo va a resolver ni la academia ni la dirigencia política. Nos estamos quedando en el ruido y hay una lectura mucho más profunda que no se está haciendo”.

El contexto personal y social impulsa a Carla Marty a trabajar en sí misma y a brindar a otras personas esa posibilidad a través de la consultoría. Es un hacer individual con proyecciones sociales en un presente complejo y de ribetes aún en exploración. La gestora, especialista en conservación patrimonial, docente en la carrera de museología, directora del Colegio de Funcionarios Públicos Jerarquizados, encara una tarea que abreva en todo y con la que busca brindar su aporte. “Hay un malestar en esta sociedad que se siente agotada, sobre exigida y con un hartazgo preocupante. Me parece que no podemos dejar de lado la posibilidad de encontrar un sentido personal en todo esto. No vamos a resolver el mundo pero sí a generar herramientas para transitarlo de una forma más consciente y que, en todo caso, si hay dolor, experimentarlo para poder transmutarlo en algo positivo”.

Texto: Julia Porta

Fotos: Pablo Aguirre

Edición: N° 113 D

Sesión: Perfiles